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Alex fue a su casa para darse un baño y cambiarse de ropa, después de despedir a Kara y Lena en la estación del tren.

Tenía la cabeza tan saturada de preguntas que comenzaba a dolerle. La abrumaba el deseo de ir directo con Ben y romperle uno de sus bates de béisbol en la espalda.

Ver a Kara en ese estado, la perturbó de tal manera que cada vez que cerraba los ojos, veía el cuerpo golpeado y amoratado de su amiga; las heridas sangrando y la tristeza agobiante. Los ojos llenos de desencanto y desconsuelo. Toda ella reflejaba una amarga agonía.

Y lo que más impotencia le causaba era el hecho de no saber cuál era la causa de ese sufrimiento.

Lo primero que pensó, fue ir con la policía y denunciar la agresión cobarde de Ben. Pero, no tenía pruebas para hacerlo. Estaba la palabra de Kara. Que bien podía presentarse a denunciarlo y mostrar las múltiples heridas y moretones que llevaba por todo el cuerpo. Pero, Kara no iba a presentarse. Mucho menos, ahora que estaba tan lejos.

Luego, pensó en ir y enfrentarlo ella misma, pero no tendría mucho caso porque seguramente Ben lo iba a negar todo, o peor, la retaría a que lo demostrara.

Hablar con Ben no los llevaría a nada, por lo menos no hasta que armara todas las piezas del rompecabezas.
Y lo primero que debía de averiguar, era con Imra.

Intentó llamarla cuando salía de la casa, pero no le respondió. Volvió a marcar en cuanto se subió a su auto, pero el resultado fue el mismo. Entonces decidió llamar a Cat. Era mejor contarle lo que había pasado, necesitaba una aliada, y era la más cercana que tenía. Después de todo, ella había estado muy preocupada desde el principio en la relación de sus amigas y el destino que iban a correr.

Dejó que el timbre del móvil sonara. A la tercera, Cat respondió.

“¿Qué pasó”

— ¿Dónde estás? — preguntó Alex mientras encendía el motor.

“Con Imra”

— ¡Voy para allá!

°°°

Cuando llegó a la casa de Cat, se encontró con las dos en el jardín, ayudando a la madre de Cat a plantar los nuevos pensamientos, margaritas, violetas y alhelís que habían llegado. La familia contaba con un jardinero que se encargaba de ese tipo de trabajo durante todo el año, pero cuando se trataba de sembrar nuevas flores, la madre de Cat era muy celosa y se aseguraba de plantarlas ella misma, con la ayuda de su hija.

— Buenos días, tía — saludó Alex al llegar al jardín acompañada del mayordomo.

— ¡Alex! — la mujer, alta y delgada. Con una piel blanca y grandes ojos castaños, estaba entretenida haciendo un pequeño pozo en la tierra, pero al escuchar a su sobrina, se irguió. En una mano sostenía una pequeña pala, en la otra, tenía un pensamiento aun sin florecer — Qué milagro verte por aquí, ¿cómo está tu madre?

— Muy bien.

— ¡Qué hay Alex! — saludó Cat mientras abría un costal con tierra.
Alex respondió el saludo con un asentimiento de cabeza.

— Hola — también saludó Imra, pero a ella ni siquiera la miró.

— ¿Nos ayudas? — le preguntó Cat sin saber lo que estaba pasando, ni la urgencia que tenía por hablar con Imra.

— De hecho, necesito hablar. Es… urgente.

Advirtiendo el tono serio de su prima, Cat se quitó los guantes de jardinería.

— Mamá, ¿podría…?

— Sí claro. Vayan. De todos modos, aquí ya terminamos.

Alex no dijo nada hasta que estuvieron en la habitación de Cat. Una vez ahí, lo primero que hizo fue darle un fuerte empujón a Imra. El impacto, hizo trastabillar a la chica. Casi pierde el equilibrio y termina en el suelo, pero se sujetó de donde pudo.

¿Verdad o reto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora