Una tarde nevada, Seojun estaba sentado junto a la reja de la puerta de su celda. Sin querer, se inclinó demasiado hacia adelante y se golpeó la nariz contra los fríos barrotes metálicos. Seojun se llevó la mano a la cara, sintiendo el calor de la sangre que comenzaba a brotar. Su respiración se aceleró, y sus ojos se llenaron de terror al ver la sangre por primera vez.
—N-no... no... —murmuró, tratando de hablar mientras se tocaba la nariz con desesperación. Sus palabras eran torpes, como las de un niño pequeño que apenas está aprendiendo a hablar.
Seojun no sabía qué hacer. Estaba asustado y confundido, sus manos temblaban mientras trataba de limpiar la sangre con su sucia manga. Sin embargo, su atención se desvió cuando escuchó voces que se acercaban desde el pasillo.
—¿Crees que encontraremos algo útil aquí, padre? —preguntó Jiho, un joven de unos veinte años, mientras caminaba junto a su padre entre los escombros del antiguo laboratorio.
—No estoy seguro, Jiho, pero este lugar está abandonado desde hace meses. Quizás algo interesante quedó atrás —respondió su padre, mientras miraba con curiosidad las ruinas a su alrededor.
Seojun, al oír las voces, sintió una mezcla de miedo y esperanza. Extendió su mano a través de la reja, intentando moverla lo suficiente para llamar la atención de los recién llegados. Su mano temblorosa rozó el metal frío, haciendo un leve ruido.
—Padre, ¡creo que vi algo moverse allá! —exclamó Jiho, señalando hacia la celda donde Seojun estaba.
El padre de Jiho frunció el ceño y comenzó a avanzar hacia la dirección que su hijo le había indicado. Ambos se acercaron, sorteando escombros y restos quemados.
—No puede ser... ¿Alguien sigue aquí? —murmuró el padre, incrédulo, mientras apartaba algunos escombros que bloqueaban el camino.
Finalmente, llegaron a la celda y se encontraron con una visión que nunca olvidarían. Ahí, tendido en el suelo, estaba Seojun, desvanecido y con rastros de sangre en su rostro.
—¡Padre, rápido! ¡Tenemos que ayudarlo! —exclamó Jiho, arrodillándose junto a Seojun.
—Espera... Cuidado, Jiho, puede estar herido gravemente —dijo el padre, revisando el estado del joven con cautela.
Seojun, con un esfuerzo titánico, abrió los ojos y trató de hablar. Sus labios se movieron, pero las palabras salieron entrecortadas y apenas audibles.
—Ay-... a-yu-da... —murmuró, con la mirada perdida y el cuerpo agotado.
—Tranquilo, muchacho, estamos aquí para ayudarte —le aseguró Jiho, con suavidad en su voz.
El padre de Jiho asintió y rápidamente comenzó a improvisar un plan para sacar a Seojun de ese lugar, sabiendo que cada segundo contaba para salvar al joven que habían encontrado en condiciones tan deplorables.
Jiho observó con preocupación cómo su padre sacaba al joven de 18 años de la celda. Aunque Jiho tenía solo un año más que Seojun, lo veía como a un niño extraño y frágil cuando lo sacaron de ese lugar oscuro y desolado.
—Cuidado, Jiho, agárralo con firmeza, pero sin lastimarlo —dijo Min mientras le pasaba el cuerpo desmayado de Seojun.
Jiho asintió, tomando a Seojun con delicadeza en sus brazos. Sentía lo ligero que era, casi como si el muchacho hubiera sido vaciado de toda su vida y energía. Salieron rápidamente del lugar, y Min abrió la puerta del coche, dejando que Jiho acomodara a Seojun en el asiento trasero.
—Vamos a llevarlo a casa —decidió Min mientras se ponía al volante.— Tu madre sabrá qué hacer con él. No podemos dejarlo en un hospital, no con el estado en el que lo encontramos.

ESTÁS LEYENDO
The power of fate
Mystery / ThrillerEn 1992, un niño de 6 años fue secuestrado por un grupo de científicos sin escrúpulos que operaban al margen de la ley. Su objetivo era llevar a cabo un experimento secreto y prohibido, diseñado para manipular y controlar las características de los...