Era ya de noche, y el departamento estaba sumido en una tranquilidad apacible. La única luz provenía de la luna que se filtraba suavemente por las cortinas, iluminando tenuemente la habitación donde Jiho y Haneul dormían.
Jiho, sin poder evitarlo, observaba a Haneul dormir, como lo había hecho en tantas noches antes. Había algo reconfortante en la forma en que Haneul respiraba suavemente, en cómo sus labios se curvaban ligeramente en una sonrisa mientras soñaba. Cada noche, esta visión le llenaba el corazón de una paz indescriptible.
Pero esta vez, para su sorpresa, Haneul abrió los ojos, pillando a Jiho en el acto. Jiho se sonrojó un poco, pero no apartó la mirada, manteniendo esa sonrisa cálida que siempre reservaba para él.
—¿Por qué me miras así? —preguntó Haneul con voz somnolienta, mientras estiraba una mano para darle un suave golpe en la cabeza a Jiho.
Jiho soltó una risa baja, frotándose el lugar donde Haneul lo había golpeado, más por efecto dramático que por verdadero dolor.
—No puedo evitarlo —respondió, aún sonriendo—. Te ves adorable cuando duermes.
Haneul puso los ojos en blanco, pero había un leve rubor en sus mejillas. No podía ocultar lo halagado que se sentía, aunque siempre intentaba fingir indiferencia.
—Tengo hambre —anunció de repente, con un tono que no admitía discusión.
Jiho arqueó una ceja, divertido.
—Pero acabas de cenar hace 30 minutos —le recordó, aunque ya sabía lo que venía.
Haneul frunció el ceño y, sin perder tiempo, le dio otro golpe en la cabeza, esta vez un poco más fuerte.
—¡Te dije que tengo hambre! —insistió, haciendo un puchero.
Jiho no pudo contener la risa. La situación era tan tierna que, en lugar de molestarse, se sintió aún más enamorado de Haneul.
—Está bien, está bien —dijo levantando las manos en señal de rendición—. Vamos a la cocina a ver qué encontramos.
Haneul, aún con su puchero, asintió y se sentó en la cama, esperando que Jiho lo ayudara a levantarse. Jiho, aún sonriendo, lo tomó de la mano y lo guió hacia la cocina, decidido a satisfacer cualquier antojo que su amado tuviera, sin importar la hora.
Mientras caminaban, Jiho no podía evitar pensar en lo afortunado que era de tener a Haneul a su lado, y cómo, a pesar de las pequeñas travesuras y los golpes en la cabeza, cada momento con él era un regalo.
Jiho terminó de preparar un pequeño refrigerio para Haneul, algo sencillo pero suficiente para satisfacer su hambre repentina. Le sirvió un plato con frutas frescas y un sándwich ligero, decorando todo con un poco de esmero. A pesar de la hora, no podía evitar querer hacer algo especial para Haneul, incluso si se trataba de una comida a medianoche.
Se sentó frente a la mesa, observando a Haneul mientras este comenzaba a comer. Había algo hipnótico en la forma en que Haneul masticaba lentamente, como si estuviera disfrutando cada bocado con una concentración y una tranquilidad que Jiho encontraba irresistible.
Haneul, ajeno a la intensidad con la que Jiho lo miraba, seguía comiendo con la misma calma, sin prisas. Para él, aquella comida no era solo para saciar su hambre, sino también una forma de disfrutar del cariño que Jiho había puesto en cada detalle.
Cada movimiento de Haneul parecía orquestado para derretir el corazón de Jiho. La forma en que sus labios rosados se curvaban cuando encontraba algo particularmente delicioso, el brillo en sus ojos cuando se daba cuenta de lo bueno que estaba el bocado. Jiho se mordió el labio, tratando de contener la sonrisa tonta que se le formaba en el rostro.
Era tan bello, tan perfecto, que Jiho casi sentía que podría morir de ternura en cualquier momento.
Haneul levantó la mirada y, al notar cómo Jiho lo miraba, se detuvo, con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—¿Por qué me miras así? —preguntó, ligeramente sonrojado.
Jiho se rió suavemente, encogiéndose de hombros.
—Es que… te ves tan adorable que no puedo dejar de mirarte —confesó sin reservas, sus ojos brillando con una mezcla de amor y devoción.
Haneul bajó la mirada, su rubor intensificándose mientras trataba de ocultar una sonrisa. Aunque intentara parecer indiferente, siempre le conmovía lo sincero que Jiho era con sus sentimientos.
—Eres un tonto —murmuró, tomando otro bocado para esconder su sonrojo.
Jiho rió, pero no apartó la mirada. Sabía que Haneul le decía eso con cariño, y eso solo lo hacía más encantador.
—Sí, soy un tonto… pero soy un tonto que te ama —respondió con suavidad, sintiéndose más afortunado que nunca de poder compartir esos momentos con él.
Haneul levantó la vista y le dedicó una sonrisa tímida, sintiéndose en paz y contento en ese momento íntimo que solo pertenecía a ellos dos.
Después de unos momentos en silencio, mientras Haneul seguía disfrutando de su comida, Jiho recordó que tenía un caso pendiente por revisar. Su sonrisa se desvaneció ligeramente mientras se ponía de pie, consciente de que el trabajo no podía esperar, aunque quisiera seguir disfrutando de la compañía de Haneul.
—Voy a buscar unos archivos que necesito revisar —dijo Jiho, acariciando suavemente la cabeza de Haneul antes de ir a su estudio.
Haneul asintió, masticando lentamente mientras lo observaba alejarse. Aunque entendía que Jiho tenía responsabilidades, una parte de él deseaba que pudieran pasar más tiempo juntos sin que el trabajo interfiriera.
Unos minutos después, Jiho regresó con un pequeño montón de documentos y una carpeta. Se sentó de nuevo en la silla frente a la mesa, colocando los papeles a su lado mientras observaba a Haneul, quien ya había terminado su comida y ahora se dedicaba a juguetear con el tenedor.
—No tienes que quedarte aquí si estás ocupado —comentó Haneul en un tono suave, sintiendo un poco de culpa por haberlo distraído.
Jiho negó con la cabeza, esbozando una sonrisa tranquila.
—No me molesta estar aquí contigo mientras trabajo —respondió con sinceridad, acomodándose en la silla—. Además, me concentro mejor cuando estoy cerca de ti.
Haneul sonrió ligeramente, sintiéndose agradecido por el esfuerzo que Jiho hacía para estar a su lado. Aunque no dijo nada más, el calor en su pecho era evidente mientras lo observaba.
Jiho abrió la carpeta y comenzó a revisar los archivos con detenimiento, sumergiéndose rápidamente en los detalles del caso. Sin embargo, cada pocos minutos levantaba la vista para asegurarse de que Haneul estaba bien, como si necesitara verificar que todavía estaba allí, con él.
Haneul, por su parte, se quedó sentado en la mesa, observando a Jiho con una mezcla de admiración y cariño. Verlo trabajar tan concentrado le recordaba lo comprometido y responsable que era, y eso solo aumentaba su amor por él.
—¿Estás seguro de que no te molesto? —preguntó Haneul en voz baja, aún preocupado de ser una distracción.
Jiho levantó la vista y, con una sonrisa que dejaba ver todo su afecto, negó una vez más.
—No, Haneul. No podrías molestarme nunca —respondió con suavidad—. Me haces sentir… tranquilo. Y eso es lo que más necesito ahora mismo.
Haneul asintió, sintiéndose más relajado. Se acomodó en su silla, contento de simplemente estar ahí, acompañando a Jiho en silencio. Aunque Jiho estaba absorto en su trabajo, había una conexión tácita entre ellos, una presencia compartida que hacía que ambos se sintieran en paz.
El silencio entre ellos no era incómodo; al contrario, era cálido, un recordatorio constante de que, sin importar cuán ocupados o distraídos estuvieran, siempre tendrían un espacio reservado en el mundo del otro.
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The power of fate
غموض / إثارةEn 1992, un niño de 6 años fue secuestrado por un grupo de científicos sin escrúpulos que operaban al margen de la ley. Su objetivo era llevar a cabo un experimento secreto y prohibido, diseñado para manipular y controlar las características de los...