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Sam esperaba pacientemente a que abriera la puerta.

No había tenido que viajar mucho para verse con su hermana.

La casa donde se alojaba quedaba a veinte minutos caminando desde la universidad. Minutos que utilizó para pensar en una buena razón para que Zatanna se metiera en un lio como este. Algo tan banal como el dinero, no era justificación suficiente. Sería incluso estúpido pensar que esa era la razón.

Su familia era adinerada. Solo tenían que pedirlo, y en un abrir y cerrar de ojos, sus tarjetas estarían llenas de crédito. No había nada que les hiciera falta, así que hacer aquel trabajo por dinero era estúpido.

Pero si no era esa la razón, ¿qué fue lo que logró convencer a su hermana?

— ¿Samantha?

Al escuchar se nombre se giró encontrándose de frente con su hermana mayor. Zatanna era varios centímetros más alta que ella, su piel era morena perfecta, el cabello lacio y oscuro le caía sobre los ojos. Muchas veces su padre le había ordenado que lo cortara, pero Zatanna se reusaba a hacerlo.

— Zatanna… — susurro la joven poniéndose nerviosa.

— ¿Qué haces aquí? ¿Sucedió algo?

— No — se apresuró a responder. Sam, había pensado en una buena mentira para justificar el presentarse de improvisto en casa de Zatanna, pero ahora su mente estaba en blanco — Eh… ¿podemos pasar?

— Ah sí. Lo siento — la joven, sacó las llaves de su mochila y abrió la puerta de la casa dejando entrar a su hermana.

El cuarto de Zatanna, siempre estaba tan limpio y ordenado, que no podías creer que fuera el lugar donde un genio de la informática pasaba la mayoría del tiempo.

— Entonces… ¿qué quieres? — preguntó Zatanna tomándola por sorpresa.

Sam no esperaba que fuera al grano tan pronto. Pensó que tendría algo de tiempo para indagar un poco. Tiempo para preparar el terreno y hacer aquel interrogatorio más fácil, pero ahora…

— ¿Pizza o hamburguesas? — volvió a preguntar Zatanna con el teléfono en la mano.

— Ah… pizza.

Mientras Zatanna hablaba por teléfono ordenando la comida, Sam recorría la habitación con la mirada buscando alguna pista. No tardaron muchos sus ojos en llegar al escritorio y lo que más llamo su atención fue le equipo de audio que había ahí.

De lo más normal, se sentó en el escritorio y abrió los archivos de la computadora.

En cuanto movió el mouse la pantalla se encendió descubriendo varios programas de edición de audio. Había una grabación, con cortes y varios filtros aplicados. Un nuevo archivo compacto. No pudo evitar la curiosidad, así que inicio la reproducción del audio y escucho la voz de Imra.

Zatanna la empujo sobre la silla, y cerró el programa.

— ¿Qué estás haciendo? — preguntó exaltada.

— No metas las narices en donde no te llaman, Samantha.

— ¿En qué demonios te metiste? ¿Por qué estas editando la voz de Imra?

Zatanna apretó la mandíbula.

— No es asunto tuyo — no estaba muy dispuesta a hablar.

— ¿Por qué subiste ese video?— insistió Sam — ¿A quién estas ayudando?
Zatanna sonrió.

— No sé de qué hablas…

— ¡Claro que lo sabes!  ¡Vi el video de seguridad del aula de cómputo! — grito Sam un poco alterada.

¿Verdad o reto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora