HELENA - CAPÍTULO 9

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Miré el reloj, las tres de la mañana. Las sabanas me agobiaban y me moría de hambre. Tras meditar unos segundos si levantarme o no, al final me decanté por la primera opción. Avancé por el pasillo y, antes de entrar al salón, me asomé a ver quién estaba despierto, las luces estaban encendidas. Stefano estaba sentado en el sofá leyendo un libro. Sólo llevaba puesto un pantalón de pijama; tuve que mentalizarme para pasar y no mirarle demasiado.

Me desabroché un par de botones de la camisa dejando ver un gran escote a la vez que me imaginaba a María diciéndome "No seas guarra". Sonreí y entré.

-¿Qué haces despierta?

-Tenía hambre.

La mentalización que había hecho antes de entrar al salón no sirvió para nada, en cuanto me acerqué un poco más no pude apartar la mirada de él, menos mal que estaba a su libro y podía mirarle a gusto.

Me acerqué a la cocina y revolví varios cajones hasta que encontré un paquete de galletas príncipe. Príncipe como el que había sentado en el sofá.

Anduve hasta el salón intentando abrir el paquete y cuando lo conseguí, sin pensarlo, me senté demasiado cerca de Stefano, a muy pocos centímetros.

-¿Quieres?

Stefano miró las galletas y bajó la vista hasta mi escote, apartó la mirada corriendo y se aclaró la garganta.

-Sí, gracias -cogió una sin mirarme, tenía la cara roja de vergüenza-.

Comíamos los dos en silencio. Poco a poco me fui recostando hacia un lado hasta que acabé tumbada en el sofá con mis pies pegados a su muslo. Me metí la segunda galleta en la boca mientras le analizaba de arriba abajo.

Empecé por el pelo, color castaño oscuro, con una barba de tres días que le crecía desde las patillas y que le hacía más atractivo de lo que ya era. Su perfil perfecto con la nariz recta y un poco puntiaguda, su mandíbula y su cuello se contraían a la vez que masticaba la galleta, y la nuez marcada que hacía que me subiera la temperatura.

Definitivamente, Stefano no era real, era demasiado perfecto.

Sus brazos morenos sujetaban el libro con fuerza; en su abdomen, con los músculos marcados, aparecían un par de pliegues de grasa debido a la postura.

De pronto, extendió su mano hacia mi y por un momento me quedé bloqueada, no sabía que quería hasta que caí en que quería otra galleta.

-Nunca las había probado -un acento italiano se le escapó de la boca. Lo relacioné con su nombre y descubrí su procedencia. Ya sabía que de aquí no era-.

-¿En serio? ¿Pero tú en que mundo vives?

En el mundo perfecto estuve a punto de decir. Se nos escapó una risilla a los dos y al segundo reinó el silencio de nuevo. Cada uno comía su galleta, se podían oír los trozos que se despedazaban en nuestras bocas.

-Entonces... Sin novio, ¿no?

Me sorprendió aquella pregunta tan atrevida y la naturalidad y poca vergüenza con la que la había hecho. Tragué precipitadamente el trozo de galleta que tenia en la boca.

-Si, soltera y entera -Stefano rio ante mi expresión-.

-Al principio pensaba que estabas con Lucas, tenéis una conexión muy fuerte.

-¿Con Lucas? Que va, no podría. Es muy buen amigo mío, además, está con mi mejor amiga.

Nos quedamos en silencio unos segundos, necesitaba calmarme.

-¿Y tú qué? ¿Soltero y entero también?

-Soltero y entero también.

-Pues que raro, eres bastante llamativo.

-¿Con llamativo te refieres a guapo?

-No, no del todo. Con llamativo me refiero a que llamas la atención, no importa si guapo o feo. Hay gente que no es guapa pero que tiene algo que llama la atención, ¿sabes?

Stefano se quedó mirándome unos segundos, asintió con una sonrisa y se metió el ultimo trozo de galleta en la boca.

-¿Y como es que no tienes novia?

-No hay nadie en mi vida lo suficientemente llamativo.

Me miró sonriente y a mi se me saltó el corazón, ¿qué acababa de pasar? Aquella sonrisa no era como las que me había regalado, había algo mas, algo mucho mas cálido y profundo. Lo único que pude saber de esa sonrisa es que era capaz de provocarme un paro cardiaco.

Me levanté del sofá de golpe intentando borrar aquella sonrisa de mi cabeza.

-Me voy a la cama, que me estoy quedando dormida -mentí-.

-¿Ya te vas? Quédate un rato más, duerme conmigo.

-Es mucho más cómodo una cama -estaba muy nerviosa, pero en realidad quería dormir con el-.

-Pues invítame a tu cama.

-¿Tanto quieres dormir conmigo? -le pregunte picara. Saqué un poco el pecho hacia delante para que el escote reluciera más- Quizá me lo piense...

De repente Stefano se levantó del sofá y se acercó a mí tanto que su pecho desnudo tocó el mío, me pasó un brazo por la espalda y me apretó más contra él. Ya está, ya no podía mas, se me disparó el corazón y estaba convencida de que mi cara estaba roja como un tomate.

-¿De verdad no quieres dormir conmigo?

Sus ojos verdes me atraparon por completo, estaba segura de que si le intentaba contestar no me saldría la voz. Stefano empezó a acercar su cara hacia mi, estaba bloqueada, no sabía qué hacer, pero cuando ya creía que me iba a besar en los labios desvió su camino y me plantó un beso en la mejilla. La decepción me inundó, solo se estaba riendo de mi.

-Deja de reírte de mi, me voy a la cama.

Me deshice de su brazo y me separé de él, aún seguía nerviosa y me sentía humillada, pero no conseguí separarme más de un segundo ya que rápidamente me cogió de la muñeca y volvió a tirar de mi.

-¿De verdad crees que me estoy riendo de ti? Todo lo contrario, quiero estar contigo un rato más.

-¿Por qué?

-Porque al parecer he encontrado una persona llamativa y puede que la quiera en mi vida.

¡¿Pero qué estaba pasando?! Mi cabeza explotó por completo, no entendía nada de nada. Aquel acento italiano me atrapaba cada vez mas y aquellos cambios en la conversación hacían que perdiera totalmente la cabeza. En serio, ¿qué estaba pasando? ¿por qué alguien como él me estaba diciendo eso? ¡Me acababa de conocer!

Me deshice de nuevo de él.

-Me voy a la cama, en serio.

-Me voy contigo.

No dije nada, simplemente dejé que me siguiera. Ya qué más me daba.

-Ponte una camiseta, por favor -le avisé sin mirarle-.

-Está bien -oí como soltaba unas risillas antes de ponerse la camiseta verde que había dejado en el brazo del sofá-.

Stefano me seguía por el pasillo en silencio, me senté en la cama y marqué un límite entre los dos.

-Así si, en el sofá no habría podido dormir tan bien. ¡Y bien acompañado!

Le miré de reojo, no quise contestar. Me giré para darle la espalda, apagué la luz y cerré los ojos, no me pude dormir. Teniendo a alguien como Stefano a mi lado era normal que no pudiera dormir.

Pasó alrededor de una hora y yo seguía con los ojos abiertos. De pronto, Stefano comenzó a moverse y me pasó un brazo por encima, se me saltó el corazón. No sabía bien si estaba despierto o dormido, pero me daba igual, no quise moverme ¡a saber cuando tendría otra vez un brazo la mitad de parecido al de Stefano encima de mí!

No pude dormir en toda la noche.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora