Corazones entrelazados: Amores y conflictos en la Escuela Kimetsu

Capítulo 21: Caminos que se entrelazan

Los días pasaban y la tensión en la escuela Kimetsu seguía aumentando. A pesar de los esfuerzos de los profesores para mantener a los estudiantes enfocados en sus estudios, las emociones seguían corriendo a flor de piel, especialmente entre aquellos que enfrentaban dilemas amorosos.

Tanjiro estaba decidido a hablar con Kanae después de su conversación con Shinobu. Sabía que no podía dejar las cosas sin resolver entre las dos hermanas. Se dirigió al jardín donde normalmente Kanae solía pasar el tiempo libre. La encontró sentada bajo un árbol, mirando al horizonte, aparentemente perdida en sus pensamientos.

—Kanae —dijo Tanjiro suavemente mientras se acercaba.

Ella levantó la mirada y esbozó una pequeña sonrisa. —Tanjiro, ¿qué haces aquí?

—Necesitamos hablar —respondió él, sentándose junto a ella—. Sé que hay algo entre tú y Shinobu, algo relacionado conmigo, y no quiero que eso cause problemas entre ustedes.

Kanae suspiró profundamente y miró hacia el cielo. —Es difícil, Tanjiro. No quería que las cosas se pusieran así, pero no puedo negar lo que siento. He estado peleando conmigo misma, pero cuanto más intento ignorarlo, más difícil se vuelve.

Tanjiro no sabía cómo responder. Sabía que no quería lastimar a nadie, pero también entendía que los sentimientos de Kanae eran reales.

Mientras tanto, en el aula de profesores, Rengoku se encontraba organizando una reunión especial con Mitsuri. Había notado que, últimamente, Mitsuri había estado más callada y distraída en las clases, lo cual era inusual para alguien tan entusiasta como ella. Quería averiguar si algo la estaba preocupando.

—Mitsuri, ¿te gustaría tomar un café después de clases? —le preguntó Rengoku casualmente.

Ella, sorprendida pero encantada, aceptó la invitación con una sonrisa tímida. —Claro, Rengoku. Me encantaría.

Los dos se encontraron en una cafetería cercana, y Rengoku no perdió tiempo en preguntarle sobre su comportamiento reciente.

—Has estado más callada estos días, Mitsuri. ¿Está todo bien?

Ella se ruborizó levemente, sorprendida de que él lo hubiera notado. —Oh, no es nada serio, Rengoku. Solo he estado pensando en algunas cosas... personales.

Rengoku, siempre directo, se inclinó hacia ella con una sonrisa amistosa. —Puedes confiar en mí, Mitsuri. Si hay algo que te preocupe, me gustaría ayudarte.

Ella dudó por un momento, pero luego decidió ser honesta. —En realidad, Rengoku... he estado pensando mucho en ti. No sé cómo decirlo, pero me he dado cuenta de que mis sentimientos por ti son más profundos de lo que pensaba.

Rengoku parpadeó, sorprendido por la confesión, pero una sonrisa cálida apareció en su rostro. —Mitsuri, eres una persona increíble. No sabía que te sentías así, pero me alegra que me lo hayas dicho.

Mitsuri sonrió tímidamente, aliviada de que Rengoku no la rechazara. Era el comienzo de algo nuevo entre ellos, aunque ambos sabían que el camino no sería fácil.

De vuelta en la escuela, Zenitsu se encontraba luchando con su propio dilema. Sabía que no podía seguir escondiendo su relación con Nezuko, pero también temía la reacción de Tanjiro. Mientras caminaba hacia su próxima clase, no pudo evitar pensar en todas las veces que había querido confesar la verdad, solo para retractarse en el último momento.

Finalmente, decidió que tenía que enfrentarlo. Buscó a Nezuko durante el almuerzo y la llevó a un lugar apartado para hablar.

—Nezuko, no puedo seguir escondiendo esto. Tarde o temprano, Tanjiro se va a enterar, y si no se lo decimos nosotros, será peor.

Nezuko asintió, aunque la preocupación en su rostro era evidente. —Lo sé, Zenitsu, pero... ¿estás seguro de que este es el momento adecuado? No quiero que Tanjiro nos odie.

—No importa el momento, Nezuko. Eventualmente, tendremos que decírselo, y prefiero que sea ahora, cuando aún tenemos la oportunidad de explicarle todo —dijo Zenitsu con determinación.

Ambos sabían que el momento de la verdad estaba cerca.

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