Capítulo 36: Despertar a la Realidad y la esperanza quebrada

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Elvira despertó bruscamente, sintiendo cómo alguien la movía con insistencia. Su mente era un caos, desorientada y confundida, mientras trataba de enfocar su visión. Sentía un ardor intenso en los ojos, el resultado de las lágrimas que había derramado durante toda la noche. Un vacío profundo la invadía, uno que nunca había imaginado que podría sentir.

Nicholas estaba a su lado, claramente preocupado. Había pasado un buen rato intentando despertarla, pero Elvira apenas había reaccionado, sumida en un estado de shock. Sus ojos se movían sin poder enfocarse, un gesto que solía hacer desde su adolescencia, cuando aún usaba lentes. Aunque hacía tiempo que se había sometido a una operación para corregir su visión, ese hábito seguía presente.

—Vamos, Els, no te presentaste a la junta de las 11 a.m. Me preocupé —dijo Nicholas, su voz llena de preocupación—. Son las 3 de la tarde y no he sabido nada de ti. Te escribí, te llamé, incluso mandé a un chofer a tu puerta, y nada. ¿Te sientes bien?

Elvira, aún confundida, se sentó lentamente en la cama. Su mente trataba de procesar lo que estaba sucediendo, pero todo era borroso. Apenas recordaba cómo había llegado a la cama la noche anterior. Sentía que la vida se le había escapado de las manos.

Sí, estoy bien... creo. No sé qué me pasó —respondió, su voz apagada—. Quizá era el sueño acumulado... todo el estrés del libro...

Intentó evitar mencionar a Sebastian o la situación con él, sabiendo que si lo hacía, explotaría en lágrimas de nuevo. No quería volver a llorar, no quería mostrarse débil, no cuando ya sentía que había perdido tanto.

Nicholas la miró con preocupación, sus ojos escrutadores no perdían detalle de su estado. Sabía que algo no estaba bien, pero decidió no presionarla. Al menos, no todavía.

Tuve la junta yo solo —continuó Nicholas—. Todos querían felicitarte, contarte las buenas nuevas, pero no apareciste. Sé que te ponen nerviosas las juntas presenciales, pero es gente que ya conoces...

Lo sé, lo siento. Tenía pensado ir, pero... no sonó mi alarma —respondió Elvira, intentando encontrar una excusa que no sonara demasiado débil—. Escribiré para disculparme. Ayer leí los números de ventas... y cómo se ha agotado todo, tanto que las lecturas en Wattpad llegaron a 16 millones. Todo un logro, ¿no? —dijo, con una risa sarcástica que sonó más como un eco vacío que como un verdadero intento de humor.

Nicholas no dejó pasar el tono amargo en su voz. Sabía que algo más estaba sucediendo, algo que ella no quería compartir.

Ok, basta —dijo Nicholas, tomando una postura firme—. No sé qué está pasando, pero en este momento te metes a bañar. Luego, saldrás a cenar con nosotros, y no acepto un no por respuesta.

Elvira lo miró, queriendo protestar, pero no tenía la energía. Sabía que Nicholas no la dejaría escapar tan fácilmente, y aunque una parte de ella solo quería volver a acurrucarse en su cama y olvidar todo, otra parte sabía que él tenía razón. No podía seguir así, no podía seguir escondiéndose del mundo.

Está bien —murmuró finalmente, derrotada—. Iré a cenar con ustedes.

Nicholas asintió, satisfecho con su respuesta, aunque su preocupación no disminuyó. Sabía que algo más estaba sucediendo, algo que Elvira aún no estaba lista para compartir, pero por ahora, se conformaba con saber que no se quedaría encerrada sola en su apartamento.

Mientras Nicholas salía de la habitación para darle algo de privacidad, Elvira se quedó sentada en la cama, sintiendo el peso de todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Se levantó lentamente, caminando hacia el baño, mientras su mente seguía atrapada en el torbellino de emociones que Sebastian había desatado.

Sabía que tenía que seguir adelante, pero en ese momento, cada paso se sentía como un esfuerzo titánico. Mientras se miraba en el espejo, notó las ojeras profundas bajo sus ojos, el rostro cansado y marcado por el dolor. La imagen que veía le devolvía una mirada llena de tristeza, una tristeza que no podía esconder.

Se metió en la ducha, dejando que el agua caliente intentara aliviar la tensión en su cuerpo, pero el nudo en su pecho no desaparecía. Al salir de la ducha, todavía con la piel húmeda y cubierta por una toalla. Sentía el agua caliente sobre su cuerpo como un intento inútil de calmar la agitación que la atormentaba por dentro. Se quedó parada frente al espejo un momento, observando su reflejo, intentando encontrar en él alguna señal de fortaleza, pero solo veía a una versión más frágil de sí misma.

Con un suspiro pesado, se dirigió a su habitación, secándose el cabello con una toalla mientras su mente volvía, inevitablemente, a lo mismo. Sebastian. No podía evitarlo, y aunque sabía que debería mantenerse ocupada, la pequeña chispa de esperanza seguía ardiendo en su pecho, aún cuando todo apuntaba a lo contrario.

Tomó su teléfono, aún dudando si debería revisarlo. Una parte de ella sabía que lo mejor sería no hacerlo, que lo único que encontraría sería más dolor, pero la otra parte, la que estaba desesperada por alguna señal, cualquier señal, la obligó a desbloquearlo. Abrió Instagram, con un gramo de esperanza, rezando por que algo hubiera cambiado.

Pero no. Todo seguía igual.

El símbolo de conexión seguía ahí, brillante y molesto, y el mensaje que le había enviado a Sebastian seguía sin leer. Era como un recordatorio constante de su incertidumbre, de la frágil esperanza que se había desmoronado con cada minuto que pasaba sin respuesta. Algo dentro de ella se quebró aún más al verlo, una grieta más en su ya destrozado corazón.

Elvira se dejó caer en el borde de la cama, sintiendo cómo la tristeza volvía a apoderarse de ella, más pesada y oscura que antes. Pero esta vez, algo diferente se encendió en su interior. Sabía que no podía seguir así, no podía dejar que esta falta de respuesta la destruyera por completo. Tenía que encontrar la manera de seguir adelante, aunque le doliera hasta el alma.

Apretó el teléfono en su mano, cerrando los ojos y tratando de controlar las lágrimas que amenazaban con caer nuevamente. Quizá esta cena con Nicholas y su esposa sería la distracción que tanto necesitaba. No podía seguir esperando, aferrándose a la esperanza de una respuesta que tal vez nunca llegaría.

Con una determinación nacida del dolor, se levantó y comenzó a vestirse. Eligió algo sencillo pero presentable, queriendo verse al menos un poco como ella misma, aunque por dentro se sintiera destrozada. Mientras se ponía el último detalle, tomó una respiración profunda, intentando calmar el torbellino de emociones que la sacudía.

Sabía que no sería fácil, que la herida de la espera y del posible rechazo seguiría doliendo. Pero al menos, por esta noche, intentaría encontrar algo de paz, una pequeña tregua en medio de la tormenta.

Al salir de su habitación, lista para enfrentarse al mundo aunque fuera solo por unas horas, miró su teléfono una última vez. No había cambiado nada, pero por primera vez en mucho tiempo, decidió que no importaba. Guardó el teléfono en su bolso, dejando atrás la pantalla y la tristeza que venía con ella, y salió de su apartamento con la esperanza de que, tal vez, esta noche podría distraerse, aunque fuera solo un poco, de todo el dolor que la consumía.

La Búsqueda que nos unió - Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora