Capítulo 33: El Peso de la Espera

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Habían pasado algunas horas desde que Elvira había enviado el mensaje, y con cada minuto que pasaba, la ansiedad crecía en su interior. Sabía que había hecho lo correcto al abrirse a Sebastian, pero la incertidumbre de no saber cómo reaccionaría la estaba destrozando. Decidió apagar su teléfono, un acto de desesperación para proteger su salud mental. La espera, esa tortuosa espera por una respuesta, o tal vez, por ninguna, la estaba matando lentamente.

No quería admitirlo en voz alta, pero estaba loca por Sebastian. Y no era solo ese amor de fan hacia tu artista favorito o la fascinación que sientes por un actor que te encanta en una película. Era algo más profundo, más real. Había algo en la forma en que él la había buscado, en cómo había movido cielo y tierra para saber quién era, que había despertado algo en ella.

Sebastian no solo se había interesado en lo que ella escribía; se había involucrado de una manera que la hacía sentir vista, comprendida. Le había compartido parte de sus días en el set, le había mostrado sus partes favoritas de sus escritos, y habían pasado horas interminables escribiéndose sobre cómo sería una película de su trilogía. Esas pequeñas cosas, esos gestos aparentemente insignificantes, fueron los que la hicieron darse cuenta del amor que empezaba a sentir por él.

Cada vez que su celular vibraba, algo se revolvía en su estómago. Como escritora, sabía que era un cliché decir que sentía "mariposas", pero para ella, era algo más intenso, algo que se sentía como si un elefante la pateara en el estómago y le quitara el aliento. Su piel se estremecía con cada mensaje que recibía de él, incluso si solo era uno de sus famosos "buenos días".

180 días. Llevaban 180 días platicando, construyendo una conexión que había ido más allá de lo que ella jamás había imaginado. Virtualmente, lo había acompañado mientras estaba de gira de prensa, a pesar de que su película aún no se estrenaba. No entendía del todo el hype de vender la gira de medios con solo un tráiler, pero no podía negar que estaba emocionada por estar ahí para él. Lo que realmente la conmovía era cómo Sebastian se había abierto con ella, cómo había compartido sus propias inseguridades y miedos.

Sebastian había sido muy claro sobre cómo se sentía en el medio, cómo a veces no se sentía lo suficientemente bueno, especialmente cuando se comparaba con otros actores más famosos, incluidos sus amigos. Esa vulnerabilidad, esa honestidad cruda, era algo que Elvira amaba de él. Ella también compartía esas inseguridades, esas dudas sobre su valor, sobre si alguna vez sería suficiente. Y en esas conversaciones, en esos momentos de apertura, había encontrado un alma gemela, alguien que entendía sus luchas de una manera que pocos lo hacían.

Elvira se recostó en su cama, mirando al techo, sintiendo cómo el peso de la espera se apoderaba de ella. Sabía que la vida rara vez era como en las películas, donde las respuestas llegaban en el momento justo, donde todo se resolvía en una hora y media. Pero también sabía que, por primera vez en mucho tiempo, había sido completamente honesta con alguien, y eso la aterraba y la emocionaba a partes iguales.

El miedo de que Sebastian no contestara, o peor, que contestara pero con un rechazo, la hacía querer gritar. Había puesto su corazón en ese mensaje, había revelado partes de sí misma que había mantenido ocultas durante años. Y ahora, todo estaba en sus manos.

Pero a pesar del miedo, había algo más. Una pequeña chispa de esperanza, de que tal vez, solo tal vez, todo esto llevara a algo más, algo que pudiera ser real y tangible. No quería pensar demasiado en ello, no quería hacerse ilusiones, pero tampoco podía evitarlo.

Mientras se sumía en estos pensamientos, recordó cómo él le había hablado de sus días en el set, de cómo había leído sus libros durante los descansos, cómo había imaginado a los personajes moviéndose y hablando como si estuvieran en una película. Recordaba sus risas compartidas, sus largas conversaciones nocturnas que se extendían hasta la madrugada.

Todo eso, todo lo que habían compartido, la hacía darse cuenta de cuánto lo amaba. No era un amor superficial, basado en la fama o la apariencia. Era un amor construido sobre la comprensión mutua, sobre el apoyo incondicional, sobre la vulnerabilidad compartida. Era un amor que había crecido de manera lenta pero segura, y que ahora, la estaba llevando a este momento crucial.

Elvira cerró los ojos, tratando de calmar su respiración. Sabía que estaba en un punto de no retorno, y aunque eso la asustaba, también la hacía sentir más viva que nunca. Estaba a punto de descubrir si este amor que había comenzado a crecer en su corazón tenía un futuro, o si solo sería un recuerdo doloroso. Pero pase lo que pase, sabía que no se arrepentía de haber sido honesta, de haber mostrado quién era realmente.

Y eso, pensó, era lo más importante.

La Búsqueda que nos unió - Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora