Sebastian estaba acostado en la cama del hospital, el dolor físico aún persistente, pero eclipsado por la inquietud que sentía en su corazón. Había pasado gran parte del día respondiendo mensajes de sus amigos, colegas, y conocidos, agradeciéndoles por sus buenos deseos y apoyo. Sin embargo, se había guardado un secreto, algo que no podía compartir con nadie más que con ella. A pesar de que algunos mencionaron a RAYA, insinuando que ya era hora de que la presentara, Sebastian evitó cualquier mención directa. No quería compartir nada de lo que sentía por Elvira con el mundo, no todavía.
Mientras la tarde avanzaba, Sebastian sintió una necesidad urgente de expresarse de una manera que no había hecho antes. Sabía que había pasado demasiado tiempo sin decirle a Elvira lo que realmente sentía. Ahora, más que nunca, era crucial que ella supiera lo que ocupaba su corazón.
—Disculpe —llamó a una de las enfermeras que pasaba por su habitación—, ¿podría conseguirme una libreta o, al menos, una hoja y un bolígrafo?
La enfermera asintió con una sonrisa y, minutos después, regresó con lo que había pedido. Sebastian tomó la libreta y el bolígrafo con manos temblorosas, sintiendo que cada palabra que estaba a punto de escribir era una pieza de su alma que estaba a punto de entregar.
Comenzó despacio, con cuidado, pero a medida que las palabras fluían, su mano se movía con más seguridad. Escribió sobre lo mucho que apreciaba a Elvira, cómo adoraba esas pequeñas charlas que compartían, incluso las conversaciones más profundas y filosóficas sobre la existencia de fantasmas o el cielo y el infierno.
"He llegado a valorar cada uno de esos momentos más de lo que alguna vez podría haber imaginado."
Sebastian dejó que su corazón se abriera completamente en esa carta. Le contó cómo, en esos más de 180 días, se había enamorado perdidamente de ella. Cómo había quedado marcado por su encuentro en la encendida del árbol de Navidad, aun sin saber en ese momento que era ella. Su rostro, su esencia, habían quedado grabados en él.
"No dejo de pensar en ti, en cómo todo lo que haces me llena de alegría. Me he enamorado de todo lo que eres, de tus miedos, tus pasiones, tus inseguridades y, sobre todo, de tu increíble capacidad para amar a través de tus palabras. Y sé que este amor es real, porque en cada uno de esos días, mi corazón solo ha latido por ti."
Sebastian se detuvo un momento, respirando hondo mientras sentía cómo sus emociones lo inundaban. Sabía que esta carta lo exponía por completo, pero estaba decidido a que Elvira supiera la verdad, a que entendiera lo importante que era para él.
"Elvira, mi pequeña Raya, no puedo seguir escondiendo lo que siento. Estoy enamorado de ti. Lo estoy desde hace tiempo, y ahora más que nunca, necesito que lo sepas. No sé cómo terminamos aquí, en este silencio que ha lastimado tanto a ambos, pero te prometo que quiero hacer todo lo posible para arreglarlo, para que nunca más te sientas sola o insuficiente. Quiero estar a tu lado, en todas las formas posibles. Quiero que sepas que eres suficiente, que siempre lo has sido."
Cuando terminó, Sebastian dobló cuidadosamente la carta, sintiendo que había puesto en esas palabras todo lo que no había podido decir antes. Sabía que esta carta era crucial, que podía ser la diferencia entre perder a Elvira para siempre o finalmente estar juntos.
Esperó a que Georgeta regresara para entregarle la carta.
—Mamá, necesito que hagas algo por mí —dijo Sebastian, su voz suave pero firme—. Nicholas... cuando encuentre a Elvira, necesito que le dé esto. O, la deje en su departamento, Pero ella tiene que leer esto, tiene que saber lo que siento.
Georgeta tomó la carta con cuidado, asintiendo con un gesto de comprensión.
—Lo haré, Seb. Me aseguraré de que esta carta llegue a sus manos.
Sebastian sonrió levemente, sintiendo que, aunque las cosas aún eran inciertas, había dado un gran paso hacia adelante. Sabía que debía ser honesto, que no podía seguir ocultando lo que sentía, y esta carta era el primer paso para recuperar a Elvira.
Mientras se recostaba en la cama, cerró los ojos, dejándose llevar por la esperanza de que, finalmente, sus palabras pudieran sanar las heridas que habían surgido entre ellos. Y con eso en mente, esperó con ansias el día siguiente, cuando sería dado de alta y podría, finalmente, empezar a luchar por el amor que tanto anhelaba.
Era tarde cuando Georgeta se encontró con Nicholas en la cafetería del hospital. La preocupación seguía nublando sus rostros, pero había un rayo de esperanza en sus ojos. Georgeta sostenía en sus manos la carta que Sebastian había escrito con tanto esfuerzo y sinceridad, una carta que contenía todo lo que su hijo había guardado en su corazón durante semanas, incluso meses.
—Sebastian me pidió que te entregara esto —dijo Georgeta, extendiendo la carta hacia Nicholas—. Quiere que Elvira la lea. Siente que estas palabras son cruciales, que podrían hacer la diferencia entre perderla o recuperarla.
Nicholas tomó la carta con cuidado, sabiendo lo importante que era. Podía sentir el peso emocional que llevaba, el amor y la vulnerabilidad que Sebastian había volcado en esas líneas. Se quedó en silencio un momento, contemplando lo que significaba para ambos, Elvira y Sebastian.
—Gracias, Georgeta —respondió Nicholas finalmente, su voz cargada de gravedad—. Creo que es lo correcto. Esperaremos a que Elvira se reporte, y cuando lo haga, esta carta será lo primero que vea al regresar.
Ambos sabían que Elvira era impredecible cuando se trataba de sus desapariciones. Podía estar ausente por unos días o más, dependiendo de cuánto tiempo necesitara para recomponerse. Aun así, dejar la carta en su departamento les pareció la opción más sensata.
—No sabemos cuándo regresará —continuó Nicholas, pensativo—, pero si deja de sentirse perdida, si decide que está lista para enfrentar lo que sea que esté pasando, quiero que esta carta sea lo primero que vea al entrar a su hogar. No podemos presionarla, pero podemos estar listos para cuando ella lo esté.
Georgeta asintió en acuerdo. Ambos sabían que no podían forzar nada, que Elvira tenía que llegar a sus propias conclusiones y decisiones por sí misma. Pero también sabían que había que estar preparados, que cualquier pequeño gesto podría ser la chispa que ella necesitara para volver a confiar.
—Sebastian va a ser dado de alta mañana —dijo Georgeta después de un breve silencio—. Creo que estará mejor una vez que esté en casa, aunque sé que lo único que desea es encontrar a Elvira. Pero por ahora, dejaremos que esta carta haga su trabajo.
Nicholas asintió, tomando una decisión.
—Dejaré la carta en su departamento, en un lugar donde sé que la verá apenas entre. Y entonces esperaremos. A veces, no podemos hacer más que eso.
Con la carta en mano, Nicholas se levantó, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Sabía que esa carta podía ser el comienzo de algo nuevo para ambos, pero también sabía que el resultado estaba fuera de su control. Todo dependía de Elvira y de cuándo ella decidiera regresar.
Georgeta y Nicholas intercambiaron un breve abrazo, sabiendo que compartían la misma preocupación por las personas que ambos amaban.
—Avísame en cuanto sepas algo —dijo Georgeta, con un intento de sonrisa.
—Lo haré —respondió Nicholas, decidido.
Esa noche, Nicholas se dirigió al departamento de Elvira. Todo estaba en silencio, como si el lugar hubiera quedado en pausa desde su partida. Encontró un lugar en la mesa de la entrada, donde ella no podría ignorarla al cruzar la puerta. Colocó la carta allí, junto a un pequeño arreglo de flores que había llevado, como un gesto de bienvenida de el y su esposa.
Con un último vistazo al apartamento vacío, Nicholas salió y cerró la puerta detrás de él. Ahora, lo único que podían hacer era esperar, confiando en que Elvira volvería y encontraría la carta, y con ella, la verdad del corazón de Sebastian.
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La Búsqueda que nos unió - Sebastian Stan
FanfictionCOMPLETA 🫰🏻 ¿Alguna vez has sentido que las palabras de un libro te hablan directamente al corazón? Sumérgete en la fascinante historia de Sebastian, un actor que lo tenía todo: fama, dinero, éxito y un brillo que muchos envidiarían. Pero detrás...