Capítulo 32

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— ¿Segura que no quiere que me quede? — volvió a preguntar Sam, parada junto a la puerta, con las maletas a sus pies, lista para marcharse de la casa.
Las dos semana de vacaciones entre semestres había comenzado hacia algunos días. La casa se había vaciado casi en su totalidad, y las unicas que quedaban eran ellas. Lena no tenia a donde ir, su hermano estaba en el ejercito y su padres estaban muertos. Por eso, habia pedido permiso a Madame Eleanor, la dueña de la casa para señoritas, para permanecer allí durante el periodo vacacional. Permiso que se le habia consedido solo despues de la intervencion del contador de su hermano. Sam por su parte tenía una familia que seguramente ansiaba verla. Aún así, había pasado algunos días con ella en la casa, esperando a que su padre regresará a la ciudad.
Por mucho que Lena deseara que se quedara, sabía que no debía pedírselo.

— Sabes que no puedes quedarte — Le dijo la ojiverde con tristeza — Tu padre te estará esperando.

— Que va. El viejo puede presindir de mi presencia con una sola llamada. Tampoco me perdería de mucho si no voy. Preferiría quedarme aquí.

Lena sonrió y luego nego con la cabeza.

— Agradezco lo que intentas hacer, Sam. Pero no es necesario. Estaré bien. Además, prácticamente estaría solo una semana más sin tu compañía.

— ¿No te dará miedo estar en la casa tú sola?

— ¿Miedo? — preguntó Lena extrañada — ¿A qué?

— A los fantasmas. Estas casas están llenas de espíritus y esas cosas.

Lena soltó una carcajada.

— Bueno, si aparecen, tal vez podríamos harma una fiesta.

— ¿Sin mi? No te atreverías — dijo Sam fingiendo sentirse ofendida — De verdad, Lena.

La mencionada se encogió de hombros sin dejar de sonreír.

Sam suspiró y por fin tomó sus cosas sin insistir más. Lena la acompañó hasta la puerta de la entrada y por fin se despidió de ella. Sam volvió a dudar antes entregarle su maleta al chófer que ya la esperaba.

-—  Si quiere que regrese o te sientes sola, solo tienes que llamar y estaré aquí de inmediato.

Lena asintió

— O puedes llamar a Diana para salir de nuevo con ella.

— Tal vez... —  Lena se mordió el labio avergonzada.

No le había contado a su amiga el desastre que había sido su primera cita con Diana, ni le había explicado muy bien la relación que ahora llevaban.

— Bueno, ahora si me voy. Nos vemos en unos días.

Sam subió finalmente al auto y se perdió detrás del vidrio blindado.

Lena se quedó mirando el auto hasta que desaparecio por la esquina. Luego, cerro la puerta detras de ella y el silencio de una casa hasta hace unos días rebosaba de vida, la engulle. Se tomó un par de minutos para asimilar la familiar sensación de soledad. Recargada de espaldas a la puerta, con las manos sobre el pecho, disfruto de aquel respiro de paz, luego de varias semanas de vivir en una montaña rusa de sentimientos y problemas.

Cuando iba a dar el primer paso a su habitacion volvieron a tocar el timbre. Sonrió, imaginándose que Sam habia vuelto para insistor en quedarse. Y con esa seguridad, abrió la cerradura.

— Ya te dije que… — no pudo finalizar su oración.

No era Sam, sino Kara, cubierta de sangre, con la ropa rasgada y sucia,  golpes por toda la cara y más y más sangre secándose en su rostro, cuello y abdomen, la que había llamado a su puerta.

— ¡¿Qué te pasó?!

— No es tan malo como parece — Kara se tambaleo hacia adelante como si estuviera borracha y hubiera perdido el equilibrio — Necesito que me ayude... 

Lena pudo intuir el momento exacto en el que Kara perdia el conocimiento y la sujetó como pudo para evitar que se fuera de bruces contra el suelo.

— ¡Mierda! — fue lo único que logro decir antes de recibir en brazos el cuerpo inconsciente y mal herido de la rubia.

¿Verdad o reto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora