- Cap. 72 -

52 10 0
                                    

El reloj en la cocina marcaba las 6:30 a.m. La luz del amanecer apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas mientras, Julieta se acercó aún con la bata de dormir. Se detuvo en el umbral del comedor y sonrió para sí misma. Olivia y Noah estaban sentados juntos, discutiendo sobre el proyecto escolar del pequeño. Era una escena que se repetía casi cada mañana desde que Julieta había vuelto del coma, y aunque pareciera una rutina, para ella era todo menos ordinario. Cada desayuno compartido, cada risa, era un recordatorio de lo afortunada que era de tener su vida de vuelta.

Los últimos dos años habían sido tranquilos. Su carrera en el FBI prosperaba bajo la dirección de Castille, y había encontrado en su equipo una segunda familia con Jubal, OA y el resto. Olivia también había alcanzado un nivel de estabilidad en su vida profesional y personal que Julieta jamás había visto en ella. Su relación había florecido de una manera que ambas habían creído imposible, teniendo en cuenta los obstáculos que habían enfrentado.

—¿Qué tal si después de la escuela vamos al parque? —sugirió Olivia, acariciando el cabello de Noah, que parecía mucho más emocionado por eso que por su tarea de ciencias.

Julieta se acercó a la mesa, apoyando sus manos en los hombros de Olivia antes de besarla suavemente en la mejilla. Noah soltó una pequeña risita, pero no apartó la vista de su cuaderno.

—Me parece perfecto —dijo Julieta, dirigiéndose a Olivia con una sonrisa que hablaba más que cualquier palabra. Esta era su familia. Su hogar.

Los días en casa eran muy diferentes ahora. Las noches ya no estaban llenas de urgencias de la oficina o de casos pendientes que las mantenían separadas. Las llamadas nocturnas del trabajo, que antes interrumpían las cenas o las noches de cine, ahora eran escasas. No se malinterpretaba: ambas seguían apasionadas por sus trabajos, pero de alguna manera, habían encontrado un equilibrio. Los fines de semana eran para la familia, ya fuera paseando por algún parque, organizando pequeñas escapadas a las afueras de la ciudad o simplemente quedándose en casa viendo películas de superhéroes, que Noah adoraba.

Tras el desayuno, Julieta salió al porche con una taza de café caliente en las manos. Se sentó en uno de los sillones, observando cómo el sol se alzaba lentamente, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados. Era en estos momentos de tranquilidad donde su mente a veces vagaba hacia el pasado. Pensaba en todo lo que habían pasado para llegar hasta aquí. Las separaciones, las dudas, los miedos, incluso aquella traición que casi las destruyó. Pero nada de eso importaba ahora. Lo que importaba era que estaban juntas.

—¿Todo bien? —la voz de Olivia interrumpió sus pensamientos. Julieta levantó la mirada para encontrarse con los ojos oscuros de su esposa, llenos de una comprensión silenciosa.

—Perfecto —respondió Julieta con una sonrisa sincera—. Solo estaba pensando en lo afortunadas que somos.

Olivia se sentó a su lado, tomando una bocanada de aire fresco. Durante años, sus vidas estuvieron llenas de caos y dolor, pero ahora... había paz. Había estabilidad. Las viejas heridas, aunque aún presentes, ya no dolían como antes.

—Hemos recorrido un largo camino, ¿no? —dijo Olivia, mirando hacia el horizonte.

Julieta asintió, entrelazando su mano con la de Olivia. Recordaba cada paso del recorrido. Las noches sin dormir, las llamadas que no llegaron, los momentos en los que parecía que todo estaba perdido. Pero aquí estaban, a pesar de todo.

—Y aquí seguimos —respondió Julieta, con una sonrisa suave.

Por la tarde, después de recoger a Noah de la escuela, fueron al parque tal como lo habían planeado. El sol comenzaba a descender en el horizonte, bañando todo con una luz dorada mientras Noah corría detrás de su pelota, riendo y gritando de emoción. Olivia y Julieta, sentadas en un banco cercano, lo observaban con orgullo y una calma que pocas veces habían sentido.

Olivia se inclinó hacia Julieta, apoyando la cabeza en su hombro.

—¿Te acuerdas de cuando todo esto parecía imposible? —preguntó en voz baja.

Julieta la miró y sonrió. Lo imposible ahora era su realidad.

Esa misma tarde, un viejo y conocido rostro se unió a la familia acompañado de tres personas más. Julieta le sonrió y este devolvió la sonrisa. El saludo de los mayores fue corto, mientras que sus hijos, fueron directamente a los juegos junto a Noah. 

La tarde pasaba lentamente y mientras el sol caía, Stuart y Julieta quedaron solos unos minutos mientras sus parejas iban con los niños para tratar de que se abrigaran. Stuart tenía una mirada melancólica pero también cargada de orgullo mientras se sentaba al lado de su amiga, palmeando su espalda. 

— Pensar que hace unos años pensaba que no volvería a tener si quiera una charla contigo.. — mencionó el hombre

— Y ahora estamos aquí, soy la madrina de tus hijos los cuales no habría conocido tampoco..

Se sonrieron mutuamente y cuando cayó la noche, cada familia se fue por su camino. 


Soy Olivia Benson, un gustoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora