Sebastian abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del mediodía que se filtraba a través de las cortinas. Se quedó mirando al techo por un momento, tratando de orientarse. ¿Qué hora era? Giró la cabeza y vio el reloj en su mesita de noche: casi las doce del día. Con un suspiro, se dio cuenta de que no tenía idea de a qué hora se había quedado dormido, pero lo que sí sabía era que aún tenía el celular en su pecho, reposando como un recordatorio de la noche anterior.
Se incorporó lentamente, sintiendo el cuerpo algo entumecido por la posición en la que había dormido. Con el teléfono aún en la mano, lo desbloqueó para ver las notificaciones que se habían acumulado durante la noche. Había mensajes de su amigo Anthony, siempre el primero en saludar por la mañana, y del grupo de chat más ruidoso que tenía, el que compartía con sus ex coprotagonistas. Sonrió mientras leía los mensajes llenos de bromas y comentarios sarcásticos, una forma de mantenerse en contacto y de recordar los buenos tiempos que habían pasado juntos en los sets.
Respondió a los mensajes de Anthony primero, asegurándole que estaba bien y que solo había pasado una noche tranquila leyendo. Luego, participó en la conversación del grupo, lanzando algunas respuestas rápidas a las ocurrencias de sus amigos. La conexión con ellos siempre le daba una sensación de normalidad, un lazo con la realidad en medio del mundo surrealista de la fama.
Finalmente, se levantó de la cama y se dirigió a la cocina. Abrió el refrigerador y no se sorprendió al ver que estaba casi vacío, una triste consecuencia de pasar tanto tiempo en el set y tan poco en casa. Suspiró y decidió que lo más sensato sería pedir algo de desayuno. Mientras el café se preparaba en la cafetera, tomó su teléfono nuevamente y navegó por su aplicación de entrega favorita, seleccionando algo rápido y sustancioso.
Una vez que el café estuvo listo, sirvió una taza generosa y se dejó caer en una de las sillas de la cocina. El aroma del café llenó el aire, brindándole una sensación de confort mientras esperaba que llegara su comida. Había algo casi ritual en esos momentos de soledad, una pausa en el caos de su vida diaria que le permitía centrarse, aunque solo fuera por un rato.
El timbre sonó poco después, anunciando la llegada del repartidor. Sebastian se levantó con el café en una mano y abrió la puerta, agradeciendo al joven que le entregó la bolsa con su desayuno. Cerró la puerta y volvió a la cocina, donde desempacó la comida y se preparó para disfrutar de una tranquila comida por su cuenta.
Con el primer bocado, el recuerdo de la lectura de la noche anterior volvió a él. Miró su teléfono, que ahora descansaba al lado de su plato. Sin pensarlo mucho, lo tomó y volvió a abrir Wattpad, sintiéndose nuevamente atraído por las palabras de RAYA. Mientras comía, comenzó a leer otra vez, dejando que la historia lo absorbiera por completo.
El mundo a su alrededor pareció desvanecerse una vez más, y pronto, la cocina de su casa en Los Ángeles fue reemplazada por las vibrantes calles de Italia, las mismas que RAYA describía con tanta pasión. Cada palabra lo arrastraba más profundamente en la trama, y pronto, Sebastian se dio cuenta de que ya no estaba solo desayunando, sino que estaba viajando con los personajes, sintiendo su dolor, su amor y la inevitable tragedia que se cernía sobre ellos.
Sebastian sabía que debería estar haciendo otras cosas, quizás algo más productivo, pero en ese momento, nada parecía más importante que seguir leyendo. Había algo en esa historia que lo mantenía cautivo, algo que lo hacía sentir una conexión que no había experimentado en mucho tiempo. Así que, sin preocuparse por el tiempo que pasaba, se dejó llevar por las palabras, permitiendo que la historia de RAYA llenara su día con emociones que nunca hubiera esperado encontrar.
Sebastian parpadeó, desconcertado, mientras observaba el reloj de la sala que marcaba las 8 de la noche. No sabía cómo había llegado al sofá ni cuánto tiempo había pasado desde que había dejado la cocina. Lo único que tenía claro era que las lágrimas aún resbalaban por su rostro, un rastro de la intensa emoción que lo había abrumado tras leer el último capítulo del libro de RAYA.
El capítulo había terminado con uno de los protagonistas en un hospital, luchando entre la vida y la muerte, y la descripción tan vívida, tan dolorosamente real, lo había golpeado como un mazo en el pecho. No podía recordar la última vez que un libro le había arrancado lágrimas de esa manera, si es que alguna vez había sucedido. Era como si las emociones de los personajes se hubieran filtrado directamente en su alma, obligándolo a sentir cada latido de su desesperación, su miedo, su amor.
Sebastian se pasó una mano por el rostro, secando las lágrimas que aún quedaban, sorprendido por la intensidad de su propia reacción. No era un hombre que se dejara llevar fácilmente por las emociones, al menos no fuera de los personajes que interpretaba en pantalla. Sin embargo, aquí estaba, con el corazón hecho un nudo por una historia que solo existía en palabras.
Necesitaba distraerse, encontrar algo que lo alejara de ese dolor que había absorbido de los personajes. Sabía que un libro tan poderoso como ese no solo atraía lectores, sino que creaba un fandom dedicado, personas que sentían la historia tan profundamente como él, y que volvían a volcar esas emociones en contenido en redes sociales. Tomó su teléfono nuevamente, esta vez buscando en Twitter con la esperanza de encontrar algo que lo ayudara a calmarse.
Los tweets aparecieron en la pantalla en cuestión de segundos, y no le sorprendió ver que el libro de RAYA seguía siendo un tema candente. Miles de personas discutían cada capítulo, compartían teorías, y publicaban fan art y memes que capturaban tanto la tristeza como la esperanza que se sentía al leer la historia.
Sebastian se sumergió en los comentarios, leyendo las reacciones de otros lectores. Algunos lloraban como él, mientras que otros intentaban procesar lo que había sucedido con sarcasmo y humor. Las teorías sobre lo que podría pasar en los próximos capítulos iban desde lo más descabellado hasta lo terriblemente plausible, y a medida que leía, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa ante la creatividad y pasión de los fans.
Había algo reconfortante en saber que no estaba solo en sus emociones, que otros también habían sido profundamente tocados por las palabras de RAYA. Esa comunidad de lectores y fans le ofrecía un escape, una manera de compartir lo que sentía sin exponerse demasiado. Siguió leyendo, dejando que las bromas y las teorías lo envolvieran, ayudándole a sacudirse la tristeza que había sentido minutos antes.
Finalmente, después de un rato, dejó el teléfono a un lado y respiró hondo. Todavía sentía el peso de la historia en su pecho, pero ya no era tan abrumador. Saber que otros compartían su experiencia lo ayudaba a procesarla mejor, y aunque aún quedaba una punzada de dolor, también había una extraña sensación de catarsis. Las palabras de RAYA, tanto en el libro como en los tweets de los fans, le habían recordado que el arte, en todas sus formas, tenía el poder de conectar a las personas, de hacerlas sentir y sanar.
Sebastian se recostó en el sofá, permitiendo que la noche lo envolviera en su oscuridad tranquila. Aún tenía la historia de RAYA en su mente, pero ahora, en lugar de tristeza, sentía una profunda gratitud por haber encontrado algo tan poderoso, algo que lo había movido de una manera que no había experimentado en mucho tiempo.
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La Búsqueda que nos unió - Sebastian Stan
FanfictionCOMPLETA 🫰🏻 ¿Alguna vez has sentido que las palabras de un libro te hablan directamente al corazón? Sumérgete en la fascinante historia de Sebastian, un actor que lo tenía todo: fama, dinero, éxito y un brillo que muchos envidiarían. Pero detrás...