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Horas después de la tormenta de emociones que lo había azotado, Jiho finalmente reunió el valor para regresar a la habitación donde Haneul se encontraba. Sus padres lo habían ayudado a calmarse, dándole tiempo para que recuperara el control de sí mismo. El impulso de marcar a Haneul había sido tan fuerte, tan primitivo, que Jiho casi había sucumbido. Pero ahora, sintiéndose más sereno, decidió entrar.

La puerta se abrió lentamente, y Jiho vio a Haneul acurrucado en la cama, aferrándose a una polera que pertenecía a él. Haneul parecía pequeño y vulnerable, con su respiración agitada mientras murmuraba palabras incoherentes, esforzándose por hablar en medio del caos que aún lo envolvía. Su aroma a omega llenaba la habitación, aunque de manera más sutil ahora, pero lo suficiente como para que Jiho lo percibiera claramente.

—Haneul... —llamó Jiho con suavidad, acercándose con pasos cautelosos.

Al escuchar la voz de Jiho, Haneul levantó la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas y confusión. Sin esperar más, se lanzó hacia Jiho, abrazándolo con fuerza. La cercanía hizo que el corazón de Jiho latiera con fuerza, sintiendo nuevamente ese impulso instintivo de querer marcar a Haneul, de reclamarlo como suyo. Pero se detuvo, resistiendo el deseo que lo quemaba por dentro, y en su lugar, le devolvió el abrazo, tratando de brindarle el consuelo que tanto necesitaba.

Haneul temblaba en sus brazos, sollozando suavemente mientras intentaba hablar.

—J... Jiho... —balbuceó con dificultad, sus palabras entrecortadas y llenas de angustia—. Ji... Jiho... No... entend... No...

El corazón de Jiho se rompió al escuchar el esfuerzo en la voz de Haneul, sabiendo lo difícil que debía ser para él intentar expresarse en medio de su tormento interno. Con un cuidado extremo, Jiho acarició el cabello de Haneul, tratando de calmarlo.

—Shh, tranquilo, Haneul... Estoy aquí, no tienes que hablar si no puedes —susurró Jiho con voz suave, aunque en su interior luchaba contra el instinto que lo empujaba a marcarlo, a reclamarlo.

Pero en ese momento, lo más importante era Haneul y su bienestar. Jiho se concentró en mantener la calma, en no dejarse llevar por sus propios deseos mientras sostenía a Haneul con firmeza pero con ternura.

Haneul se aferraba a Jiho con desesperación, su cuerpo temblando por los restos de la fiebre del calor. Aunque su mente estaba confundida y su cuerpo se sentía extraño, lo único que sabía era que necesitaba a Jiho, que solo su presencia lograba calmar el torbellino que sentía en su interior.

—Ji... Jiho... —volvió a murmurar Haneul, intentando formar palabras que no salían de manera fluida—. Jiho... me... dol... dol...

Jiho apretó su abrazo, sintiendo la angustia en cada balbuceo de Haneul. Quería decirle que todo iba a estar bien, que él lo protegería de todo, pero sabía que lo único que podía hacer en ese momento era estar allí, con él.

—Lo siento mucho, Haneul... —susurró Jiho, su voz temblando ligeramente—. No quería dejarte solo antes, pero tenía miedo de hacerte daño. No quería... No quería que sufrieras más de lo que ya estás sufriendo.

Haneul no podía entender todo lo que Jiho decía, pero el tono de su voz era suficiente para reconfortarlo. Siguió aferrado a él, sintiendo cómo su presencia lograba, poco a poco, calmar el dolor y la incomodidad que sentía. Aunque no comprendía del todo lo que le estaba pasando, sabía que Jiho estaba allí, y eso le daba una sensación de seguridad en medio del caos.

—No... solo... Jiho... —murmuró Haneul, dejando que sus ojos se cerraran lentamente, cansado por el esfuerzo y la tensión.

Jiho sintió que Haneul comenzaba a relajarse en sus brazos, y aunque el aroma a omega aún lo afectaba, logró controlarse. Se sentó con Haneul en la cama, sosteniéndolo con cuidado mientras lo veía quedarse dormido lentamente.

The power of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora