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La noche avanzaba rápidamente, y el reloj marcaba las 2 de la mañana. La fiesta seguía en pleno apogeo, con risas y conversaciones animadas llenando la casa. Los amigos de Jiho, ahora un poco más desinhibidos por el alcohol, charlaban entre ellos mientras las bebidas iban y venían. Jiho, aunque no era de los que bebían mucho, se permitía relajarse en su cumpleaños, disfrutando de la compañía de sus amigos y de Haneul.

Mientras todos estaban ocupados, Haneul, quien nunca había experimentado una fiesta de este tipo, decidió que necesitaba un poco de agua. Se levantó silenciosamente y se dirigió a la cocina, buscando algo refrescante para beber. Al llegar, observó las botellas alineadas en la encimera, pero no estaba seguro de cuál contenía agua. Sin pensar mucho, agarró una botella con un líquido transparente, asumiendo que era agua.

Sirvió un poco en un vaso y, sin detenerse a olerlo o probarlo, se lo bebió de un solo trago. El sabor fue extraño, muy distinto a lo que esperaba. El líquido quemó suavemente mientras bajaba por su garganta, y Haneul hizo una mueca, sorprendido por la sensación. Sin embargo, no le dio mucha importancia y dejó el vaso en la encimera antes de regresar a la sala.

Lo que Haneul no sabía era que había tomado un sorbo de vodka puro, una bebida que nunca antes había probado. Los efectos no tardaron en aparecer. Mientras caminaba de regreso hacia donde estaban todos, comenzó a sentir una extraña ligereza en su cuerpo, como si el suelo bajo sus pies se estuviera volviendo más blando y el mundo a su alrededor se moviera de manera inusual. Su mente, normalmente clara y alerta, empezó a volverse confusa y sus pensamientos se volvían lentos.

Cuando llegó a la sala, Jiho notó inmediatamente que algo estaba mal. Haneul se tambaleaba ligeramente, y sus ojos, normalmente llenos de curiosidad y concentración, ahora estaban vidriosos, con una sonrisa boba en su rostro.

—Haneul, ¿estás bien? —le preguntó Jiho, acercándose rápidamente a él.

Haneul solo se rió, una risa suave y desinhibida que Jiho nunca había oído antes.

—Jiho, todo está... todo se siente... divertido —dijo Haneul, arrastrando un poco las palabras mientras se apoyaba pesadamente en él.

Jiho frunció el ceño, preocupado. Se inclinó para oler el aliento de Haneul y se dio cuenta de inmediato de lo que había pasado.

—¿Tomaste vodka? —le preguntó, ya sabiendo la respuesta.

Haneul asintió lentamente, como si le costara procesar la pregunta. Jiho suspiró, preocupado por la reacción de Haneul al alcohol, ya que no sabía cómo afectaría a su cuerpo.

—Vamos, necesitas descansar —le dijo Jiho, guiándolo cuidadosamente hacia su habitación. Los demás en la fiesta apenas notaron la retirada de Jiho y Haneul, ocupados en sus propias conversaciones.

Cuando llegaron a la habitación, Jiho ayudó a Haneul a sentarse en la cama. Haneul seguía riendo suavemente, su cuerpo relajado y su mente nublada por el alcohol. Jiho se sentó a su lado, asegurándose de que estuviera cómodo.

—No deberías beber cosas que no conoces, Haneul —le dijo Jiho en tono suave pero firme—. El alcohol no es algo que deberías tomar a la ligera.

Haneul asintió, aunque no parecía entender completamente lo que Jiho le estaba diciendo. Solo miraba a Jiho con una expresión de adoración, como si todo lo que importara en ese momento fuera la cercanía de su Alfa.

Jiho se quedó a su lado, acariciando suavemente su cabello hasta que Haneul, finalmente agotado por la confusión y el alcohol, se quedó dormido. Mientras lo observaba, Jiho no pudo evitar sentir una mezcla de ternura y preocupación. Sabía que cuidar de Haneul implicaba más que solo protegerlo físicamente; también significaba enseñarle sobre el mundo, sobre lo bueno y lo malo, y asegurarse de que siempre estuviera a salvo.

Con un suspiro, Jiho se acomodó a su lado, decidido a no dejarlo solo mientras dormía, consciente de que la noche todavía guardaba sorpresas, y que Haneul necesitaba todo el apoyo que pudiera ofrecerle.

La fiesta seguía en la sala, las risas y las conversaciones apenas se detenían, pero Jiho no estaba con sus amigos, sino en su habitación cuidando de Haneul. Aunque la preocupación por lo que Haneul había bebido lo mantenía alerta, ver a su Omega tan tranquilo y relajado en sus brazos también le provocaba un sentimiento de ternura.

Haneul, bajo el efecto del vodka, había caído rápidamente en un sueño profundo. Jiho lo miraba dormir, con una expresión de calma que contrastaba con la preocupación que sentía. Sabía que el alcohol no era algo que Haneul hubiera experimentado antes, y se preguntaba cómo reaccionaría su cuerpo.

De repente, Haneul comenzó a moverse incómodo, sus manos apretando el edredón. Jiho sintió que el cuerpo de Haneul se tensaba, y su respiración, que había sido lenta y regular, se volvió más rápida y superficial.

—Haneul, ¿estás bien? —preguntó Jiho suavemente, sin querer sobresaltarlo.

Pero Haneul no respondió. En lugar de eso, se llevó una mano al estómago y su rostro se contrajo en una mueca de incomodidad. Antes de que Jiho pudiera hacer algo, el cuerpo de Haneul se convulsionó ligeramente y, sin poder evitarlo, vomitó en la cama.

Jiho reaccionó de inmediato, ayudando a Haneul a inclinarse hacia un lado para que no se ahogara. Su preocupación aumentó al ver lo mal que Haneul se veía. El Omega temblaba ligeramente, su rostro estaba pálido, y sus ojos, aunque todavía medio cerrados por el sueño, mostraban incomodidad y confusión.

—Tranquilo, Haneul, ya pasó —le dijo Jiho en un tono suave y tranquilizador, mientras acariciaba su espalda.

Haneul, medio despierto y medio dormido, parecía no comprender del todo lo que acababa de pasar. Se acurrucó más cerca de Jiho, buscando consuelo en su calor y su olor familiar.

—Lo siento... Jiho... —murmuró Haneul débilmente, con un tono que transmitía tanto vergüenza como malestar.

—No te preocupes por eso, está bien —respondió Jiho, dándole un beso en la frente—. Vamos a limpiarte y cambiar las sábanas. Después podrás descansar mejor.

Jiho se movió con cuidado, levantando a Haneul de la cama y llevándolo al baño. Haneul apenas tenía fuerzas para sostenerse, así que Jiho lo ayudó a enjuagarse la boca y a limpiarse. Luego, cambió las sábanas lo más rápido posible, sin dejar que Haneul se sintiera solo o incómodo.

Una vez que todo estuvo en orden, Jiho ayudó a Haneul a volver a la cama. Haneul, agotado, apenas pudo mantener los ojos abiertos.

—Descansa, Haneul. Estoy aquí contigo —le susurró Jiho, acostándose a su lado y envolviéndolo con sus brazos.

Haneul asintió levemente, acurrucándose más cerca de Jiho antes de quedarse profundamente dormido otra vez, esta vez con la tranquilidad de estar en los brazos de su alfa, sabiendo que Jiho lo cuidaría pase lo que pase. Mientras tanto, Jiho, con el corazón apretado, decidió que no lo dejaría solo hasta estar seguro de que se sentía mejor, su preocupación eclipsando cualquier otra cosa que pudiera estar pasando en la fiesta que seguía al otro lado de la puerta.

The power of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora