LUCAS - CAPÍTULO 14

13 1 0
                                    

-¡¿Dónde está mi madre?!

Seguíamos en mi habitación, pero la situación había cambiado. Desde que Julieta había perdido los papeles, habían intentado relajarla; si, habían, porque yo no iba a acercarme a ella. Al final, optaron por que Fazio sacara a Julieta de la habitación y, cuando se relajase, la trajese de vuelta. A su vez Nekane, que había llegado minutos después de que los Bologna inmovilizaran a Julieta, miró horrorizada la escena y fue la que ordenó sacar a Julieta de allí.

En ese momento, y desde hacía más de tres horas, estábamos en mi habitación los tres restantes haciendo compañía a Celia, más que otra cosa. Ésta, desquiciada y aburrida, gritaba cada cierto tiempo y preguntaba por su madre riéndose de nosotros. Nos vacilaba, nos mentía y jugaba con nosotros, menos con Nekane que, al parecer, cayó en gracia a la morena y le regalaba piropos.

-Ya te lo hemos dicho -Stefan estaba sentado frente a ella. Mientras contestaba miraba orgulloso aquellos nudos marineros que sujetaban a Celia a la silla-, tu madre ha sido avisada. La pusimos una excusa y volvió con vuestro grupo de turistas encantada de que su hija fuese a pasar toda la tarde en un rodaje de televisión.

Celia suspiró y dejó caer la cabeza hacia el único sitio que le permitía su reducida movilidad, hacia delante. Negó con la cabeza mientras se reía.

-Chica, con lo lista que pareces y que seguro que eres, ¿cómo dejas que estos neandertales me traten así? ¿Y a ti? Pensaba que tú eras la líder y resulta que lo es este playboy de aquí.

Stefan sonrió ante el no-intencionado halago y miró a Nekane que mataba con la mirada a Celia. Lo más curioso de Celia es que en ningún momento, de las tres horas que llevaba encerrada, había preguntado el motivo de por qué estaba allí ¿qué pasaba? ¿que lo daba por hecho? ¿o es que ya había hecho tantas cosas que se esperaba que esto pasara? Esta chica era un caso. Nunca me había gustado y en ese instante menos. Se había vuelto más agresiva y, al parecer, más segura de sí misma también. Todo en ella había crecido, y perfectamente. Tenía unas curvas como la carretera de Covadonga y unos pechos como cohetes. Su piel estaba aún más morena y sus ojos verdes brillaban; por un momento, María saltó dentro de mi cabeza. Aquellas dos chicas se parecían tanto en físico como en ser ruines y traicioneras. Las dos. Aunque Celia ganaba a María con creces.

-Soltadme, me aburro.

¿No se iba a cansar nunca? Me quería morir solo de pensar en aguantarla hasta que viniese Rubén a por ella al día siguiente.

-Yo no la aguanto hasta mañana -dije asqueado-.

De pronto mi mirada se encontró con la de Celia por primera vez en horas. Nos miramos directamente y no pude evitar descuidarme. El recuerdo me vino a la mente. Ella sentada en aquel sofá rojo mirándome con los labios mojados. Yo en ese momento solo podía rezar para que llegasen los hermanos, odiaba estar con ella a solas porque siempre se comportaba de la misma forma. Me intentaba seducir descaradamente y yo ya no sabía qué hacer o qué decir. Me sentía acosado.

Ese día Celia había recibido la proposición de Rubén y no le había dado respuesta aún. Después de eso había desaparecido de la casa hasta que había entrado al despacho en el que yo estaba esperando a Julieta, que había ido a preguntar a su hermano algo sobre un juego de ordenador que no sabíamos instalar y habían acabado peleándose.

Celia no tardó ni tres minutos en acorralarme contra el brazo del sofá. No paraba de decir cosas como "yo siempre he sabido que tú eras para mi" o "sabes que me quieres". Estaba totalmente loca. Y mientras yo, callado; en el compromiso de que a mi mejor amigo le gustaba aquella chica, y lo más importante de todo aquello, que yo estaba enamorado de Julieta.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora