The power of fate

13

Después de un rato, Jiho y Min-ho decidieron que lo mejor sería darle una ducha a Seojun. Ambos sabían que necesitaba estar limpio y sentirse más cómodo después de todo lo que había pasado. Con cuidado, llevaron a Seojun al baño, donde llenaron la tina con agua tibia.

—Vamos a darte un buen baño— dijo Min-ho en un tono suave, guiando a Seojun para que se sentara en la tina. Seojun, aunque al principio mostró algo de resistencia, finalmente se dejó guiar, sus movimientos lentos y débiles.

El agua tibia envolvió a Seojun, y poco a poco, comenzó a relajarse en la tina. Min-ho tomó una esponja y empezó a limpiarlo con delicadeza, eliminando la suciedad y el polvo que se había acumulado en su piel durante tantos meses de abandono. Cada movimiento era cuidadoso, asegurándose de no lastimarlo.

Mientras tanto, Jiho se encargaba de su cabello. Con un poco de champú, empezó a frotar suavemente, haciendo espuma entre sus manos. Al principio, el agua que caía del cabello de Seojun era gris, llena de la suciedad acumulada. Pero a medida que Jiho continuaba lavando, el verdadero color del cabello de Seojun comenzó a emerger, un blanco puro que contrastaba con la suciedad que lo había cubierto.

—Mira eso, — susurró Jiho, impresionado por el cambio. —Tu cabello es hermoso.

Seojun no respondió de inmediato, pero sus ojos azules, que habían estado apagados y llenos de miedo, comenzaron a brillar con una intensidad renovada. Jiho se inclinó un poco más para enjuagar el champú, dejando que el agua limpia terminara de arrastrar la suciedad.

Mientras el agua corría por su cabello, Seojun cerró los ojos. Sus labios comenzaron a moverse, y de repente, una palabra salió suavemente de su boca, casi como un susurro.

—Mamá...

La palabra era tan suave y débil que casi se perdió en el sonido del agua, pero Min-ho y Jiho la escucharon claramente. Ambos se detuvieron en seco, sorprendidos. Era la primera palabra coherente que escuchaban de Seojun, y el peso de esa palabra los dejó momentáneamente sin palabras.

Min intercambió una mirada con Jiho, ambos sin saber cómo reaccionar ante lo que acababan de escuchar. La emoción en la voz de Seojun, aunque apenas perceptible, era evidente. Algo en él había sido despertado, un recuerdo, una sensación, tal vez un anhelo profundo que había estado enterrado durante todo ese tiempo.

—Tranquilo, — dijo Jiho, tratando de mantener su voz calmada mientras seguía enjuagando su cabello. —Estamos aquí para ti.

Seojun abrió los ojos, sus pupilas se movían con rapidez, como si tratara de procesar dónde estaba y quiénes eran esas personas a su alrededor. Pero en lugar de resistirse, simplemente asintió con un ligero movimiento de cabeza, permitiendo que los dos hombres continuaran cuidándolo.

Min-ho, que hasta ese momento había mantenido una fachada de calma, sintió un nudo en la garganta al ver la vulnerabilidad de Seojun. No era solo el estado físico en el que se encontraba, sino también el profundo dolor emocional que esa simple palabra revelaba.

—Todo estará bien, — dijo Min-ho con voz temblorosa, pero llena de determinación. — No te preocupes. Estamos aquí para ayudarte.

Seojun, que había estado a punto de llorar, dejó que una lágrima solitaria cayera por su mejilla, mezclándose con el agua de la tina. Mientras Jiho continuaba lavando su cabello, Seojun permitió que sus emociones salieran a la superficie, su voz temblorosa mientras murmuraba esa palabra una vez más.

—Mamá...

El dolor y la soledad que Seojun había soportado durante tanto tiempo parecían reflejarse en esa única palabra. Aunque no entendían completamente su historia, Min-ho y Jiho sabían que habían dado un paso importante hacia la recuperación de Seojun. Ahora, más que nunca, estaban decididos a ayudarlo a sanar y brindarle el apoyo que tanto necesitaba.