40

2 0 0
                                        

Jun-seok no pudo soportar más la agonía de ver a su hijo tan distante, tan irreconocible. Las emociones lo abrumaban, así que con un suspiro pesado y un último vistazo a Hye-jin, quien seguía intentando hablar con Haneul, decidió salir de la habitación. Apenas cerró la puerta detrás de él, las lágrimas que había contenido empezaron a rodar por su rostro. Se apresuró por el pasillo, necesitando encontrar al Dr. Kim.

En el pasillo, el silencio era denso, solo interrumpido por el eco de sus pasos rápidos. Llegó a la sala de observación, donde el Dr. Kim lo esperaba detrás del vidrio, observando la interacción en la habitación. Había una expresión calculadora en su rostro, una mezcla de curiosidad científica y algo más oscuro.

—Dr. Kim —Jun-seok comenzó, su voz temblorosa pero firme—. Quiero... necesito comprar a Seojun. No me importa cuánto cueste. Solo quiero sacarlo de aquí, llevármelo a casa.

El Dr. Kim giró lentamente para enfrentar a Jun-seok, una sonrisa delgada y fría curvándose en sus labios.

—Jun-seok, pensé que habíamos acordado esto hace tiempo. Sabías a lo que te comprometías cuando me lo entregaste. Seojun... es más que solo un niño ahora. Es un experimento valioso, una muestra de mis investigaciones más avanzadas.

Jun-seok sintió un nudo formarse en su garganta. No quería recordar aquel día, no quería pensar en la decisión que había tomado, en cómo había entregado a su propio hijo. Pero ahora, todo lo que deseaba era enmendar su error, recuperar lo que había perdido.

—No me importa lo que digas, Kim —dijo Jun-seok, su voz endureciéndose—. Es mi hijo, y quiero llevármelo. Puedo pagarte lo que quieras. El dinero no es un problema.

El Dr. Kim soltó una leve risa, un sonido sin humor, casi despectivo.

—Jun-seok, tú fuiste quien lo entregó, quien permitió que esto sucediera. Ahora que ves las consecuencias, ¿quieres simplemente darme un cheque y llevártelo como si nada hubiera pasado?

—No lo entiendes —insistió Jun-seok, desesperado—. Me equivoqué, y quiero arreglarlo. Haré cualquier cosa. Solo dime cuánto.

El Dr. Kim lo miró en silencio por un momento, sus ojos entrecerrándose mientras consideraba la oferta. Luego, su expresión se suavizó un poco, aunque no dejó de ser fría.

—El dinero no es lo que importa aquí, Jun-seok. Haneul es el resultado de años de investigación. No puedo simplemente entregártelo.

Jun-seok apretó los puños, su frustración y culpa se mezclaban en su interior. Pero no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.

—Entonces, ¿qué quieres? —preguntó, casi suplicando—. Debe haber algo que pueda ofrecerte.

El Dr. Kim sonrió, esta vez con una expresión más calculadora.

—Veremos, Jun-seok. Veremos. Pero por ahora, te sugiero que regreses con tu esposa. Está intentando comunicarse con Seojun, aunque dudo que lo logre. Tal vez, la única forma en que pueda ser feliz es si lo dejas ir.

Jun-seok no estaba dispuesto a aceptar la negativa del Dr. Kim. Su corazón palpitaba con desesperación mientras ofrecía todo lo que tenía: propiedades, inversiones, acciones, cualquier cosa que pudiera comprar la libertad de su hijo. Pero cada propuesta parecía rebotar contra la indiferencia de Kim, quien mantenía su expresión impasible, como si disfrutara de ver a Jun-seok luchar en vano.

—Kim, te lo imploro —suplicó Jun-seok, su voz rota por la desesperación—. No puedo dejar que mi hijo siga aquí. Te daré lo que quieras, lo que sea, pero por favor... déjame llevarlo a casa.

El Dr. Kim lo miró por un momento, sus ojos reflejando un frío cálculo. Sabía que tenía el poder en esa situación, y la desesperación de Jun-seok solo lo hacía sentir más seguro de ello. Pero también estaba agotado, cansado de la insistencia y la tensión que había crecido entre ambos. Sabía que mantener a Seojun bajo su control absoluto sería complicado con unos padres tan desesperados y dispuestos a todo.

The power of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora