Los minutos pasaban y, aunque estaban sentados frente a frente en el sofá, Elvira y Sebastian no dejaban de mirarse a los ojos. Era como si al apartar la vista, la magia de ese momento pudiera desvanecerse, como si todo lo que habían encontrado en el otro pudiera esfumarse en un suspiro. Cada mirada, cada sonrisa compartida, estaba cargada de emociones que ambos habían guardado durante demasiado tiempo.
Rieron juntos, compartiendo anécdotas y recordando los momentos que habían pasado en la distancia, sin haberse visto nunca en persona. Pero ahora, sentados tan cerca, esas barreras parecían ridículas, como si siempre hubieran estado destinados a estar así, uno junto al otro.
De repente, Sebastian se aclaró la garganta, rompiendo suavemente el flujo de sus conversaciones. Había algo en sus ojos, una chispa traviesa que hizo que Elvira lo mirara con curiosidad.
—Pero bueno —empezó Sebastian, mientras se ponía de pie con una teatralidad que hizo sonreír a Elvira—, quisiera en este momento... espera, deja que me ponga de pie. —Miró alrededor, como si de repente hubiera un gran público en la sala, lo que hizo que ambos se rieran.
—Quiero que todos ustedes, damas y caballeros —continuó, haciendo un gesto amplio hacia la nada, como si realmente estuviera frente a una multitud—, le den un gran aplauso a esta bella dama por el gran éxito que ha tenido.
Elvira se rió, un poco avergonzada pero profundamente tocada por su gesto. Sebastian tomó sus manos, levantándolas en el aire con orgullo.
—Quiero que todos se pongan de pie y aplaudan a estas manos —dijo, besando suavemente sus nudillos—. Aplaudan a esta mente. —Señaló con un gesto dramático su cabeza—. Pero sobre todo, a este corazón bondadoso que ama, a todos ellos y a todo el ser de esta dama que está aquí.
Elvira sintió cómo su corazón se aceleraba con cada palabra que él decía. No podía dejar de sonreír, sintiendo una mezcla de felicidad y nerviosismo. Pero sobre todo, sentía un calor en su pecho que no había experimentado en mucho tiempo.
—Dios, felicidades, pequeña —continuó Sebastian, su tono más serio ahora, pero no menos cálido—. No sabes lo feliz y orgulloso que estoy por este éxito que obtienes. Y por si no lo sabías, tienes a medio planeta hablando de ti. De Giancarlo, de Aurora, de la moto... hasta de Dobby, el pequeño perro de ambos. Estás en boca de todos de una manera buena y positiva.
Elvira bajó la cabeza, un poco abrumada por la intensidad de sus palabras. Sentía sus ojos llenarse de lágrimas, pero esta vez eran lágrimas de pura alegría, de sentirse vista, apreciada y amada de una manera que nunca antes había experimentado.
Sebastian se inclinó hacia ella, levantando su barbilla suavemente con una mano, obligándola a mirarlo a los ojos.
—Desearía que todos ellos, además de apreciar tu escritura y tu gran corazón al escribir, pudieran ver lo hermosa que eres, lo preciosa que eres.
Elvira dejó escapar un pequeño sollozo, que rápidamente se convirtió en una risa entre lágrimas. No sabía cómo responder a tanto amor, a tanto cariño. Todo lo que había soñado y más estaba frente a ella, en la persona que menos esperaba.
—Sebastian... —susurró, pero no pudo encontrar las palabras para continuar.
Él la miró con una sonrisa suave, sus ojos brillando con una mezcla de alegría y ternura.
—No necesitas decir nada, Elvira. Todo está bien. —Le acarició el rostro, limpiando las lágrimas que caían por sus mejillas—. Solo quiero que sepas que, a partir de ahora, no importa lo que pase, estaré a tu lado. Para apoyarte, para celebrarte, y para recordarte todos los días lo increíble que eres.
El sonido del timbre rompió la burbuja en la que Elvira y Sebastian habían estado inmersos, trayéndolos de vuelta a la realidad. Fue un momento de sorpresa, como si el mundo exterior hubiera decidido que era hora de unirse a su pequeño universo de felicidad. El sonido continuó con un toc toc juguetón que resonó en la puerta, y ambos se miraron con una mezcla de sorpresa y diversión.
—¡Mis hermanos! —exclamó Elvira, reconociendo de inmediato el ritmo peculiar con el que solían llamar a la puerta.
Se levantó rápidamente del sofá y corrió hacia la puerta. Al abrirla, se lanzó a abrazar a ambos con tanta fuerza que casi los derribó, riendo mientras les pedía perdón una y otra vez.
—¡Lo siento, lo siento! No debí irme sin decirles a dónde iba. Los amo tanto, de verdad, lo siento mucho.
Nicholas, recuperando el equilibrio después del ataque de cariño de Elvira, levantó una botella de champán con una sonrisa cómplice.
—¿Alguien pidió una celebración? —dijo con tono festivo.
Su esposa, con una sonrisa cálida, levantó una bolsa que claramente contenía varios tuppers con comida casera.
—Y traemos provisiones para que esta fiesta sea completa.
Los cuatro se dirigieron a la cocina, intercambiando risas y saludos. Sebastian, aún sorprendido por la entrada repentina de los amigos de Elvira, se levantó para saludarlos con un apretón de manos y una sonrisa.
—Sebastian, estos dos se han encargado de que no me volviera loca —dijo Elvira, mirándolos con cariño mientras los presentaba oficialmente—. Nicholas, su esposa, y ahora tú... ustedes tres son lo más cercano a una familia que tengo aquí, además de mi mamá.
Elvira no pudo evitar sonreír al ver la interacción entre ellos. Ver a Sebastian, Nicholas, y su esposa bromeando y riendo juntos llenaba su corazón de una calidez indescriptible. Estas son las personas que tanto amo, pensó, sintiendo una profunda gratitud por tenerlos a todos allí, en ese momento tan especial.
La botella de champán se destapó con un fuerte pop, y pronto, las copas estaban llenas, y la celebración comenzó en serio. Risas llenaron el apartamento mientras disfrutaban de aperitivos, brindando por los éxitos, por la felicidad compartida y, por supuesto, por el amor que claramente estaba floreciendo entre Elvira y Sebastian.
Nicholas y su esposa no pasaron por alto que, durante toda la celebración, las manos de Elvira y Sebastian nunca se separaron. Los pequeños gestos de cariño entre ellos, las miradas llenas de amor y las sonrisas cómplices, no hicieron más que confirmar lo que ambos ya habían sospechado: estos dos estaban destinados a estar juntos.
—¿Y cómo se sienten, tortolitos? —bromeó Nicholas mientras levantaba su copa—. Porque aquí entre nosotros, no puedo evitar notar que hay algo diferente en el aire. Algo que no estaba cuando te fuiste, Elvira.
Elvira y Sebastian se miraron, sus sonrisas se ensancharon, y el amor que sentían el uno por el otro quedó más que evidente para todos en la habitación.
—Me siento... completa —respondió Elvira, sin soltar la mano de Sebastian—. Por primera vez en mucho tiempo, siento que todo está en su lugar.
Sebastian la miró con ternura, apretando suavemente su mano.
—Y yo me siento el hombre más afortunado del mundo —añadió, ganándose una ovación y un aplauso amistoso de Nicholas y su esposa.
La noche continuó, llena de risas, brindis y recuerdos compartidos. Elvira se permitió disfrutar cada segundo, rodeada de las personas que más amaba. Sabía que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre tendría este momento, este recuerdo, como un tesoro que guardaría en su corazón para siempre.
Y mientras la noche avanzaba, con las luces de la ciudad brillando a lo lejos, Elvira supo que había encontrado su lugar, su hogar, en los corazones de aquellos que estaban a su lado, especialmente en el de Sebastian.
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La Búsqueda que nos unió - Sebastian Stan
FanfictionCOMPLETA 🫰🏻 ¿Alguna vez has sentido que las palabras de un libro te hablan directamente al corazón? Sumérgete en la fascinante historia de Sebastian, un actor que lo tenía todo: fama, dinero, éxito y un brillo que muchos envidiarían. Pero detrás...