Capítulo 51: El tan aclamado encuentro

22 4 0
                                    

Elvira salió del Uber y respiró hondo, sintiendo el aire fresco de la tarde mientras se dirigía a la entrada de su edificio. Saludó al conserje con una sonrisa cansada y subió rápidamente a su apartamento, ansiosa por dejar atrás el caos emocional que había estado experimentando los últimos días.

Al entrar, dejó sus cosas en la sala y se dirigió a la cocina para prepararse una taza de té. Fue entonces cuando algo captó su atención: un ramo de flores colocado en la mesa de la sala, junto a una carta. Reconoció el estilo de las flores, un detalle que no podía pasar desapercibido. Sabía que eran de Nicholas, siempre tan atento, pero algo en la carta la detuvo.

Sin más preámbulos, se sentó en el sofá y comenzó a leerla. Sus manos temblaban desde el primer momento en que vio el nombre en la parte superior de la página: Sebastian.

"Sebastian... él... ¿me escribió?" Pensó mientras sus ojos recorrían las palabras, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

La carta comenzaba con una explicación de lo que había sucedido en los últimos días. "¿Le dispararon?" Las palabras parecían irreales mientras las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos. "No... no puede ser." A medida que avanzaba en la lectura, las palabras de Sebastian la alcanzaban en lo más profundo de su ser. Declaraba su amor por ella, le hablaba de cómo se había enamorado perdidamente durante esos 180 días, de cómo había sido incapaz de expresarlo antes.

Cada palabra estaba impregnada de una sinceridad que la desarmaba, la vulnerabilidad que él le mostraba la hacía sentir más cercana a él que nunca antes.

"Dios, soy una estúpida. Mi mente se nubló y yo... pensé que él... ay no."

Elvira se reprochaba a sí misma, sintiendo que había sido injusta con él, que había dejado que sus inseguridades se interpusieran en algo tan hermoso. "Tengo que salir, Dios, ¿dónde vive?" pensó frenéticamente. Corrió hacia la mesa donde había dejado su computadora, buscando en los correos pasados alguna pista sobre su dirección. "Las flores fueron enviadas a la oficina... tuvo que haber llegado algo, una nota o algo." Su mente estaba en un torbellino, y en su desesperación no escuchó el timbre de la puerta hasta que sonó por segunda vez.

Aún inmersa en su búsqueda desenfrenada, corrió a la puerta, queriendo despedir rápidamente a quienquiera que estuviera interrumpiéndola en ese momento tan crucial. Pero cuando abrió la puerta, lo que vio la dejó sin palabras.

Delante de ella estaba otro gran ramo de flores, similar al que había recibido en su cumpleaños. "¿Otra vez?" pensó, pero lo que realmente la paralizó fue la voz que escuchó detrás del ramo.

Señorita Elvira, ¿es usted?

—Sí, soy yo —respondió, su voz temblorosa.

—Le mandan esto —dijo la persona detrás del ramo—. Según la nota, dice que este tipo es un estúpido por haber postergado el contestarte e ir al supermercado sin haberte dado una respuesta cuando te estabas sincerando. Perdón por no haber sido capaz, en tu cumpleaños, de decir mis verdaderos sentimientos en esa nota de las flores...

Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, el ramo bajó, revelando el rostro de Sebastian, también lleno de lágrimas. Fue un momento en el que el mundo pareció detenerse. Sus miradas se encontraron, sus ojos azules chocando con los suyos color café. En ese intercambio de miradas, todo quedó dicho, sin necesidad de palabras.

Sebastian dejó caer el ramo, sus manos temblando mientras Elvira se lanzó hacia él. Se abrazaron con una fuerza que reflejaba todo lo que habían anhelado durante más de 195 días, todo el amor, el dolor, la angustia y la esperanza que habían acumulado desde que sus caminos se cruzaron por primera vez.

Las lágrimas corrían por sus rostros mientras sus corazones latían al unísono. Era un abrazo que había estado esperando, uno que lo decía todo. Se separaron ligeramente, mirándose a los ojos, y en ese instante, como si fuera lo más natural del mundo, sus labios se encontraron.

El beso fue suave al principio, casi como una pregunta, pero pronto se volvió más profundo, más apasionado, reflejando todo el anhelo que habían sentido durante meses. Necesitaban ese contacto, esa conexión física que tanto habían soñado. Era un beso que cerraba la distancia entre ellos, que borraba todas las dudas, todos los miedos.

En ese momento, en la entrada del apartamento de Elvira, con las flores esparcidas por el suelo, se dieron cuenta de que no había nada más que desear, nada más que decir. Estaban juntos, finalmente, y eso era todo lo que importaba.

La Búsqueda que nos unió - Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora