La tarde se había vuelto más serena y cálida, el sol se despedía con tonos anaranjados en el horizonte. Jiho y Haneul salieron de casa para dar un paseo, algo que ambos necesitaban para despejarse de los eventos recientes. Jiho, con una mano protectora en la espalda de Haneul, lo guiaba con calma por las calles tranquilas. A pesar de todo lo que había pasado, la simple compañía de Jiho parecía llenar de paz a Haneul.
Después de caminar un rato, Jiho se detuvo frente a un edificio moderno y elegante. Haneul lo miró con curiosidad, sin entender completamente por qué habían parado allí. Con una sonrisa misteriosa, Jiho lo llevó hacia el interior, subiendo en silencio hasta llegar al piso correcto. Al abrir la puerta, Haneul fue recibido por un espacio amplio y luminoso, decorado con buen gusto y con vistas impresionantes de la ciudad.
—Este es nuestro lugar —dijo Jiho con una sonrisa mientras miraba la reacción de Haneul—. Lo compré para que tengamos un sitio solo nuestro, donde puedas sentirte seguro y lejos de todo lo malo que ha pasado.
Haneul no dijo nada, pero sus ojos lo decían todo. Estaba sorprendido y conmovido, incapaz de creer que alguien hubiera hecho algo tan especial por él.
Jiho lo condujo hacia el salón principal, donde un reproductor de música esperaba. Con cuidado, Jiho seleccionó un disco que había traído consigo y lo puso en marcha. Las primeras notas de "The Great Gig in the Sky" de Pink Floyd comenzaron a llenar el espacio. La música envolvía la habitación, creando una atmósfera que, aunque algo melancólica, también era profundamente emotiva.
—Sé que tal vez esta canción no encaje del todo con el momento —admitió Jiho con una pequeña risa—, pero quería que escucháramos algo especial juntos.
Mientras la voz etérea y el piano resonaban en la sala, Jiho se acercó a Haneul, posando suavemente sus manos en las mejillas de él. Los ojos de Haneul se encontraron con los de Jiho, y en ese instante, todo lo demás pareció desvanecerse.
—Gracias por estar conmigo —susurró Jiho, acercándose más hasta que sus labios rozaron los de Haneul—. Te prometo que aquí estaremos bien.
El beso que siguió fue diferente a los anteriores. Había en él una profundidad, una mezcla de cariño y promesas no dichas, una conexión que iba más allá de las palabras. Jiho lo besó con más ternura, más amor, dejando que el momento se prolongara mientras la música seguía envolviéndolos en su melodía. Haneul, todavía algo inseguro pero lleno de gratitud, respondió al beso, permitiendo que sus miedos se disiparan, aunque solo fuera por ese instante.
El ambiente en el departamento se había vuelto más íntimo, lleno de una calidez que los envolvía. Entre besos suaves y caricias delicadas, Jiho y Haneul llegaron hasta la cama cómoda que dominaba la habitación. Jiho, con la misma ternura que había mostrado todo ese tiempo, guió a Haneul hacia el colchón, recostándolo con cuidado sobre las sábanas.
Haneul, a pesar de lo que había vivido, se sentía seguro en los brazos de Jiho. Cada caricia, cada gesto de Jiho le transmitía un cuidado y una consideración que nunca había experimentado antes. Sus ojos, llenos de una mezcla de deseo y vulnerabilidad, buscaron los de Jiho, tratando de entender lo que venía a continuación.
Jiho, consciente de los temores y las dudas que podían estar surgiendo en la mente de Haneul, se inclinó sobre él, apoyando su frente contra la de Haneul. El peso de lo que estaba a punto de pedirle se reflejaba en su expresión, pero en lugar de apresurarse, decidió preguntar primero, dándole a Haneul la oportunidad de decidir por sí mismo.
—Haneul... —susurró Jiho, su voz suave y llena de amor—. Quiero dar un paso más contigo, pero solo si tú también lo deseas. No hay prisa, ni obligación. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre, y que te respeto profundamente.
