Capítulo 22

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Lena caminaba por los pasillos del centro comercial en busca del local al que la habían enviado. Se distraía un poco con la ropa y los accesorios que se presentaban detrás de las vitrinas de las grandes tiendas. Pero trataba de no dejarse deslumbrar.
Nunca antes había visitado un centro comercial tan grande.
Había tiendas de todo tipo. Ropa, juguetes, discos, zapatos, libros, material de papelería, perfumería; en fin, todo lo que pudieras pensar lo podía encontrar ahí.
De hecho, ella buscaba una marquería.
El local 9 ¾.
Una referencia obvia a la historia de Harry Potter, pero bastante extraña para tratarse de un lugar como aquel.
No le faltaba mucho para llegar, cuando sin querer, chocó con una persona que salía de una de las cafeterías.
— Oh, lo lamento. No fue mi… ¿tú?
— Hola — saludó Kara, limpiando con una servilleta las gotas de café que se derramaron sobre su camisa.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó, Lena al mismo tiempo que miraba alrededor buscando al acompañante de su tutora. Pero, no había nadie conocido. Ninguna de las chicas con las que había estado hace un par de días — ¿Me estas siguiendo?
Kara se echó a reír por el comentario.
— Claro que no. Solo vine a recoger a mi sobrina a la guardería.
— ¿Tu sobrina? ¿Quieres decir que, Clark tiene hijos? — la sorpresa se reflejó en los ojos de Lena.
— Pues, a menos que tenga otro hermano, sí, Clark tiene una hija.
— ¿No es muy joven?
Kara se encogio de hombros y la miró con curiosidad, tratando de adivinar por qué parecia tan sorprendida — En realidad, no. Es mucho más grande que yo, así que...
— Entonces, ¿esta casado?— preguntó Lena con las mejillas sonrojadas.
°°°
Luego de encontrarse por casualidad, ambas caminaron por el centro comercial hacia la tienda de marcos. Kara le explicó a Lena, porque Clark tenía una pequeña niña de cuatro años.
La madre de la niña y Clark, se habían conocido mientras estudiaban en la universidad. Nunca fueron nada más que compañeros de clases. Pero, el día de la graduación, a los dos se les había pasado un poco las copas y terminaron sostenido relaciones sexuales.
Solo una noche había bastado para que aquel par engendrara una hermosa bebe.
Clark y la chica hablaron sobre interrumpir el embarazo. Él, realmente no tenía el corazón para hacerlo, pero si ella decidía que era lo mejor iba a respetar la decisión que tomara sobre su cuerpo.
Al final, juntos, decidieron seguir con la gestación.
Todo parecía normal, hasta que nació Ariella.
La mamá de su pequeña y linda sobrina, no pudo recuperarse de la depresión postparto, y al cabo de cuatro meses, los abandonó. Le dejó una carta a Clark explicando sus motivos, y donde decía que estaba segura de que la niña no podía quedar en mejores manos que las de él.
La chica desapareció. Y hasta ahora no habían vuelto a saber de ella.
— Eso solo hace mucho más encantador a tu hermano.
— ¡Puaj!— Exclamó Kara — No digas esas cosas, o voy a vomitar.
— Solo digo lo qué…
Las dos se detuvieron fuera de la entrada a la marqueria, impresionadas por la apariencia de aquella tienda.
— ¡Wow! Esto es… genial — comentó Kara, asombrada.
Era como estar frente  a la tienda de varitas de Ollivanders.
Cuando entraron, quedaron aún más maravilladas.
Sobre las paredes había retratos que se movían. Era como estar en los pasillos de Hogwarts. Cada uno de los rostros de esos retratos, los saludaba y sonreían al pasar junto a ellos al igual que en la película.
Al fondo, junto al mostrador, había un chico esperándolas.
Era muy delgado y alto. Su cabello demasiado rizado como para poder peinarlo, así que era una maraña revuelta que parecía más grande que su propia cabeza. Sonreía con amabilidad pero era un poco tetrico.
— ¿En qué puedo ayudarlas? — preguntó el joven sin dejar de sonreír.
Lena comenzó a explicarle al chico lo que deseaba hacer con una foto, mientras que Kara no dejaba de observar las cosas a su alrededor, sin prestar atención a la conversación de aquellos dos.
— Solo necesito checarlo. Esperen un momento.
Dijo el chico y desapareció por una puerta detrás del mostrador.
Kara siguió observando el lugar, hasta que sus ojos se clavaron en el timbre de mesa tipo campanilla que tienen algunas recepciones de hoteles, y que estaba sobre el mostrador. Se emocionó de inmediato. Si hubiera sido una caricatura, sus ojos se habrían hecho un par de estrellas.
Era una cosa súper linda, que gritaba por ser usada.
Kara quería tocarla, iba a tocarla, tenía que hacerlo.
No había visto una de esas más que en películas y la duda de si en verdad sonaban tan lindo como lo hacía parecer, era algo que había estado en sus pensamientos desde siempre.
¿Serviría?
Tenía que hacerlo.
Si no, por qué la pondrían sobre el mostrador a la vista de todos. Ahí, sola y llamativamente irresistible.
Estiró la mano poco a poco, y cuando estaba a un par de centímetros de saciar su extraño deseo, la detuvo el manotazo que Lena le dio.
Instintivamente, Kara recogió el brazo hacia su pecho, y se acarició el dorso con la otra mano. Luego miró a Lena mostrándole un puchero lleno de tristeza.
— Deja eso — le ordenó la más joven.
— Pero quiero tocarlo.
— Ya nos están atendiendo. Así que deja eso.
— Pero… — Kara miró de nuevo la campanilla, llena de anhelo — Es tan linda. Solo una vez.
Volvió a estirar la mano, pero Lena la detuvo sujetándola de los dedos.
Lo intentó con la otra mano, pero el resultado fue el mismo. Y así, comenzaron a pelear, por lo menos hasta el joven encargado regresó de detrás de la tienda.
En cuanto lo miraron, volvieron a sus posiciones normales y a comportarse con propiedad.
— Aquí tienes — le dijo el chico a Lena, entregándole una hoja de papel.
— Gracias — respondió Lena — Luego regresamos.
Tomó a Kara del bolsillo trasero del pantalón y la arrastro con ella a la salida.
— ¡Gran idea la de los cuadros! — gritó Kara con alegría al joven que se despedía ellas.
— Que chico tan agradable. — comentó la rubia mientras caminaba junto a Lena. Pero la chica a su lado iba demasiado concentrada en el papel que el joven le había entregado, y no prestaba atención a lo demás — Es por acá.
Kara se había detenido varios pasos atrás, señalando otro pasillo.
— ¿Qué? — preguntó Lena desconcertada.
— Mi sobrina. Te dije que venía a recogerla a la guardería. Ya es hora de la salida.
— Ah, cierto. Vamos.
Unos metros después, toparon de frente con un mar de niños qué corrian y gritaban para encontrarse con sus madres, sus padres, o en todo caso con sus niñeras.
Era un caos que desbordaba felicidad.
Lena no estaba muy acostumbrada a convivir con niños y quizá por eso percibía demasiado ruido y desorden. Parecía que a nadie más le importaba.
— ¡Tía Kara! — grito un niña surgiendo de entre los demás niños.
Era una niña de cabello largo y negro, piel blanca y ojos azules, penetrantes y llenos de felicidad.
Kara recibió a la niña con los brazos abiertos, la cargó y le dio un beso en la mejilla.
— ¿Cómo te fue hoy? — preguntó a la niña.
— Me pico un mosquito - la pequeña estiró el brazo, mostrándole una zona enrojecida.
— ¿Y tienes comezón? -preguntó Kara.
— Poquito— la niña se rasco, haciendo más evidente el enrojecimiento de su piel. Luego, miró a Lena al darse cuenta de que las observaba — ¿Quién es ella?
— Es una amiga — le respondió Kara mientras la bajaba.
Lena sonrió a la pequeña que no apartaba la mirada de ella. La niña, dio un par de pasos al frente y le tendió la mano para saludarla.
— Mi nombre es, Ariel — se presentó la niña con formalidad dejando a Lena desconcertada. Luego, esperó a que la mayor dijera algo.
Pero fue Kara quien con orgullo añadió.
— Mi sobrina se toma muy enserió todo eso de los modales.
La niña no se movió, y siguió esperando, hasta que Lena se dio cuenta de que tenía que decir su nombre y darle la mano.
— Oh, sí. Disculpa. Soy, Lena. Un gusto conocerte.
Kara comenzó a reírse, mientras la niña daba saltitos junto a ella sin impórtale nada más.
Las tres, caminaron un rato juntas, hasta que llegaron a la zona de juegos. Ariel insistió en entrar, pero Kara no quería hacerlo.
Estaban a punto de marcharse cuando, Kara vio una maquina dispensadora de chocolates réyenos de cereza y junto con Ariella saltaron emocionadas y demasiado eufóricas como para tratarse de una mujer adulta.
Apenada, Lena miró a todos lados para asegurase de que nadie hubiera visto aquella extraña escena.
Sacaron suficientes chocolates para ambas, y mientras Airel jugaba un rato, Kara y Lena se sentaron en una de las bancas de enfrente para vigilarla a la pequeña y devorar los chocolates.
— Ariel se parece mucho a mí— comenzó a decir Kara — Me recuerda mucho a un yo, más joven.
— ¿Un tú más joven?— preguntó Lena divertida — Acabado de ver cómo te emocionaste hasta el alma por una maquina dispensadora de chocolates, y antes de eso, querer hacer una travesura con la campanilla de la marqueria — Lena la miró sonriendo — Tu sobrina no me recuerda a un tú más joven. En parte, tú sigues siendo ella.
— ¡Huy! perdone usted señora madures.
Las dos se echaron a reír y luego se quedaron de nuevo en silencio, hasta que Lena volvió a hablar.
— Oye, no estaba segura de preguntártelo, pero… ¿qué se supone que pasó el otro día en el patio?
Una especie de tristeza y vergüenza se reflejó en el rostro de Kara, mientras que con un suspiro, vació sus pulmones y fijó la mirada al frente, donde su sobrina seguía jugando con un par de niñas.
— ¿Esos chicos son… tus amigos? - preguntó Lena.
— Sí. Pero no suelen comportarse de esa manera. Lo siento.
— No es necesario que te disculpes. Me parecen que no son malas personas. Bueno, no todos. Una de ellos parecía que quería arráncame la cabeza.
— Imra también es buena… la mayoría del tiempo — se apresuró a decir — Es Solo que… — Kara hizo una pausa tratando de buscar las palabras correctas para explicarle lo que estaba pasando.
— ¿Es tu novia?
La pregunta tan directa sorprendió a Kara.
— No.
— ¿Exnovia?
— No.
— ¿Quiere contigo?
— Es mi mejor amiga.
Lena sonrió y sus mejillas se pusieron rojas.
— Lo siento. Lo siento. Lo siento— no dejó de repetir moviendo la cabeza de un lado a otro — No fue mi intención…
Aquella expresión se le hizo tan tierna a Kara, que simplemente sonrió.
—  Tranquila. No pasa nada.
— Como se puso tan celosa, yo pensé que… olvídalo — se rio con nerviosismo la ojiverde — Creo que la tomó por sorpresa que llegara y me sentara junto a ti. Tal vez no debí de llegar sin saludar primero. A mí también me habría parecido extraño que una chica…
La Joven siguió hablando, pero Kara ya no la escuchaba.
Celosa. Lena había dicho que parecía que Imra se había puesto celosa de ella. Y por esa razón había pensado que era su novia, ¿qué significaba eso?
—… y después resultó que en realidad si estaba interesado en mí, ¿puedes creerlo?
— ¿Creer qué?
Lena infló los cachetes y dejo salir mucho aire por la nariz al darse cuenta que Kara no había escuchado nada de lo que le acababa de contar.
Kara sonrió, y le puso la mano sobre la cabeza.
— No te enojes. Toma, te doy un chocolate.
°°°
— ¡Hace solo unas semanas juraba estar enamorada de mí! — gritó Imra a Eve en medio del centro comercial atrayendo las miradas de las personas que pasaban junto a ellas — ¡Y ahora resulta que tiene un nuevo juguete!
— Baja la voz — le pido la más bajita.
— ¡Harmó todo ese show, y me hiso sentir como la mala de la historia! ¡Mientras que ella salía con esa mocosa desabrida y sin chiste!
— Bueno, pero ese era el plan, ¿no? Eso era lo que queríamos que pasara. Que anduviera con alguien más para que se diera cuenta de que en realidad no sentía nada por ti.
— ¡Sí!
— ¿Entonces por qué estás tan enojada? Esa chica no te ha hecho nada, y da la impresión de que la odias.
— ¡Claro que la odio!
— ¿Por qué?
— No lo sé.
— Vamos, Imra, deja de actuar de esa manera.
— ¿Actuar? ¡Quien estuvo actuando todo este tiempo fue Kara! Primero me besa. Luego, viene y dice estar locamente enamorada de mí. Jura que siente algo por mí. Provoca que nos pelemos y luego, de buenas a primeras ya está saliendo con cualquier tipa que se le cruza por enfrente. Vaya que tiene muy claro lo que quiere.
— ¿Y tú? — Imra se detuvo en seco — ¿Tienes muy claro lo que en verdad quieres?
— ¿Qué clase de pregunta es esa? — cuestiono Imra.
— Me da la impresión de que estás enojada porque Kara no está realmente enamorada de ti.
— No digas tonterías.
— Si no es eso, entonces ¿qué es realmente lo que te molesta?
— No sé. Yo Solo…
Imra no dijo más porque frente a ella, estaba una escena que hizo que las tripas se le revolvieran y el pecho se le comprimiera.
Ahí estaba Kara, junto a esa chica que había visto por primera vez un par de días atrás.
Kara, tenía una mano sobre la cabeza de la joven, y le ofrecía algo con la mano que tenía libre. Algo le dijo a la chica. Algo que Imra no fue capaz de entender. Lo que sí pudo distinguir, fue como las dos sonreían, mientras la joven tomaba lo que Kara le estaba dando y como al final, cuando Kara pasó uno de los brazos sobre el cuello de aquella niña y se marchaban juntos.
Eso hizo hervir más la sangre de Imra. Apretó los puños y los dientes, dio media vuelta y con paso firme avanzó hacia los elevadores.
— ¿Qué es lo que vas a hacer? — pregunto Eve, deteniéndola del brazo, ya que había visto lo que acaba de pasar.
— Hablar con la imbécil de Lucy.

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