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NOTA: este capítulo es probablemente el más largo de todos.

Dos días de encierro fueron suficientes para que, Sam se sintiera verdaderamente atrapada. Su frustración estaba a punto de llegar al límite, pero su cerebro no lograba pensar en algo coherente para obtener la libertad de aquel cautiverio.

Zatanna había planeado muy bien las cosas para crear su jaula.
Sin luz, y sin línea telefónica, prácticamente la había dejado aislada del mundo.

Ni siquiera le había dado la oportunidad de hablar con alguno de los criados.

Durante el día, podía deambular por la mansión sin restricción alguna. Entraba y salía de cualquier habitación, sin toparse con otro ser humano. La comida aparecía en el comedor como por arte de magia a la hora exacta en la que se debía servir, pero jamás había visto a quien la llevaba. A las siete de la tarde, hora en la que el sol se ocultaba, debía de regresar a su habitación, en donde un par de velas la ayudaban a alumbrarse un poco, puesto que sin luz eléctrica, el lugar se sumergía en total oscuridad.

Lo primero que intentó fue escapar, pero como bien se lo había advertido su hermana, no había forma de burlar a los de seguridad, que acampaban en los alrededores de la casa. Pasó entonces al plan B, aun sin saber cuál era el "plan B".

Comenzó buscando algo de utilidad en las habitaciones de la mansión. Pero, la mayoría estaban desalojadas y no había siquiera ropa de cama o líneas telefónicas en ella, aunque las líneas de teléfono no le habrían servido para nada.

El único lugar que contenía cosas que tal vez fueran de utilidad, era la oficina de su padre. Con reserva, sabiendo bien lo importante que eran todos esos objetos para él, buscó algo que le ayudara, pero no podía hacer mucho con los cuadros, estatuillas y documentos que se encontraba. Estuvo a punto de darse por vencida. Lo único que, de utilidad, era un celular viejo que por alguna razón su padre había guardado, pero no encendía. Quizá estaba descompuesto, o no tenía cargada la pila.

No había electricidad, y aunque la hubiera, no tenía cable para cargarlo. No sabía como hacerlo funcionar a menos que...

Buscó como loca los controles remotos de la televisión, el estéreo y el aire acondicionado, esperando que tuvieran pila. La esperanza y la alegría brotaron de ella cuando pudo conseguir las seis pequeñas baterías. Corrió a su habitación y buscó el pequeño estuche de herramientas que le había regalado su padre años atrás.

Bajó a cenar a la misma hora de siempre para no levantar sospechas, pero al terminar, tomó las dos velas y se puso a trabajar.

Sus clases de circuitos, tenían que dar frutos en ese momento. Su meta era conseguir que las pilas cargaran la batería del celular y hacerlo funcionar. No fue un trabajo fácil, y mucho menos con las pocas cosas de las que disponía, pero no iba a descansar hasta lograrlo. Trabajó durante horas, hasta que lo consiguió.

— ¡Sí! — celebró cuando la pantalla verde encendió apenas con una barrita en el icono de carga. La señal de línea telefónica funcionaba, y con ese celular solo podía hacer una llamada, o mandar un mensaje. No sabía cuánto duraría la pila, así que tecleo la dirección de la casa y las palabras "AYUDA. SAM" en un mensaje de texto que envió al único número que se había obligado a memorizar.

Esperó mirando en la pantalla hasta que apareció el letrero de "enviado".
Parecía que la pila iba a durar un poco más, por ello se atrevió a marcar el número para hacer la llamada, pero luego de los dos primeros timbres, el teléfono se apagó.

No estaba muy satisfecha, pero no habiendo más que pudiera hacer. Se metió en la cama, se echó encima las cobijas e intentó de conciliar el sueño, abrazando la esperanza de que al día siguiente fueran a buscarla.

¿Verdad o reto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora