- Cap. 87 -

58 10 0
                                    

La sala de conferencias del FBI se había convertido en un hervidero de actividad frenética. Los miembros del equipo estaban distribuidos por toda la habitación, con documentos esparcidos sobre la mesa y pantallas parpadeantes mostrando el video que había causado una ola de indignación en las redes sociales. Fin, de pie en un rincón, observaba el rostro de Olivia, golpeado y angustiado, que dominaba la pantalla. Cada vez que la imagen aparecía, un nudo se formaba en su estómago, la impotencia a punto de desbordarse.

—No solo están atacando a Olivia y Julieta —dijo Isobel, su voz vibrante de rabia—. Están enviando un mensaje claro: no temen las consecuencias. No podemos permitir que esto continúe.

Jubal, que estaba sentado en la cabecera de la mesa, asintió con seriedad. —Necesitamos entender por qué eligieron este caso en particular. ¿Qué hay detrás de esto?

Un analista se acercó al proyector, ampliando una imagen de la grabación. En la pantalla, Olivia estaba sentada, frente a una pared blanca, su expresión de desesperación y sufrimiento evidente. Fin apretó los puños, sintiendo una mezcla de furia y determinación.

—Este es el caso de la desaparición de varios jóvenes —continuó Jubal—. La investigación fue extensa, pero nunca conseguimos identificar a los responsables. ¿Podría ser que los secuestradores están intentando reivindicarlo?

Las horas se deslizaron mientras el equipo se sumergía en la investigación, analizando cada detalle del caso anterior. Cada comentario en las redes sociales se llenaba de reacciones, la indignación crecía y los hashtags se multiplicaban. Fin se esforzaba por mantener la calma, por ser un pilar de fuerza para su equipo, pero la angustia por Olivia y Julieta lo consumía.

En casa, Noah estaba inquieto, jugando a su videojuego favorito, pero su atención estaba lejos de la pantalla. Fin, preocupado por su hijo, entró en la habitación, sintiendo el peso de la situación.

—Noah, ¿quieres hablar sobre tu mamá? —preguntó suavemente, sentándose a su lado.

—No sé... —el niño murmuró, la tristeza reflejada en su rostro—. Algunos chicos dicen cosas malas sobre ella. Dicen que no está bien.

Fin tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza. —Todo va a estar bien, campeón. Tu mamá es fuerte. Y todos en la oficina están trabajando muy duro para que vuelva a casa.

Mientras tanto, en la sala de conferencias, la tensión se palpaba en el aire. Jubal y el resto del equipo continuaban revisando el material del caso de los jóvenes desaparecidos. Las imágenes de esos adolescentes perdidos aparecían en la pantalla, su historia permaneciendo en la memoria colectiva.

—Las conexiones entre los casos podrían ser clave —dijo un analista—. Si logramos encontrar patrones, podríamos descubrir por qué estos secuestradores decidieron hacer este video.

—Además, —intervino Isobel— el lugar donde se grabó podría darnos pistas sobre la ubicación actual de Olivia y Julieta. Necesitamos actuar rápido.

El equipo se dividió en grupos, cada uno tomando una parte del caso. Mientras la información fluía, las redes sociales estaban inundadas de publicaciones sobre Olivia y Julieta. Los ciudadanos se unían en vigilia, encendiendo velas en lugares emblemáticos de la ciudad, mostrando su apoyo. Fin no podía evitar sentirse abrumado por la presión, pero también por la solidaridad que la comunidad mostraba.

En la sala, un miembro del equipo se acercó al proyector y amplió la última señal que habían recibido. —¡Miren esto! La señal provino de un edificio abandonado al sur de la ciudad.

El aire se llenó de electricidad; la noticia era un rayo de esperanza en medio de la desesperación. Isobel miró a su equipo, la determinación brillando en sus ojos. —Este podría ser nuestro mejor intento para localizarlas. No podemos perder esta oportunidad.

Soy Olivia Benson, un gustoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora