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El tribunal estaba lleno de murmullos cuando Jiho llegó, justo a tiempo. La atmósfera era tensa, y todas las miradas se dirigieron hacia él cuando entró por la puerta. Vestido con su impecable traje oscuro y portando una expresión de determinación, Jiho irradiaba confianza. Con paso firme, se acercó al estrado, donde su cliente ya lo esperaba nervioso.

—Abogado Choi, por favor, proceda —dijo el juez, quien reconoció de inmediato a Jiho y señaló que la audiencia debía comenzar.

Jiho asintió con respeto, y tras tomar asiento, organizó rápidamente los documentos en la mesa frente a él. El caso era complejo, una disputa comercial que involucraba la violación de un contrato importante. La compañía que Jiho representaba estaba siendo acusada de incumplimiento, y las consecuencias podrían ser devastadoras tanto financieramente como para la reputación de su cliente.

—Honorables miembros del jurado, hoy estamos aquí para desenredar la verdad en medio de un mar de acusaciones —comenzó Jiho, su voz resonando con claridad en la sala—. Mi cliente, la Compañía Hanseo, ha sido injustamente acusada de incumplimiento contractual. Pero como pronto demostraré, estas acusaciones no solo son infundadas, sino que también son el resultado de una interpretación errónea de los términos acordados por ambas partes.

Jiho procedió a presentar su caso con una elocuencia que capturó la atención de todos en la sala. Expuso los detalles del contrato, subrayando las cláusulas que demostraban que su cliente había actuado dentro de los límites de lo acordado. Cada punto fue respaldado con pruebas documentales, que Jiho presentó de manera meticulosa, asegurándose de que todo fuera claro y comprensible para el jurado.

Durante el contrainterrogatorio, Jiho demostró su habilidad para mantener la calma bajo presión. Cuando el abogado de la parte contraria intentó poner en entredicho la credibilidad de su cliente, Jiho intervino con preguntas agudas que revelaron inconsistencias en los testimonios de los testigos. Su habilidad para encontrar puntos débiles en los argumentos de la oposición fue evidente, y no dejó que ningún detalle pasara desapercibido.

—Señor Park —dijo Jiho dirigiéndose al principal testigo de la acusación—, en su declaración anterior, mencionó que la Compañía Hanseo incumplió con el plazo de entrega. Sin embargo, según esta correspondencia que presentó usted mismo, hay un acuerdo mutuo para una extensión del plazo. ¿Podría explicarnos esta aparente contradicción?

El testigo titubeó, buscando una respuesta coherente, pero la precisión con la que Jiho había presentado su argumento hizo que fuera imposible negar la evidencia.

A medida que el juicio avanzaba, quedó claro que Jiho no solo estaba defendiendo a su cliente, sino que estaba desmantelando meticulosamente el caso de la parte contraria. Con cada intervención, su confianza crecía, y su control sobre la sala se hacía más evidente. Los miembros del jurado intercambiaban miradas de aprobación, claramente influenciados por la presentación lógica y bien estructurada de Jiho.

Finalmente, tras horas de intenso debate, Jiho presentó su conclusión:

—Honorables miembros del jurado, hemos visto cómo la verdad ha salido a la luz. Mi cliente ha sido fiel a sus compromisos, y cualquier intento de manchar su reputación no se basa en hechos, sino en malentendidos y mala fe. Les pido que vean más allá de las acusaciones infundadas y que lleguen al único veredicto justo: la absolución de mi cliente.

El juez asintió solemnemente antes de convocar un receso para que el jurado deliberara. Jiho se retiró a su asiento, dejando escapar un suspiro de alivio. Había dado todo en su presentación, y ahora solo quedaba esperar.

Horas más tarde, cuando el jurado regresó con su veredicto, Jiho se mantuvo firme, pero en su interior, sentía una mezcla de ansiedad y esperanza. Cuando el presidente del jurado pronunció el veredicto de “no culpable”, Jiho sintió una ola de alivio y satisfacción.

—El caso se cierra —anunció el juez, y con un golpe de su martillo, la sala estalló en murmullos y aplausos.

Jiho se giró hacia su cliente, quien lo miraba con gratitud y alivio. Se levantaron y se estrecharon las manos, sabiendo que habían logrado una victoria importante.

Al salir del tribunal, Jiho sintió una oleada de orgullo. El trabajo que había realizado no solo había salvado a su cliente, sino que también había reafirmado su posición como uno de los abogados más capaces y dedicados en su campo. Ahora, su siguiente paso era regresar a casa, donde Haneul lo esperaba, y compartir con él esta gran victoria.

Al salir del tribunal, Jiho se detuvo por un momento, dejando que el fresco aire exterior disipara la tensión acumulada durante el juicio. La victoria aún resonaba en su mente, pero ahora, sus pensamientos se dirigían hacia la persona que lo hacía sentir completo. Con una sonrisa, sacó su teléfono y, al encender la pantalla, apareció la imagen de fondo que siempre lo hacía sonreír: Haneul.

La foto mostraba a Haneul con un filtro divertido que le añadía unos grandes lentes redondos. Estaba sacando la lengua juguetonamente, con su cabello blanco cayendo con gracia sobre sus hombros. Sus manos levantadas formaban un corazón, y la sonrisa en su rostro irradiaba pura felicidad. Jiho no pudo evitar sonreír también al ver la imagen, sintiendo una calidez especial en su pecho.

Desbloqueó su teléfono, y tras marcar el número de Haneul, llevó el aparato a su oído mientras escuchaba los tonos de llamada. Cada segundo que pasaba esperando a que Haneul contestara, su sonrisa se hacía más amplia.

Finalmente, la llamada fue respondida, y la dulce voz de Haneul resonó en sus oídos.

—Jiho, ¿cómo te fue? —preguntó Haneul, con un tono de preocupación que no podía ocultar.

Jiho rió suavemente antes de responder.

—Ganamos, cariño. Todo salió bien —dijo, sintiendo un gran alivio al compartir la noticia con Haneul.

—¡Sabía que lo lograrías! —exclamó Haneul con entusiasmo—. Estoy tan orgulloso de ti.

Jiho se detuvo un momento, disfrutando de la alegría en la voz de Haneul. Luego, con suavidad, respondió:

—Gracias, amor. No habría podido hacerlo sin pensar en ti. Eres mi inspiración, siempre.

El sonido de la risa de Haneul al otro lado de la línea hizo que Jiho se sintiera aún más afortunado. Mientras caminaba hacia su auto, Jiho se aseguró de que su voz transmitiera todo el amor y gratitud que sentía en ese momento.

—Voy a casa ahora —dijo Jiho con un tono cariñoso—. No puedo esperar a verte.

—Te estaré esperando —respondió Haneul con suavidad—. Te amo, Jiho.

—Yo también te amo, Haneul. Nos vemos en un rato.

Con una sonrisa que no podía borrar de su rostro, Jiho terminó la llamada y guardó su teléfono, sabiendo que cada paso que daba lo acercaba más a la persona que amaba. Mientras se subía al auto y encendía el motor, no pudo evitar pensar en lo afortunado que era por tener a Haneul en su vida.

The power of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora