Capítulo 52: Palabras que Sanan

28 4 0
                                    

Elvira y Sebastian permanecieron frente a frente, sus ojos fijos el uno en el otro, como si el resto del mundo hubiera dejado de existir. Sus miradas, una verde y la otra café, estaban llenas de emociones que ambos habían reprimido durante demasiado tiempo. Minutos pasaron en silencio, solo disfrutando de la presencia del otro, de la cercanía que por fin podían compartir sin ninguna barrera.

Finalmente, Sebastian se agachó para recoger las flores que había soltado en su impulso por abrazarla. Se incorporó y, con una sonrisa suave, le pidió permiso para pasar.

—¿Puedo...? —preguntó, su voz suave pero llena de significado.

Elvira, aún temblorosa por todo lo que acababa de suceder, se hizo a un lado, permitiéndole entrar en su apartamento. Lo vio caminar hacia la mesa de la sala, donde dejó el ramo, un poco desordenado por el apuro de la situación. Ambos se voltearon para mirarse de nuevo, y en el mismo instante, hablaron a la vez:

—Yo...

—Bueno, tú...

—No, tú...

Parecían dos colegiales enamorados, nerviosos y ansiosos por decir lo que sentían, pero sin saber cómo empezar. Finalmente, Sebastian tomó la iniciativa. Se acercó a Elvira, tomando sus manos con delicadeza, como si fueran lo más preciado del mundo. Las llevó a sus labios y las besó suavemente, cerrando los ojos por un momento mientras lo hacía.

—Todo lo que escribí en esa carta es real, — comenzó Sebastian, su voz firme pero llena de ternura—. Dios, no sabes lo que me haces sentir. Desde hace mucho tiempo, tú, querida, como sea que quieras que te llame, Elvira, RAYA, cariño, dragă, pequeña... como sea, tienes que saber esto: eres suficiente.

Elvira lo miró, las lágrimas amenazando con volver a aparecer. Sentía que su corazón iba a explotar de la emoción mientras Sebastian continuaba, cada palabra como un bálsamo para las heridas que había cargado durante tanto tiempo.

—Eres preciosa —dijo, besando sus manos de nuevo—. Eres inteligente. —Otro beso, más largo esta vez—. Eres amable, cariñosa... escribes con una pasión que pocos pueden igualar. Eres todo lo que está bien en esta vida.

Elvira no podía apartar la mirada de él, cada palabra resonando en lo más profundo de su ser. ¿Cómo había podido dudar de él, de lo que sentía? Las inseguridades que la habían atormentado parecían desvanecerse con cada frase que Sebastian pronunciaba.

—A partir de hoy —continuó él, con una intensidad que la dejó sin aliento—, hasta mi último aliento, no dejaré de repetírtelo. No importa cuántas veces necesites escucharlo, no importa qué pase, siempre estaré aquí para recordártelo. Eres suficiente, eres más que suficiente.

Elvira sintió que sus defensas se derrumbaban por completo. Las lágrimas que había intentado contener comenzaron a rodar por sus mejillas, pero esta vez no eran lágrimas de dolor o de miedo. Eran lágrimas de alivio, de gratitud, de un amor que no sabía que podía ser tan real, tan tangible.

—Sebastian... —susurró, apenas encontrando las palabras—. Yo... no sé cómo agradecerte por esto, por todo lo que has hecho... por amarme a pesar de todo.

Sebastian la interrumpió suavemente, sacudiendo la cabeza.

—No tienes que agradecerme nada, cariño —Sus manos seguían sosteniendo las de ella, como si nunca quisiera soltarlas—. Yo soy el que tiene suerte de haberte encontrado, de haberte conocido. No sabía lo que era el verdadero amor hasta que llegaste a mi vida. Y ahora que lo sé, no pienso dejarte ir.

Las palabras de Sebastian eran más de lo que Elvira alguna vez había soñado escuchar. Sentía que todas las piezas rotas dentro de ella comenzaban a unirse, formando algo nuevo, algo más fuerte. Se dejó llevar por la emoción del momento, inclinándose hacia él y colocando suavemente sus manos en su rostro.

—Te amo, Sebastian —dijo, sus palabras llenas de sinceridad y vulnerabilidad—. Te amo más de lo que jamás pensé que podría amar a alguien, más de lo que Giancarlo ama a su moto y a Aurora.

Sebastian sonrió, una sonrisa que iluminó todo su rostro.

—Y yo a ti, Elvira. Más de lo que jamás podré expresar con palabras.

Se inclinaron hacia adelante al mismo tiempo, sus labios encontrándose en un beso que selló todas las promesas que habían hecho, todos los miedos que habían dejado atrás. Fue un beso lleno de amor, de esperanza, y de la certeza de que, a pesar de todo, habían encontrado su lugar el uno en el otro.

Cuando finalmente se separaron, solo lo suficiente para mirarse a los ojos de nuevo, Sebastian acarició suavemente el rostro de Elvira, limpiando las lágrimas que aún caían.

—Estamos juntos en esto —dijo él, con una convicción que le hizo sentir que todo iba a estar bien—. Pase lo que pase, no estás sola. Nunca más.

Elvira asintió, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo, el futuro no la asustaba. Porque sabía que, con Sebastian a su lado, podría enfrentar cualquier cosa.

La Búsqueda que nos unió - Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora