La oscuridad era casi total, apenas rota por una tenue luz que se filtraba desde una única bombilla colgando del techo. El frío del suelo de concreto se extendía por todo el cuerpo de Julieta cuando abrió los ojos. Su cabeza palpitaba de dolor, y por un momento, no supo dónde estaba. Pero entonces, el sonido metálico de unas cadenas chocando la despertó por completo. Intentó moverse, solo para descubrir que una gruesa cadena la mantenía atada a la pared, con las manos esposadas a una argolla que no le daba más de un par de metros de libertad.
Miró alrededor, y ahí estaba Olivia, inconsciente, encadenada del mismo modo a la pared opuesta. Intentó levantarse, pero la distancia entre ellas era demasiada. Las esposas cortaban su movimiento, haciéndole imposible llegar a su esposa. La desesperación empezó a invadirla.
—Liv... —susurró Julieta, su voz débil al principio. Tosió, aclarando su garganta, y con más fuerza, volvió a llamarla—. ¡Olivia!
Los segundos pasaban lentos, pero finalmente Olivia comenzó a moverse, parpadeando como si no pudiera distinguir dónde estaba. Al sentir el peso de las esposas, su cuerpo reaccionó, tenso. Inmediatamente miró a su alrededor, encontrando a Julieta a pocos metros, aunque tan lejos como para no poder alcanzarla.
—¿Qué demonios...? —murmuró Olivia, tratando de forzar las esposas, pero sin éxito. Cuando sus ojos se cruzaron con los de Julieta, el horror de la situación se reflejó en ambos rostros—. ¿Estás bien?
Julieta asintió, pero su expresión estaba marcada por el miedo. —Estoy bien, pero... —Mostró las esposas, dando por obvio el resto. — ¿Tú estas bien?
—Eso creo..
Olivia intentó una vez más, pero la cadena limitaba sus movimientos de la misma manera. La impotencia las golpeó. En ese momento, el eco de pasos acercándose llenó el espacio, haciendo que ambas miraran hacia la única puerta de la habitación. Esta se abrió lentamente, revelando a dos hombres con rostros cubiertos por pasamontañas. Uno de ellos llevaba una pistola en la mano, mientras el otro se acercaba con una sonrisa satisfecha.
—Bueno, bueno... —dijo uno de ellos, en un tono burlón—. Las dos heroínas, tan fuertes en sus trabajos, tan frágiles aquí, ¿verdad?
—¿Qué quieren? —preguntó Olivia, su voz firme a pesar del temor que sentía—. ¿Dinero? Podemos conseguir lo que pidan.
—¿Dinero? —repitió uno de los hombres, soltando una risa sarcástica—. Claro que podríamos querer dinero, pero eso sería demasiado simple, ¿no crees? No, esto es más personal. Un reconocimiento, podríamos decir.
Julieta frunció el ceño. —¿Reconocimiento? ¿Por secuestrarnos?
—No se trata solo de ustedes dos. —El hombre se cruzó de brazos, caminando de un lado a otro, disfrutando de la situación—. Queríamos probar un punto. Nadie es intocable. Ni la Capitán Benson, ni la agente especial Tutuola. Ustedes creen que el poder las protege, pero estamos aquí para demostrarles lo contrario.
Olivia apretó los puños con fuerza. —Si esto es una venganza, díganlo de una vez.
El segundo hombre, más callado hasta ese momento, dio un paso adelante. —Llevamos tiempo observándolas. Ustedes son... los trofeos perfectos. Toda la ciudad va a saber de nosotros, y sus colegas estarán desesperados por encontrarlas. Un buen caos.
Julieta intercambió una mirada con Olivia. No había sido un secuestro improvisado; estaban metidas en algo mucho más complejo.
—¿Qué van a hacer con nosotras? —preguntó Julieta, tratando de mantener la calma, aunque el pánico ya le comenzaba a trepar por el cuerpo.
—Eso... —el hombre volvió a reír, inclinándose hacia ella con una sonrisa que la hizo estremecerse—. Dependerá de lo que hagan sus amigos allá afuera. Cuanto más sufran, más nos divertiremos.
Con esas últimas palabras, ambos hombres se retiraron, dejando tras de sí un silencio que pesaba como una losa.
Julieta miró a sus alrededores, su cabeza aún dolía considerablemente, pero no había nada, literalmente nada, marcas, ventanas, puertas.. absolutamente nada. El rostro de preocupación de su esposa le daba la determinación suficiente como para saber que tenían que salir vivas de allí.
Mientras tanto, en la ciudad, la calma había comenzado a desmoronarse. El caos empezaba a apoderarse de las oficinas del FBI y del Departamento de Policía de Nueva York. Una capitana secuestrada, una agente del FBI desaparecida. Las líneas telefónicas no dejaban de sonar, mientras los equipos se organizaban para iniciar la búsqueda. Los rostros de los compañeros de Olivia y Julieta estaban llenos de preocupación y urgencia.
En la oficina del FBI, Isobel no paraba de dar órdenes. El impacto de perder a una de sus mejores agentes la golpeaba duramente, pero no podía dejar que el pánico nublara su juicio. Stuart estaba aún bastante golpeado por la situación, al ser uno de los mas cercanos a Julieta, le costaba asimilar la situación.
—Quiero un equipo rastreando las cámaras de seguridad desde que salieron del restaurante. Alguien tiene que haberlas visto. Consigan las grabaciones de su edificio y busquen alguna de su calle—Su voz, aunque autoritaria, reflejaba la tensión de la situación.
En el otro lado de la ciudad, en la Unidad de Víctimas Especiales, Fin intentaba mantener la calma. Tenía que ser fuerte, no solo por el equipo, sino también por Noah. El niño estaba asustado, refugiado en el despacho de su madre, mientras el detective trataba de contener su propio miedo. No podía permitir que Noah viera el terror en sus ojos.
—¿Cómo está? —preguntó Amanda Rollins, cuando vio a Fin salir de la oficina. Fin sacudió la cabeza, con una expresión de impotencia que no pudo ocultar.
—Asustado. No lo culpo. Yo también lo estaría si fuera él... —dijo Fin, frotándose las sienes—. No sé cómo explicarle que su mamá y Julieta van a estar bien cuando ni yo lo sé.
Rollins asintió, mirándolo con empatía. —Las encontraremos, Fin. Encontraremos a Liv y a Julieta.
Pero las horas pasaban, y el nerviosismo aumentaba en todos los rincones. La desaparición de ambas mujeres se había convertido en el centro de atención, y mientras más tiempo pasaba, más comenzaba a florecer la desesperación. Dentro de la oficina, fuera de ella, la noticia del secuestro no tardaría en extenderse. Las calles de Nueva York se sentían más tensas que nunca.
Los amigos de ambas mujeres trataban de mantener su profesionalismo, priorizando encontrarlas cuanto antes sin dejar que el miedo los nuble, pero era difícil, lo hicieron tan bien y tan rápido, que parecía que simplemente se las había tragado la tierra.
De vuelta en la habitación, Julieta y Olivia intentaban asimilar la situación, con el sonido lejano de las cadenas resonando cada vez que alguna se movía.
—No te voy a dejar, Liv —murmuró Julieta, con un tono que intentaba sonar firme, aunque sus ojos mostraban la preocupación—. Vamos a salir de aquí.
Olivia, encadenada a solo unos metros, le devolvió la mirada. —Lo sé. Pero tenemos que estar listas... esto no ha terminado. Y lo que sea que quieran, lo van a intentar cobrar.
Sabían que el tiempo jugaba en su contra, y que, en algún lugar de la ciudad, sus amigos estaban haciendo todo lo posible por encontrarlas. Pero ahí, en ese cuarto frío y desolado, las cosas iban a ser más difíciles que nunca para la pareja.
Obviamente ninguna tenía ninguna pertenencia arriba, incluso les habían quitado los abrigos que tenían, Julieta seguía analizando el entorno, buscando desesperadamente una solución.

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Soy Olivia Benson, un gusto
RandomUna joven oficial con un pasado difícil, un presente firme y un futuro muy prometedor. Una sargento con una vida difícil, muy dedicada a su trabajo. Dos mujeres con pasado difícil, muy trabajadoras y buenas oficiales. ¿Pasara algo cuando se encuentr...