Haneul lo miró, su corazón latiendo con fuerza. En los ojos de Jiho vio una sinceridad que le dio confianza, una promesa de que nada malo ocurriría si decía que no, pero también una invitación a explorar una nueva faceta de su relación si decía que sí. Era un momento importante, y Haneul lo sabía. A pesar del miedo, decidió confiar en Jiho, quien había sido su refugio en los días más oscuros.
Con un ligero asentimiento, Haneul dejó claro que estaba dispuesto a seguir adelante. Jiho sonrió suavemente y, sin apartar la mirada de la de Haneul, comenzó a desabrochar su camisa con manos temblorosas pero llenas de cariño. Cada botón que desabrochaba revelaba más piel, pero Jiho se aseguró de que cada movimiento fuera pausado, permitiendo que Haneul se acostumbrara a cada nueva sensación.
Cuando la camisa cayó al suelo, Jiho se inclinó para besar el cuello de Haneul, sus labios trazando un camino de ternura por su piel. Las manos de Haneul, aunque aún algo inseguras, encontraron el valor para deslizarse por la espalda de Jiho, acariciándolo con timidez pero con un deseo creciente de sentirse más cerca de él.
Jiho, sintiendo la respuesta de Haneul, continuó con delicadeza, bajando lentamente la vista hasta la cintura de Haneul, donde sus dedos juguetearon con el cinturón antes de desabrocharlo. Se detuvo un instante, mirándolo una vez más, buscando cualquier signo de incomodidad o duda. Pero Haneul, aunque nervioso, asintió suavemente, confiando plenamente en Jiho.
El resto de la ropa fue despojada con la misma suavidad y paciencia, hasta que ambos se encontraron completamente expuestos, piel contra piel. Jiho se tomó un momento para contemplar a Haneul, quien yacía debajo de él, vulnerable pero dispuesto, y sintió una oleada de amor que lo llenó de determinación para hacer que ese momento fuera especial para ambos.
—Eres hermoso —susurró Jiho, inclinándose para besar a Haneul con una profundidad que dejó a ambos sin aliento.
El acto que siguió fue lento y considerado, cada movimiento de Jiho fue suave y medido, asegurándose de que Haneul estuviera cómodo y disfrutando cada instante. Jiho exploró el cuerpo de Haneul con una devoción que hablaba de su amor, cuidando de no apresurarse, tomando nota de cada suspiro y cada pequeño gemido que escapaba de los labios de Haneul.
Cuando finalmente se unieron, fue con la misma suavidad que había caracterizado todo lo anterior. Jiho se movió con delicadeza, prestando atención a las reacciones de Haneul, asegurándose de que no hubiera dolor, solo placer. Haneul, aunque al principio algo tenso, pronto se dejó llevar por las sensaciones, envolviendo sus brazos alrededor de Jiho y permitiendo que la intimidad entre ellos creciera en intensidad y significado.
El clímax llegó con un susurro compartido, un momento de pura conexión donde todo lo que habían pasado pareció desvanecerse, dejando solo el amor y la seguridad que sentían el uno por el otro. Jiho se quedó junto a Haneul, sin dejar de acariciar su rostro, permitiendo que el tiempo se deslizara suavemente mientras ambos recuperaban el aliento.
Finalmente, Jiho se acurrucó a su lado, sus cuerpos aún entrelazados bajo las sábanas. Con un beso en la frente de Haneul, Jiho susurró:
—Siempre estaré contigo, Haneul. Esto es solo el comienzo de algo hermoso.
Haneul sonrió débilmente, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad mientras se acurrucaba más cerca de Jiho, sabiendo que, por primera vez en mucho tiempo, estaba a salvo y amado.

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The power of fate
Mistério / SuspenseEn 1992, un niño de 6 años fue secuestrado por un grupo de científicos sin escrúpulos que operaban al margen de la ley. Su objetivo era llevar a cabo un experimento secreto y prohibido, diseñado para manipular y controlar las características de los...