Capítulo 13

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Habían pasado cuatro días desde que se conocieron y era la primera vez que Lena se acercaba para pedir ayuda.

— Vas a tomar el autobus naranja que pasa por la entrada principal de la universidad. Pero tienes que subirte al que diga "Ruta 2", ¿Ok? — preguntó Kara a Lena para saber si estaba entendiendo.

La chica asintió sin dejar de mirarla.

— Vas a pasar el parque, y luego de allí son... cuatro, no, tres. Espera un momento. Mejor te llevo yo.

— ¡No! — gritó Lena antes de que Kara sacara las llaves de su auto de la mochila — No quiero que me lleves. Solo quiero que me digas, cómo llegar.

— Pero es más fácil si te llevo.

— Solo dime cómo llegar— insistió Lena.

— ¿Para qué quieres ir allí?

— Tengo que hacer un trabajo en equipo y nos juntaremos en la casa de un compañe... ¡No tengo porque explicarte, solo dime como llegar!

Kara miró a la chica de ojos verdes con diversión. Tomó una servilleta de papel y le trazó un mapa sencillo.

— Aquí está el parque — señaló sobre su improvisado croquis — Vas a pasar tres cuadras, y luego el autobús dará vuelta a la derecha, son dos cuadras más y en la siguiente esquina hay una iglesia. Te bajas allí y caminas dos cuadras más hacia delante. La calle que sigue es la de la dirección que buscas.

Lena no estaba muy convencida. Pero no conocía la ciudad y no tenía a nadie más a quien pudiera preguntarle. Así que tendría que creer en la palabra de su tutora. 

Intentó tomar la servilleta con el mapa que Kara le había dibujado, pero antes de que pudiera hacerlo, la rubia lo alejó a un lado.

— ¿Segura que no quieres que te lleve? — volvió a preguntar, pero Lena negó una vez más.

— Estaré bien. Solo dame el mapa.

— Como quieras. — Kara le entrego la servilleta.

— Gracias.

Lena se despidió con una ligera sonrisa y la dejó en el mismo lugar donde la había encontrado minutos antes. Sentada en una de las mesas del jardín central de la universidad, sola, con nada más que un montón de planos regados sobre la mesa.

Kara siguió a Lena con la mirada hasta que desapareció de su campo de visión.

Tan concentrada estaba en eso, que no se dio cuenta cuando Imra llegó a sentarse junto a ella

— Hola...— la voz de la pelinegra le hiso girar la cabeza de regreso con tal rapidez que dio la impresión de haberse dislocado el cuello.

Las chicas se miraron por varios segundos sin decirse nada. Esperando a la otra. Conteniendo las palabras. 

Como dos estatuas de marfil.

Luego de esos incomodos segundos, Kara rompió el contacto visual y regresó a sus planos, dejando a Imra más confundida y angustiada de lo que ya se encontraba.

La pelinegra se removió en su asiento, mientras despedazaba una servilleta que había apretado una y otra vez con sus manos.

— ¿Kara...? — la llamó, tímidamente. Pero Kara, o no la escuchó, o decidió ignorarla, porque ni siquiera titubeo un poco en el trazo de su lápiz — Creí que... No has contestado mis mensajes.

— ¿Tenía que hacerlo? — preguntó la rubia con frialdad y sin mirar a su amiga.

Imra volvió a quedarse con las palabras atoradas entre los dientes.

¿Verdad o reto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora