STEFAN - CAPÍTULO 17

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-¡Stefan! -le hice otra zancadilla y esta vez llegó a darme con su bolso- Como me lo vuelvas a hacer tendremos problemas tú y yo -me susurró fuerte cuando nos sentamos en nuestros asientos-.

De pronto, todas las miradas se giraron hacia la puerta de entrada para dar paso a la pareja más llamativa y armoniosa que había existido. Fazio y Julieta entraron como dos dioses en la sala, ella con un vestido brillante y multicolor, con los pechos sujetos hacia arriba y una falda que más bien parecía de novia que de gala, la cola era demasiado larga. Mi hermano llevaba unos pantalones de traje gris oscuro y su camisa era de la misma tela multicolor que su pareja. Llenaron de luz la sala.

Cuando mi hermano nos divisó soltó la mano de Julieta y la dejó desprotegida bajando aquellas escaleras de peldaños enormes. Pronto tuvo otra mano donde apoyarse y se olvidó de Fazio.

-¡Qué guapo, mi chico! -gritó con ese acento italiano tan pronunciado- Vienes muy sexy.

-Tú también vienes muy sexy.

Me dio un par de palmadas en la espalda y su mirada se centró en Helena. La repasó de arriba abajo, se humedeció los labios y dejó de tocarme para avanzar hacia ella que lo miraba como si hubiese visto un fantasma.

-¿No me digas que tú eres la famosa Helena? -ella asintió roja como sus labios; no entendía aquella reacción, otra que se ponía nerviosa al ver a Fazio- que buen ojo tiene mi hermano, ha aprendido del mejor ¿lo sabias?

La guiñó un ojo y Helena soltó una carcajada larga y tajante. Se había puesto nerviosa y no entendía el por qué, estaba más nerviosa que cuando se ponía frente a las cámaras.

-Sois iguales. Bueno, tú eres un Stefan envejecido y más alto.

-¿Me estás llamando viejo? -se rio y me dio un codazo señalándola con las cejas -me ha llamado viejo, que lo sepas. Solo le saco cuatro años, señorita.

-Vaya, pues pareces más mayor. Tienes más arrugas que él -le contestó Helena riéndose. Los dos se desafiaron divertidos y se rieron-. Me caes bien, me alegro de conocer a algún familiar de Stefan, y más de que estéis bien entre vosotros.

Fazio levantó las cejas y me miró aprobando a mi pareja.

-Bueno, eso de bien...

-Ahora mismo os veo bien.

Y tenía razón. Fazio me había pasado el brazo por el hombro y yo cogía su cintura. Aquel contacto físico con mi hermano sería impensable años atrás, pero por arte de magia nuestras vidas se habían juntado de nuevo y no estaba siendo tan malo como me había esperado. Fazio estaba cambiando y adaptándose a mi mundo a pasos agigantados, estaba decidido a quedarse y yo no sería quien se lo impidiera. Mi hermano había salido de la calle, no había nada mejor que aquello.

Sus ojeras ya habían desaparecido del todo, la delgadez se había esfumado para dar paso a un Fazio musculado y alimentado con polvos de proteínas. El color de su piel había cambiado y parecía saludable. No le había preguntado si había dejado de consumir, pero la noche que salimos no hizo ningún amago de meterse algo por la nariz o una pastilla en el vaso. Palpé el brazo que tenía libre.

-¿Estás yendo al gimnasio?

-Sí, cinco veces a la semana.

-Tienes mejor aspecto.

-Estoy mejor en general -dijo más serio de lo esperado-. Bueno, Helena -se acercó a ella y le dio dos besos-, me alegro de conocerte. A ver si me invitáis a cenar y tenemos citas de cuatro.

-Bueno, espérate unos meses -Helena miraba al suelo-. Aún no creo que pueda estar con tu novia en la misma habitación, me cae bastante mal.

-Pues no debería caerte mal tu cuñada.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora