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El lunes llegó.

Los alumnos de la universidad tenían tres semanas para terminar sus trabajos finales, y con ellos el año escolar. La gran mayoría iba de un lado a otro con cara de preocupación, pues tenían pruebas finales para las que estudiar.

Pero también había unos pocos, que no parecían tener preocupación alguna. Una de ellas era Lena, quien había entregado todos sus trabajos finales ese mismo día. Aún tenía que presentar los exámenes como todos, pero tampoco le preocupaban demasiado. Estaba preparada para ellos.

Sam, quien la acompañaba por los pasillos de la universidad aquella mañana, estaba en la misma cómoda situación que ella.

— ¿Segura que podemos ver esto? — preguntó Lena, nerviosa, mientras hojeaba el cuaderno de registros del aula de computo.

El contacto que Sam había presumido que tenía, no era otro que Hugo. Un chico que no hacía más que babear por ella. La adoraba, y no tenía problema con demostrarlo. Por eso había estado tan segura de que podría conseguir no solo los registros, sino también las grabaciones de vigilancia.

— Sí — fue la respuesta de su amiga que ni siquiera apartó la mirada de la computadora donde estaba concentrada analizando las grabaciones que Hugo le había entregado en una memoria.

Lena no dijo más y siguió pasando las hojas en silencio, buscando la fecha en que el video en cuestión había sido subido a la red de la escuela. Cuando la encontró, preguntó a su amiga por la computadora en específico que estaban buscando.

— La número veintitrés. Busca quien la uso entre las diez treinta y las doce del mediodía.

Siguiendo las especificaciones, deslizó el índice sobre el papel, ayudándose a no perderse entre tantos nombres y tipos diferentes de letras.

— Maquina veintitrés — murmuraba Lena — a las diez treinta…

Su dedo se detuvo al encontrar la máquina. Y la hora de registro difería por un par de minutos. Solo había una persona que había utilizado la computadora durante ese tiempo. La letra era algo descuidada, pero esforzándose un poco, era entendible.

— Za… zat — Lena entrecerró los ojos tratando de ver mejor — ¿Zat… qué? — ¿qué demonios era lo que decía? Se preguntó Lena esforzándose por descifrar la caligrafía — ¡Zatanna! — dejó el libro de registro sobre la mesa, se enderezo en el asiento, y se preguntó a si misma — ¿Y ese quién es?

— No es un “ese” — respondió Sam que parecía sorprendida al ver las imágenes en la pantalla. Lena se acercó para mirar — Es una chica — terminó diciendo Sam, señalando la imagen en pantalla.

La pantalla estaba dividida en cuatro sectores diferentes del aula. Si los juntabas, tenía una vista de todo el lugar. No tenía sonido, y era en blanco y negro, pero la imagen era clara. Podías diferenciar los rostros de todos. En la parte superior derecha, había un unos números parpadeantes en verde, que marcaban la hora exacta de la grabación.

Sam señalaba el cuadrante izquierdo inferior. Donde una joven, a la que se le notaba perfectamente el rostro, usaba la maquina numero veintitrés.

— ¿Y esa quién es? — preguntó Lena, pero Sam no respondió.

De pronto, pareció perderse en sus pensamientos observando a aquella chica.

— Tú sabes quién es, ¿verdad? La conoces.

— Sí… — el semblante serio y pálido en el rostro de Sam no era normal.

— ¿Por qué pones esa cara? ¿Quién es?

¿Verdad o reto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora