Me desperté a las ocho de la tarde en la habitación del hotel. Después de oír aquellas palabras me había encerrado en mi suite y había dormido hasta entonces. Estiré todo mi cuerpo y al relajarlo me quedé completamente inmóvil mirando al techo. Era muy tarde, ¿habrían ido a buscar la otra parte de la pista sin mí? Estaba enfadado solo de pensarlo. Me incorporé de un salto y salí decidido en busca de Stefano. Aún llevaba el pijama puesto, pero me importaba bien poco que alguien me viera así vestido, al fin y al cabo, aquel era mi hotel.
Llamé a la puerta de Stefan con tres golpes y tras unos segundos me abrió la puerta con una sonrisa. Sus palabras resonaron en mi cabeza "no, no mientes", pero las aparté lo más rápido posible. No quería más problemas.
Sin decirme nada, Stefan me dejó pasar a su habitación.
-¿Habéis buscado en el otro sitio?
-No. ¿Has comido?
-Sí, si he comido. Luego me he tumbado un rato.
Silencio. Silencio muy incómodo. Me apoyé en la encimera de la derecha y miré al italiano.
-Estábamos esperando a que te calmaras un poco.
-Ya estoy calmado.
-Pues vístete si quieres, pero ya es un poco tarde. No tendremos mucha más luz.
-No quiero esperar a mañana. ¿Habéis pensado a dónde ir?
-Sí, bueno. Solo hemos podido pensar en el castillo de Sant'Angelo.
-Dice el pasillo que guarda el castillo, ¿no debería de estar fuera de éste?
-Bueno, a estas horas solo podemos mirar por los alrededores. Ojalá sea como tú dices y esté fuera del castillo.
Nos pusimos manos a la obra, yo me fui corriendo a cambiar y Stefano fue a buscar a Julieta y Nekane, que estaban en el spa del hotel.
A los quince minutos ya estábamos todos en recepción preparados para salir en busca de la siguiente pista. Cogimos un taxi y Nekane, Julieta y yo nos sentamos en la parte trasera del coche. El taxi arrancó y comenzamos nuestra ruta hacia el Vaticano, que estaba a tan solo un kilómetro en línea recta del castillo.
Nada más ponernos en marcha Julieta puso su mano en mi pierna dejándome petrificado y se acercó a mi oreja.
-¿Estás más calmado? -me preguntó con una voz extremadamente sensual- Estaba muy preocupada.
Tragué saliva y asentí con la cabeza, no fui capaz de articular palabra. La mano de Julieta empezó a moverse poco a poco disparando todas mis alarmas. Subía lentamente hacia mi entrepierna ¿qué estaba haciendo? Estaba cada vez más nervioso.
-Para -le dije cogiéndola la mano y frenándola-.
Julieta me miró avergonzada y relajó la mano. No la solté durante todo el camino.
El taxi nos dejó en la esquina que unía la calle Tor di Nona y la Via dei Coronari. Stefan se bajó el ultimo y nos miró de uno en uno antes de hablar.
-Nos queda más o menos media hora de luz hasta que empiece a anochecer, ahí en frente tenemos el castillo, solo hay que andar unos metros hacia el oeste y llegaremos a la entrada del puente que conecta esta orilla del río con la otra, ¿ha quedado claro?
-Si -dijeron las dos chicas acatando las órdenes del rey supremo del grupo-.
Comencé a andar tras ellos sin decir nada, como siempre, decidí callarme y seguir al grupo.
Al llegar a la entrada del puente lo supe al instante, aquel puente era el pasillo de la rima de Rubén. En total había ocho ángeles a lo largo del pasillo. Estos tenían cada uno un objeto diferente en las manos y no había uno igual a otro.
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El amor no existe
RomanceLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...