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El ambiente en la casa estaba tranquilo cuando la puerta principal se abrió, anunciando el regreso de los padres de Jiho. Jiho y Haneul, que habían estado en la habitación, escucharon el sonido de las llaves y el suave crujido de la puerta al abrirse. Jiho, que aún estaba sentado en la cama con Haneul acurrucado a su lado, sintió un leve sobresalto en su pecho.

—Haneul, tengo que irme... —dijo Jiho con suavidad, levantándose lentamente para no asustar a Haneul.

Haneul, aún con la inocencia y confusión en su mirada, se levantó también, pero en lugar de quedarse en la habitación, siguió a Jiho como una sombra. El corazón de Jiho se apretó al verlo tan dependiente, pero no dijo nada. Sin embargo, justo cuando llegaron al pasillo, la madre de Jiho apareció en la entrada, sonriendo al verlos.

—¡Ah, aquí están ustedes dos! —exclamó la madre de Jiho, con una sonrisa afectuosa—. Venid, bajad, hemos traído algunas cosas para Haneul.

Jiho suspiró, tratando de mantener la calma mientras bajaban las escaleras. No quería que sus padres notaran lo que había pasado minutos antes en la habitación, pero Haneul seguía tan cerca de él que no podía evitar sentirse inquieto.

Cuando llegaron a la cocina, la madre de Jiho tomó suavemente a Haneul por los hombros y lo guió hasta la mesa, donde lo sentó con cuidado. Su sonrisa era cálida mientras sacaba de una bolsa varios libros y cuadernos nuevos, junto con algunos materiales de escritura y unas láminas de apoyo para el habla.

—Mira, Haneul —dijo la madre de Jiho con voz suave, señalando los materiales sobre la mesa—. Te trajimos algunas cosas para ayudarte con tu escritura y habla. Estos libros son especiales, te ayudarán a mejorar y aprender más rápido.

Haneul, con sus grandes ojos observando todo, se quedó en silencio por un momento. Era evidente que estaba procesando la información, pero no era eso lo que tenía en mente. Finalmente, una sola palabra escapó de sus labios, cortando el aire de manera inesperada.

—Beso... —dijo Haneul en voz baja, pero lo suficientemente clara como para que tanto Jiho como su madre la escucharan.

Jiho sintió cómo el color abandonaba su rostro, y su primera reacción fue intentar retroceder, queriendo desaparecer de la escena antes de que su madre hiciera más preguntas. Pero antes de que pudiera moverse, su madre lo atrapó con la mirada, alzando una ceja con curiosidad.

—¿Beso? —repitió la madre de Jiho, volviendo su atención a su hijo con una expresión que mezclaba sorpresa y sospecha—. Jiho, ¿qué ha pasado aquí?

Jiho tragó saliva, intentando mantener la calma mientras respondía.

—No es nada, mamá —dijo rápidamente, tratando de sonar convincente—. Solo le enseñé a Haneul una película de romance. Fue una escena donde los personajes se besaban, eso es todo.

Pero antes de que su madre pudiera responder, Haneul, con su típica inocencia, habló de nuevo, mirándolo con sus ojos llenos de expectativa.

—Quiero hacerlo... otra vez —dijo Haneul, repitiendo las palabras que había escuchado, pero sin comprender el peso de lo que significaban.

El silencio que siguió fue abrumador. La madre de Jiho lo miró fijamente, su expresión ahora mucho más seria. Jiho sintió que el suelo se deslizaba bajo sus pies, y se esforzó por mantener una expresión neutral mientras su madre lo observaba.

—Jiho... —dijo finalmente su madre, su tono cargado de una mezcla de incredulidad y desaprobación—. ¿De verdad solo era una película de romance?

—Sí, claro, mamá —insistió Jiho, tratando de mantener su compostura—. Haneul solo... interpretó mal las cosas. No pasó nada, lo prometo.

Pero su madre no parecía convencida del todo. Se cruzó de brazos, mirando a su hijo con una expresión que indicaba que no se tragaba del todo su explicación.

The power of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora