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—¡Roleia! ¡Roleia! –Riccardo no estaba en mejor estado que el resto. El príncipe tenía bastantes heridas y lesiones que sus guardias le suplicaban parar, dejar la batalla y permitirles protegerle como es su deber, pero él les ordeno como principal petición resguardar a la gente de aquellas bestias.


Dragones.


Después de todo, las cosas parecían ser como alguna historias narran.


Seres de grandes fauces, colmillos y garras, pieles escamosas y duras, gigantes y con aliento de fuego que consume todo a su paso. Ni la fuerza de veinte hombros puede con una sola de esas bestias, ni la espada más afilada penetra sus pieles.


La gente corría despavorida por todos lados, huyendo de la muerte inminente, de las abrazadoras llamas, de los escombros y la ruina.


Aun en aquel estado, Víctor junto a su hermano salieron ante aquellos gritos, observando como todo poco a poco iba pereciendo por las llamaras. Reaccionaron cuando los niños llegaron con ellos, asustados, temiendo lo peor.

Vlad se encargo de ellos mientras Víctor fue en búsqueda de su madre. Con la vista un tanto borrosa y movida, Víctor avanzo con pasos temblorosos, vaya momento para ponerse ebrio se regaño cuando llegó al centro del lugar, el caos era peor, el calor sofocante y ver aquellos cuerpos desgarrados, desmembrados y lo peor aun, algunos seguían con vida.



—¡Majestad! ¡Tenemos que sacarlo de aquí ahora! –exclamo el guardia. 

El lugar estaba perdido, algunas personas apenas lograron salir con vida y huir sin un rumbo fijo, y otros en cambio en su escape solo encontraron la muerte. Aquellos dragones no paraban, no cesaban de causar desastre.

Un grupo de quince dragones que más bien parecían estar jugando que tomándose en serio aquella masacre, consumiendo vidas inocentes.


—¡Resguarden a la mayor cantidad de gente posible! ¡Ayuden a los heridos! –ordeno Riccardo. De algo estaba seguro, aquella noche no dejaría de pelear hasta tener la cabeza de una de esas bestias.


Víctor ayudo lo mejor que pudo aun con su estado, sentía nauseas por aquel olor, el fuego empezar a ser más y más sofocante y esa sensación inquietante en el pecho de angustia, dolor e ira.


¿Acaso ellos no serían?

¿Haku tendría algo que ver?


Negó. No podía asociar una cosa con la otra, además había más dragones.

Pero eso no quita la espina, aquella que duele, que pica, que insiste.

Si hay dragones cerca ¿Cómo es que hasta ahora atacaron? ¿Porqué?


De nuevo se le viene a la mente Haku ¿Será por lo que paso?

No, no eso no puede ser posible, además no hay ningún dragón blanco, pero bien sus amigos, aliados pudieron...

—¡Cuidado! –alguien le empujo con fuerza haciendo que cayera al suelo, esa voz. Giro con rapidez el rostro, la boca se le seco, sus ojos se llenaron de lágrimas y sentía aun mayor presión en el pecho.

Lazos paralelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora