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La guerra se esparció, consumiendo el alma de dragones y del hombre llevándolos a enfrentarse aun ante la poca probabilidad de ganar de los hombres, sin embargo los dragones tampoco tenían el gane asegurado debido a la diferencia en números.

Los campos verdes, las praderas y los montes, los ríos y lagos, las ciudades y pueblos se vieron opacados por el rojo de la sangre, pedazos de piel quemada, cuerpos sin vida, grandes bestias que caían del cielo levantando tormentas de arena que terminaban por acabar con la vida de esos seres en caso de seguir con un poco de esta.

Los niños y mujeres incluso fueron enviados a combatir, o servir al menos como carnada para atrapar a esas bestias del infierno y cortarles la cabeza, la sed de ambos bandos fue en aumento, ya no era pelear solo para buscar la victoria, era su estilo de vida, la necesidad de asesinar, de acabar con otras vidas, de teñirse con la sangre del enemigo.

Aquello fue hermoso para los amantes de las guerras, aquellos quienes odiaban la paz, los que les picaba la necesidad de enterrar una espada, de sentir esa adrenalina en la sangre, como una droga que alegra al cuerpo, que acapara todo sin dejar espacio a anda.


Cuarenta años de lucha en donde el tiempo no se sintió, donde el día y la noche les parecía igual debido a los grandes incendios que cubrían los cielos. A mitad de ello, la lucha no fue lo único que empezó a matar a la gente o los dragones.

Enfermedades.

El ser humano debido a lo contaminado del aire y el agua como la escases de la misma provocaron que se incubaran bacterias que empezaban a dañar  el sistema inmunológico, provocando fiebre, náuseas, vómito, vértigo, falta de aire eran algunos síntomas que apenas podían tratar, luego alucinaciones, perdida del conocimiento, espuma saliendo de la boca, ojos rojos y por ultimo convulsiones que terminaban con la vida de la gente.

Y ellos no eran los únicos que estaban pasando por problemas internos, los dragones también estaban enfermando y muriendo.



Alguien encapuchado rondaba entre los cadáveres en busca de algo útil, dejando en cambio una roca o flores sobre ellos y dar un breve rezo a estos para seguir su camino cuando tuvo que esconderse entre los muertos entre el fétido olor, la suciedad y las moscas.


Un bárbaro se había impuesto como rey cuando las monarquías cayeron y la gente empezó a volverse iracunda, tener delirios y perderse en la locura, aquel ser de aspecto desagradable como su mal genio imponía y doblegaba a todo aquel que se atrevía a hacerle frente o querer huir.

Con una fuerza bruta y una mente de un guerrero que perdió todo ápice de cordura, mandaba a un grupo de hombres quienes fieles le seguían debido a la voz de mando y sus promesas de mujeres, alcohol y guerra.

Cuando la enfermedad golpeo a la humanidad, este aprovecho diciendo que tenía el remedio para eso, ganando así algunos seguidores quienes, en realidad no dejaron de estar enfermos, sin embargo detuvo por cierto tiempo los síntomas debido a una yerba.

Los dragones como tal habían dejado de atacar, proclamando el hombre de que no había ser que no le temiera, que incluso los dioses se inclinaban ante él por su fuerza, y aquello claro que le hizo acreedor de más seguidores, y aun aquellos que no deseaban nada con aquel hombre, terminaron siguiéndole a la fuerza.

Cuando vio que aquellos hombres se había ido, salió del escondite y se fue apresurando el paso para llegar al refugió donde algunos que lograron escapar o que estaban de nómadas se unieron a ellos, escondidos en cuevas subterráneas por temor, estás estaban conectadas a otras salidas alejadas del lugar principal en caso de ser encontrados y tener que huir de manera apresurada.

Lazos paralelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora