16

1 0 0
                                    

Jiho levantó a Haneul con cuidado, sintiendo lo liviano que era, aunque sabía que el chico tenía 18 años. A pesar de su edad, Haneul parecía atrapado en la mente de un niño pequeño, apenas consciente del mundo a su alrededor. Lo llevó al comedor, donde su madre ya estaba preparando la mesa con platos de comida.

-Vamos a comer, Haneul -dijo la madre de Jiho, sonriéndole amablemente mientras comenzaba a cortar la comida en trozos pequeños y los acercaba a Haneul, quien observaba todo con una mezcla de curiosidad infantil y confusión.

Haneul miraba la comida y los utensilios con los ojos grandes y desorientados. Sus manos temblaban un poco al tratar de agarrar el tenedor, pero la madre de Jiho lo ayudaba con paciencia, guiando sus movimientos.

-Muy bien, Haneul -le decía suavemente-. Poco a poco, te irás sintiendo mejor.

Mientras tanto, el padre de Jiho estaba en su oficina, frente a la computadora, buscando desesperadamente información sobre Haneul. Había revisado bases de datos, archivos antiguos y contactado a varias personas, pero no encontraba nada. Era como si Haneul no existiera.

-¿Cómo es posible...? -murmuró frustrado, pasando una mano por su rostro-. Este chico tiene que tener algún registro, alguna pista...

A pesar de sus esfuerzos, seguía sin obtener resultados. La falta de información sobre Haneul solo incrementaba su preocupación, preguntándose qué había pasado con el chico para que no hubiera ningún rastro de él.

Mientras esto sucedía, Jiho seguía observando a Haneul, quien comía lentamente bajo la supervisión de su madre. La expresión de Haneul, aunque más tranquila, seguía mostrando esa desconexión con la realidad, como si estuviera atrapado en un tiempo que ya había pasado.

-Mamá, ¿puedes quedarte con él un momento? -preguntó Jiho, levantándose de la mesa.

-Claro, hijo. ¿Vas a salir?

-Sí, había quedado con un amigo para juntarnos un rato... pero no me tardaré -dijo Jiho, sintiendo un poco de culpa por dejar a Haneul, pero sabiendo que también necesitaba despejarse.

-Está bien, yo cuidaré de Haneul -respondió su madre, entendiendo que Jiho también necesitaba su espacio.

Jiho salió de la casa, dejando a Haneul al cuidado de su madre, aunque no podía evitar preocuparse por el chico. Había quedado con su amigo para tomar algo y despejar su mente, pero sabía que su pensamiento seguiría volviendo a Haneul y la situación tan extraña en la que se encontraba.

Jiho salió de la casa con un peso en el pecho que no lograba sacudirse. Caminó por las calles hasta llegar a un pequeño motel en las afueras de la ciudad, un lugar discreto donde solía encontrarse con su "mejor amigo", Yejun. Jiho entró en la habitación del motel y se dejó caer en la cama, exhausto. Yejun, recostado sobre la cama, lo miró con una mezcla de preocupación y deseo.

-Parece que has tenido un mal día. ¿Te gustaría olvidarlo un rato?

Jiho asintió con un suspiro, sintiéndose aliviado de estar en compañía de Yejun. Sin previo aviso, Yejun se inclinó y besó a Jiho con una intensidad creciente. Jiho respondió al beso, sintiendo cómo el calor y la urgencia del momento lo envolvían.

-Esto... es justo lo que necesitaba.

Yejun, aún besando a Jiho, deslizó sus manos por la camisa de Jiho y la desabrochó con cuidado. Luego, con una mano libre, comenzó a bajar lentamente el pantalón de Jiho, deslizándolo suavemente.

-Solo déjate llevar, Jiho. Vamos a olvidarnos de todo por un momento.

Jiho se tensó ligeramente al sentir el movimiento, pero la urgencia y el deseo de Yejun lo hicieron relajar. Yejun continuó besando a Jiho con intensidad, mientras sus manos exploraban el cuerpo de Jiho con delicadeza pero firmeza.

-¿Te sientes bien?

Jiho asintió, jadeando mientras Yejun deslizaba la mano por su cuerpo. La sensación de los labios de Yejun contra su piel, junto con la mano que exploraba, hacía que Jiho se sintiera cada vez más sumido en el momento. Yejun comenzó a quitarse la camisa lentamente, sin apartar su mirada de Jiho, y continuó besándolo con urgencia y pasión.

-Voy a hacer que te olvides de todo, Jiho. Solo confía en mí.

Jiho gemía suavemente en respuesta, sintiendo cómo el cuerpo de Yejun se movía sobre el suyo, creando una conexión física que lo distraía de sus preocupaciones. Yejun desabrochó lentamente el pantalón de Jiho y lo deslizó hacia abajo, acariciando la piel expuesta mientras continuaba besándolo.

-Te quiero aquí conmigo, Jiho. Solo déjate llevar.

La habitación se llenó de sonidos de deseo y la atmósfera se volvió aún más íntima. Yejun comenzó a explorar el cuerpo de Jiho con más cuidado, asegurándose de que ambos se sintieran cómodos mientras buscaban alivio en su cercanía. Jiho se aferró a los hombros de Yejun, sintiendo cómo la intensidad del momento lo envolvía por completo.

-Esto... es todo lo que necesito ahora mismo.

Yejun asintió, continuando con el acto con delicadeza, concentrándose en ofrecer a Jiho un escape temporal de su estrés y preocupaciones. Ambos se sumergieron en la experiencia, encontrando consuelo y liberación en la compañía mutua.

Después de unos minutos, Jiho salió del motel, apagando el cigarro que había estado fumando. Se sentía decidido a llevar a cabo un plan que había estado considerando. Esa misma noche, se proponía devolver a Haneul al lugar donde lo encontraron.

Al llegar a casa, actuó con normalidad frente a sus padres, quienes estaban tranquilos. Haneul seguía dormido en la habitación de Jiho. A la hora de dormir, la casa estaba en silencio y en completa oscuridad.

Jiho salió sigilosamente de su habitación y se dirigió al cuarto donde guardaba una mochila. La llenó con algunos suministros básicos: agua y comida. Luego, tomó las llaves del coche de su padre y se dirigió de nuevo a la habitación de Haneul.

-Lo siento, Haneul, pero tengo que hacerlo.

Con cuidado, Jiho levantó a Haneul, envolviéndolo en una manta. Haneul se movió ligeramente, pero siguió dormido, ajeno a los planes de Jiho.

Jiho salió de la casa y se dirigió al coche, con la mochila y Haneul en brazos. Encendió el motor del coche y condujo hacia las ruinas del laboratorio, determinado a devolver a Haneul al lugar donde había comenzado todo.

Al llegar a las ruinas del laboratorio, Jiho estacionó el coche y bajó con cuidado. Llevó a Haneul, envuelto en una manta, hasta el interior del edificio abandonado. La oscuridad y el silencio del lugar le dieron un aire aún más sombrío.

Jiho llegó hasta la celda donde había encontrado a Haneul anteriormente. Acostó a Haneul en la cama, dejando la mochila con agua y comida al lado. Observó a Haneul, quien seguía sentado en la cama con la mirada perdida.

-Lo siento, Haneul. No quería hacer esto, pero es lo mejor.

Jiho se movió rápidamente hacia la puerta de la celda, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de cerrar la reja con un fuerte clic. Cuando Haneul se dio cuenta de que estaba encerrado, se levantó de la cama con desesperación.

-¡No, no, por favor!

Haneul chocó contra la reja, su rostro lleno de miedo y confusión. Extendió sus manos a través de los barrotes, tratando de alcanzar a Jiho, quien estaba al otro lado. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras lloraba incontrolablemente.

-¡No, no, por favor!

Jiho, con el corazón en un puño, se giró lentamente para salir del laboratorio. La desesperación de Haneul resonaba en sus oídos mientras se alejaba, sintiendo la tristeza de su decisión pero creyendo que estaba haciendo lo correcto.

The power of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora