HELENA - CAPÍTULO 1

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Supongo que vagar por la calle sola, llorando, lloviendo a mares y sin paraguas, es algo triste.

No estoy acostumbrada a dar pena, siempre he sido una chica simple y alegre, contagiando mi felicidad a los demás; bueno, eso de simple es mentira, soy una chica bastante rara y difícilmente puedes llegar a conocerme de verdad, pero la sonrisa es difícil borrármela de la cara, aunque precisamente ese día habían conseguido arrancármela de cuajo.

Cuando encuentras a tu novio de hace dos años en la cama con otra supongo que la sonrisa se borra al segundo. Si a vosotros os pasara estaríais igual o peor que yo, os lo aseguro.

Dos horas y media antes había entrado en mi piso, nuestro piso, y nada más entrar supe lo que estaba pasando. Había ropa interior en el sofá que no era mía, al igual que la blusa amarilla que estaba colgada en la lámpara; se había quitado hasta los calcetines. Miré el salón sin saber qué hacer ni cómo reaccionar, mis pies se movieron solos por el pasillo.

Avancé lentamente hacia la habitación y, antes de abrir la puerta, me quedé parada unos segundos antes de pillarles juntos, dejando que mi rabia creciera hasta el punto de querer matarle.

Abrí la puerta de golpe.

-Dios mío Helena, puedo explicarlo.

El chico del cual estaba enamorada, en ese momento estaba de pie, desnudo, con ese cuerpo musculado y tapándose sus partes con un cojín. Lo que antes amaba con todo mi corazón, me repugnaba como si de vómito se tratase.

Me acerqué a él con la sonrisa más forzada que pude y antes de que comenzara a hablar le di tal bofetón que le callé al segundo.

-Te doy dos horas para recoger todas tus cosas y largarte con la fresca esa -señalé a la chica rubia que había en la cama sin mirarla-, no quiero volver a verte.

Dicho esto, me di media vuelta y salí de mi apartamento aguantando las lágrimas.

Después de aquel paseo, que sólo había servido para que me empapase de puntas a pies, llegué a la puerta de mi piso, con los ojos rojos e irritados. Respiré hondo y abrí la puerta. No quedaba rastro de Luis, solamente una carta encima de la mesa del salón. Antes de leerla decidí darme una ducha larga, me sentía sucia, aparte de traicionada.

Me preparé un café y me senté en el sofá a leer la carta.

"Helena, de veras, lo siento. Me gustaría hablarlo en persona y aclarar todo. Lo siento de verdad, quedamos mañana a las cinco en el bar. Te quiero mi boba, Luis".

¡¿Mi boba?! Boba sí que era por haber estado con él, a saber cuánto tiempo había estado liado con esa Barbie.

Cogí un cigarro del bolso y antes de encenderlo, quemé aquel papel. No tenía pensado ir al bar, no le iba a dar la oportunidad de disculparse y mucho menos de verme; sabía perfectamente lo que haría, intentaría convencerme de que me quería y de que volviera con él, normal, era yo la que le mantenía ¡¿Cómo había podido estar tan ciega?!

Encendí el cigarro mientras miraba las cenizas de aquella estúpida carta. Cogí el móvil, bloqueé y borré su número, me planteé incluso ir a mi compañía telefónica al día siguiente y cambiarme el número, aunque eso era demasiado.

Cuando me terminé el cigarro hablé a María, mi compañera y mejor amiga, le dije que no iría a trabajar al día siguiente, que ya le contaría. No tenía ganas de contar lo que había pasado a nadie y menos a María, que sabía perfectamente lo que me diría, la misma charla de siempre.

A ella nunca le había caído bien Luis, desde que los presenté no había podido soportarlo. Yo había conocido a Luis a través de unos amigos de mi pueblo y empecé a salir con él tres meses más tarde de conocer a María y volvernos inseparables.

Me tumbé en el sofá y me olvidé del mundo por unos minutos, hasta que llamaron a la puerta.

Se me aceleró el corazón, seguro que era Luis, no quería verle.

Me acerqué a la mirilla y, tras ella, había un chico que no había visto en mi vida. Abrí la puerta dudosa.

-Hola, soy Lucas, el de anoche -soltó de golpe, parecía que lo tenía ensayado-. Me he dejado aquí la cartera.

-Creo que te estás equivocando, yo vivo aquí con mi novio, ex novio, bueno lo que sea -dije confusa-.

-¿Ex novio?- el chico estaba incluso más confuso que yo -Bueno, te seré sincero. Ayer llevaba una borrachera encima impresionante, me acuerdo del edificio porque en frente hay un grafiti bastante gracioso, y me sé el piso porque bajé dos pisos andando y otro rodando hasta abajo. Si no es este piso en el que estuve anoche, no sé cuál es.

Yo me reía a carcajadas, la sonrisa había vuelto a mi cara y había sido gracias a este chico; un chico bastante guapo, por cierto.

-Supongo que estarás buscando a Laura.

-¡Laura! -dio una palmada y chasqueó la lengua- sabía que tenía alguna "a".

Otra carcajada salió de mi boca antes de contestarle.

-Vive en el 3ºB, ahí enfrente.

Hizo una reverencia con la cabeza y se dio media vuelta. Yo cerré la puerta con una sonrisa tonta en la cara. Me quedé apoyada en la puerta y con curiosidad observé por la mirilla, vi como llamaba a la puerta y Laura le invitaba a entrar. Sonreí de nuevo y me senté en el sofá, aquel chico había conseguido alegrarme un poco, estaba agradecida.

Decidí ponerme una de mis películas favoritas, Desayuno con Diamantes, me encanta Audrey Hepburn y más aún en esa película.

A la mitad de la película, sobre la una y media de la noche, llamaron a la puerta. Esta vez estaba convencida de que era Luis. Abrí sin mirar quien era, estaba dispuesta a gritarle todo lo que me había guardado antes.

Me quedé bloqueada al ver que no era Luis el que estaba al otro lado.

-Ya sé que es tarde, pero tampoco me mates -el chico rubio de antes me miraba con las manos levantadas en modo de disculpa-.

-Lo siento, creí que eras otra persona.

-¿Tu ex?-hice una mueca- Lo siento, no era mi intención.

-¿Qué quieres? -dije con una sonrisa, quería evitar el tema de Luis.

-Bueno, venía a darte las gracias, tenía pensado hacerlo antes, pero me han entretenido.

-Os habéis liado -solté una carcajada-.

-Si -me miró avergonzado-Bueno... También me he pasado a verte porque no quería irme sin saber tu nombre.

-Helena, buenas noches y ten cuidado.

-Gracias, otra vez.

Dicho esto, cerré la puerta y apoyé la frente en ella. ¿Qué acababa de pasar? Aparté a ese tal Lucas de la mente y me centré, de nuevo, en la película.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora