Me desperté desorientado, tumbado en una cama y a oscuras. Comprobé que no estaba atado y busqué algún interruptor.
-¿Hola?
No oí respuesta y tampoco encontraba lo que buscaba. Busqué mi móvil y por suerte aún lo tenía en el bolsillo. Encendí la linterna; seguía en la habitación de Eliseo. Me aproximé a la puerta.
-¿Hola? -abrí la puerta sin ninguna dificultad- ¿Eliseo? ¿Stefano?
Salí al salón iluminando por donde andaba. En aquella habitación había un ordenador encendido con miles de números en la pantalla.
Entré en la cocina y me encontré a Stefano cocinando, me acerqué a él y me asomé a lo que estaba haciendo. Cuando le rocé el brazo soltó un grito descomunal mientras se alejaba de mi por lo menos dos metros de un salto.
-¿Eres gilipollas? -me dijo quitándose los auriculares. Entendí por qué no me había contestado antes- ¡Qué susto!
-¿Qué cocinas?
-Huevos revueltos, iba a desayunar -me miró a la cara y se quedó parado- Perdóname, tío.
-¿Qué dices? ¿Qué pasa? ¿Qué tengo?
Stefano me señaló el baño. Fui acelerado a mirarme al espejo, en cuanto lo hice, puse la misma expresión que Stefan. Tenía el ojo derecho morado, aunque tampoco se notaba tanto. Me acordé del puñetazo que me dio la noche anterior y toda la cara comenzó a arderme.
-Te voy a matar.
-Tenía que hacerlo -Stefan entró al baño y me pasó un brazo por detrás del cuello-, te quiero -me plantó un beso en la mejilla-.
-Quita gilipollas -solté una risilla y salí del baño-. Cuando menos te lo esperes te vas a enterar.
De repente, un interruptor se encendió dentro de mi cabeza, Helena volvió de golpe a mi mente volviéndome loco, otra vez.
-¿Dónde está Eliseo? Hay que ir a por Helena.
Anduve frenético hacia el ordenador y justo en ese momento un mapa con un punto rojo apareció en la pantalla. Acto seguido la impresora del fondo de la habitación comenzó a funcionar.
-Ya está, Stefano -cogí a hoja que había salido de la impresora-, ya la tenemos, tenemos la dirección.
-Desayunamos y nos vamos.
-¡NO! -dije dando un golpe a la mesa- ¡Helena está por ahí sola con Rubén! ¿Y me dices que vayamos después de desayunar?
Stefan tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras se acercaba a mí y me ponía la mano en el hombro.
-Aquí está el Lucas que yo quería ver, vámonos, anda.
Nos abrazamos un segundo y arrancamos en seguida. Cogí un par del millón de mochilas que tenía Eliseo en el armario abierto de la entrada y las llenamos con lo necesario, principalmente, comida. Cuando estábamos a punto de salir por la puerta Eliseo entró por ella.
-¡De prisa! Coge ropa y el ordenador, que nos vamos.
Eliseo se bloqueó unos segundos hasta que Stefan dio una voz y reaccionó al instante. Metió su ordenador portátil en la mochila con un par de calzoncillos y camisetas; a los diez minutos, ya estábamos montados en el coche.
-¿A dónde vamos? -dijo Stefano que se había puesto al volante.
Eliseo me quitó el papel de las manos.
-Están en Paris, un poco más lejos.
-Lucas, llama a tu padre, que nos preparen un avión.
Yo tenía las pulsaciones aceleradas y me temblaban las manos. Mi padre me había estado llamando durante todas estos días y no le había contestado ni una sola vez, estaba demasiado inmerso en mis problemas y no había podido devolverle las llamadas, aunque estaba convencido de que si le explicaba todo esto no solo no se enfadaría y me dejaría el avión que necesitábamos, sino que me ayudaría lo máximo posible para encontrar a Helena.
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El amor no existe
RomanceLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...