Capítulo 1: Un Día Pesado

89 8 0
                                    

El sol brillaba implacable sobre el set de filmación, pero para Sebastian Stan, el día parecía envuelto en una nube densa y asfixiante. Las luces, las cámaras, las órdenes que resonaban en el aire... todo lo que normalmente le apasionaba, hoy se sentía como un peso en sus hombros. Por más que lo intentaba, no lograba concentrarse en sus líneas. Su mente estaba dispersa, y cada intento de enfocarse parecía más inútil que el anterior.

El director, Christopher, quien también era su amigo de años, no tardó en notar que algo andaba mal. Al terminar una toma particularmente desastrosa, Chris se acercó a Sebastian y, con una mezcla de preocupación y paciencia, le dijo:

—Seb, creo que necesitas un descanso. No estás aquí hoy. ¿Por qué no te tomas el día? Ve y despeja la cabeza.

Sebastian suspiró, sintiéndose tanto aliviado como frustrado. No quería dejar el set, pero sabía que Chris tenía razón. Asintió en silencio y salió del set, dejando atrás las cámaras y el caos del rodaje. A medida que se alejaba, la irritación se apoderaba de él. ¿Por qué no podía simplemente hacer su trabajo como siempre?

Llegó a su tráiler y, sin pensarlo dos veces, se dejó caer en la cama. Aún con la ropa de su personaje, tomó su teléfono del bolsillo y lo encendió. Twitter, su usual escape de la realidad, se iluminó en la pantalla. Mientras deslizaba su dedo por las tendencias del día, una en particular llamó su atención: "Tragedia Italiana."

El corazón le dio un vuelco. ¿Qué había pasado? Sin pensarlo, abrió la tendencia y comenzó a leer los tweets. Sin embargo, lo que encontró no era una noticia de la vida real, sino un aluvión de comentarios sobre un libro que estaba arrasando en redes sociales. La historia de una pareja italiana que se enamoraba profundamente, solo para ser golpeada por una tragedia devastadora.

Sebastian, intrigado, siguió leyendo hasta que encontró el nombre de la autora: RAYA. Ese nombre resonó en su mente. No era la primera vez que lo veía, pero hasta ahora no había prestado mucha atención. Con la curiosidad creciendo en su interior, decidió investigar más.

Se dirigió a Wattpad, una plataforma que había explorado alguna vez, más por diversión que por interés serio. Recordaba cómo había buscado su propio nombre en el pasado, riendo por las extravagantes historias de fanfics en las que él era protagonista. Pero esta vez, estaba buscando algo diferente.

Encontró la cuenta de RAYA y vio la portada del libro que estaba generando tanto revuelo. Sin pensarlo dos veces, se acomodó la almohada detrás de la cabeza y comenzó a leer. Al principio, lo hizo por mera curiosidad, pero conforme las palabras fluían en la pantalla, se dio cuenta de que no podía dejar de leer.

Cada línea parecía cobrar vida, transportándolo a las calles empedradas de Italia, donde los personajes vivían y amaban con una intensidad que lo sorprendió. La conexión entre ellos era tan palpable que por momentos Sebastian olvidaba que solo estaba leyendo una historia.

Sebastian estaba tan inmerso en la historia que el tiempo pareció desvanecerse. Cada página que pasaba lo sumergía más y más en la tragedia italiana que RAYA había tejido con sus palabras. Los detalles de la historia cobraban vida en su mente, como si él mismo estuviera caminando por esas calles italianas, sintiendo el viento en su rostro y la tensión en el aire.

De repente, un golpe suave en la puerta de su tráiler lo sacó bruscamente de su ensueño. Levantó la vista y se dio cuenta de que el sol ya se estaba ocultando, tiñendo el cielo entre naranja, rosa y morado. La puerta se abrió lentamente y Chris asomó la cabeza con una sonrisa amigable.

—Seb, todo terminó por hoy. Decidí que no valía la pena seguir sin ti en condiciones óptimas —dijo Chris, con un tono que no era de reproche, sino de comprensión—. Algunos de los chicos van a salir a cenar, ¿quieres que te dé un aventón a casa o te unes a nosotros?

Sebastian parpadeó, desconcertado por un momento. Miró el reloj de su teléfono y se dio cuenta de que habían pasado tres horas desde que había comenzado a leer. Tres horas que se habían desvanecido en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Tres horas? —murmuró para sí mismo, todavía procesando cuánto tiempo había estado perdido en esa historia.

Chris arqueó una ceja, divertido.

—¿Qué te tiene tan atrapado, amigo? —preguntó, señalando el teléfono de Sebastian con un gesto de la cabeza.

Sebastian se enderezó en la cama, sintiendo una mezcla de vergüenza y sorpresa. No era común que se desconectara tanto del mundo a su alrededor. Levantó el teléfono, mostrando la pantalla donde el libro de RAYA seguía abierto.

—Es... es este libro. No sé cómo explicarlo, pero es increíble. Es como si las palabras... —Sebastian hizo una pausa, buscando la palabra correcta—. Como si las palabras me hablaran directamente.

Chris sonrió, asintiendo como si entendiera perfectamente lo que Sebastian intentaba decir.

—La literatura tiene ese poder, bro. —Luego, le lanzó una mirada más seria—. Pero, ¿estás bien? Quiero decir, realmente parecía que necesitabas un descanso hoy.

Sebastian asintió lentamente, dándose cuenta de que, a pesar de lo caótico que había sido el día, ahora se sentía extrañamente en paz, como si esas horas leyendo lo hubieran ayudado a reencontrarse consigo mismo.

—Sí, creo que lo necesitaba. Gracias por el día libre, Chris. De verdad.

Chris le dio una palmada en el hombro, en un gesto amistoso.

—De nada, Seb. Así que, ¿qué dices? ¿Vienes a cenar o prefieres que te lleve a casa?

Sebastian vaciló un momento. Parte de él quería seguir leyendo, descubrir qué pasaría después en la historia de RAYA. Pero también sabía que necesitaba un respiro, conectarse con el mundo real por un rato.

—Creo que me vendría bien una cena con los chicos —respondió finalmente, sonriendo—. Pero me llevo esto —agregó, levantando el teléfono y su bolsa— . No pienso dejar de leerlo.

Chris rió mientras abría más la puerta para dejarlo pasar.

—Esa es la actitud. Vamos, seguro que necesitas también una buena comida después de perderte en esas páginas.

Sebastian guardó su teléfono en el bolsillo y salió del tráiler junto a Chris, sintiéndose más ligero de lo que se había sentido en semanas. Sin saberlo, acababa de empezar un viaje que lo llevaría mucho más allá de las palabras que había leído.

La Búsqueda que nos unió - Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora