- Cap. 82 -

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La luz dorada del atardecer comenzaba a teñir las calles cuando Julieta llegó a casa. Noah, como siempre, la recibió con una sonrisa radiante y un abrazo fuerte. La niñera, tras agradecer por el día, se despidió y Julieta le permitió marcharse, sabiendo que tenía un plan especial para esa noche.

—¿Qué te parece si pasamos a buscar a mamá por su oficina y luego vamos a cenar? —le propuso Julieta a Noah, quien saltó de emoción.

—¡Sí! ¿Nos vamos a poner bonitos para salir con mamá? —preguntó Noah, entusiasmado.

Julieta sonrió, acariciándole el cabello. —Por supuesto, campeón. Hoy será una noche especial.

Ambos comenzaron a prepararse. Julieta solo se puso un pantalón sencillo pero elegante, y una camisa igual a la que ayudó a Noah a ponerse. Mientras tanto, entre risas y pequeñas bromas, ambos comentaban lo divertido que sería sorprender a Olivia. Julieta aprovechó para enviarle un mensaje a su esposa: "Avísame cuando salgas, iré a buscarte"

Noah, con su mirada brillante, practicaba frente al espejo una pequeña reverencia. Julieta no pudo evitar soltar una carcajada, lo que provocó que su hijo también riera. Se aseguró de que el niño se abrigara y se pusieron unos abrigos a rayas iguales que la misma Olivia les había regalado.

Finalmente, cuando Olivia les avisó que estaba por salir de la oficina, madre e hijo salieron de casa y se dirigieron al lugar. Al llegar, Julieta llevó a Noah hasta el piso de la oficina de Liv, recibiendo un par de halagos de los compañeros de la misma que también estaban saliendo. 

—Vaya... —dijo Olivia al verlos, con una mezcla de asombro y ternura—. ¿Qué están haciendo tan guapos?

Julieta sonrió y Noah corrió hacia ella, abrazándola con fuerza. —¡Mamá! Vamos a cenar, ¡y es una sorpresa!

—¿Una sorpresa, eh? —Olivia sonrió y acarició la cabeza de su hijo—. Entonces no puedo decir que no.

Después de unos minutos más de risas y comentarios sobre lo elegantes que se veían, los tres se dirigieron a un restaurante tranquilo, un lugar que Noah adoraba por su ambiente divertido. Durante la cena, el niño estaba fascinado con el menú para niños, dibujando en los manteles de papel mientras Olivia y Julieta compartían una conversación tranquila.

—¿Sabías que Noah quería vestirse igual que yo? —comentó Julieta, mientras miraba a Olivia con una sonrisa. —Fue su idea

—Lo hizo perfecto —respondió Olivia, observando cómo Noah jugaba con su comida—. Aunque debo admitir que ambos me han sorprendido.

Julieta le tomó la mano bajo la mesa, acariciando suavemente sus dedos. —Quería que tuviéramos una noche para nosotros, sin distracciones.

Olivia asintió, agradecida. —Te lo agradezco. Es justo lo que necesitábamos. Y Noah está disfrutando tanto que me hace pensar que deberíamos hacer esto más seguido.

Noah, notando que lo mencionaban, se unió a la conversación. —¡Me encanta salir con ustedes! ¡Podemos hacerlo todas las noches!

Ambas mujeres se rieron. —Tal vez no todas las noches —dijo Olivia, guiñándole un ojo—, pero prometemos que lo haremos más seguido.

—Pensar que su maestra cuando pequeño estaba preocupada porque era algo tímido y no conseguía muchos amigos.. ahora habla hasta por los codos.. por suerte está entretenido. —Comentó Julieta y ambas mujeres rieron.

—Lo ayudaste mucho con eso, las cosas como son, probablemente serás siempre su primer y mejor amiga, podrás decir todo lo que quieras sobre que yo lo cuide cuando no estabas, que suelo pasar mas tiempo con el y todo lo que quieras, pero te tiene mucha confianza y cariño, incluso te cuenta cosas que a mi no. — Julieta sonrió ante la confesión de su esposa

—Eso me suena un poco a celos. —Contestó la agente del FBI, con una sonrisa pícara. Su esposa solo puso los ojos en blanco, sonriendo también 

La cena transcurrió en un ambiente cálido y relajado, lleno de pequeñas charlas, risas y momentos de complicidad. Julieta y Olivia se miraban con ternura, disfrutando del simple hecho de estar juntas en ese espacio, sin las presiones del trabajo o los recientes conflictos.

Los momentos en familia, para ellas, con todos los problemas que tuvieron, se volvieron algo sagrado. Las constantes desgracias de Julieta que la llevan a tener problemas de salud le enseñaron a ambas que sus trabajos pueden arrebatarlas en cualquier momento, así que se esfuerzan por disfrutar momentos llenos de cosas por las que tanto lucharon. En este caso la mas importante, la familia que formaron juntas.

Cuando terminaron, pagaron la cuenta y salieron del restaurante. La noche estaba tranquila, y Noah ya mostraba señales de cansancio, aunque se resistía a admitirlo. Aparcaron el auto en un estacionamiento cercano a su edificio y comenzaron a caminar hacia su hogar, conversando de manera despreocupada.

Sin embargo, cuando estaban por cruzar la calle, un grupo de hombres, con ropa oscura y gorras que ocultaban sus rostros, comenzó a acercarse. Julieta los notó primero, su instinto de protección activándose de inmediato. Puso una mano en el hombro de Noah.

—Noah, cariño, entra al edificio y pídele al portero que llame a la policía. No salgas por nada en el mundo. Hazlo rápido, ¿sí? —le dijo, manteniendo su tono tranquilo pero firme.

El niño, confundido pero obediente, asintió y corrió hacia la entrada del edificio. Mientras tanto, los hombres ya estaban lo suficientemente cerca como para que Julieta se pusiera en guardia. Una sensación de alerta llenó el aire.

—¿Necesitan algo? —preguntó Julieta con calma, pero en su interior, todos sus sentidos estaban en alerta máxima.

Uno de los hombres, alto y robusto, dejó escapar una risa áspera antes de responder.

—Sí... te necesitamos a ti —dijo, sacando una navaja que brilló bajo la luz de la calle.

Antes de que pudieran reaccionar, el hombre avanzó rápidamente. Julieta, guiada por su instinto, se interpuso frente a Olivia, bloqueando el primer ataque. Logró desviar la navaja y le propinó un fuerte golpe al atacante, pero otro hombre se abalanzó sobre ella, y pronto se vio inmersa en una pelea que se volvió caótica. Olivia, decidida a no quedarse de brazos cruzados, también se defendió como pudo, luchando a su lado.

Por un breve momento, pareció que ambas estaban logrando defenderse. Julieta lanzó golpes precisos, mientras Olivia esquivaba y contraatacaba con determinación. Pero entonces, una camioneta negra apareció de la nada, deteniéndose justo a su lado. De ella bajaron más hombres, que rápidamente intervinieron, superando en número a las dos mujeres.

—¡No! —gritó Olivia cuando sintió que uno de los hombres la sujetaba por detrás, mientras otro golpeaba a Julieta con una fuerza considerable.

Julieta cayó al suelo, desplomada, mientras Olivia trataba de liberarse, el ruido seco del cuerpo de su esposa cayendo en la calle la dejó atónita por un segundo, tiempo suficiente para que le dieran un golpe la dejó inconsciente. Los hombres actuaron con precisión. En cuestión de segundos, ambas fueron arrastradas hasta la camioneta y subidas dentro, mientras el vehículo arrancaba a toda velocidad, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Al otro lado de la puerta del edificio, Noah, con el rostro lleno de terror, observaba todo. El portero trataba de consolarlo mientras marcaba frenéticamente el número de emergencia de Fin, la única persona en quien sabían que podían confiar en una situación así. Mientras esperaba nervioso la llegada de la policía.

—Fin ya viene en camino Noah —dijo el portero, tratando de tranquilizar al niño mientras sobaba su espalda—. Todo va a estar bien.

Pero Noah no podía apartar los ojos de la calle vacía, donde sus madres habían sido llevadas, desapareciendo en la noche.








































Soy Olivia Benson, un gustoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora