- Cap. 91 -

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El sonido metálico de las cadenas resonó en el aire húmedo y pesado de la habitación, mientras Julieta sentía cómo sus muñecas ardían con cada movimiento brusco. Su respiración era errática, pero el objetivo estaba claro en su mente: necesitaba aprovechar cada segundo para liberar a Olivia. Su corazón latía con fuerza mientras calculaba sus opciones, manteniéndose agazapada, lista para atacar.

La puerta se abrió con un chirrido oxidado. Uno de los secuestradores entró con una bandeja de comida en la mano. Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Julieta utilizó el peso de las cadenas con una precisión salvaje, envolviéndola alrededor de su puño y arremetiendo con fuerza contra la cabeza del hombre. El golpe fue contundente. Un chasquido seco y el secuestrador cayó al suelo, noqueado.

Julieta no tuvo tiempo de respirar aliviada. Sabía que había otro hombre vigilando afuera, y no iba a tardar en entrar al escuchar el estruendo. Preparó sus fuerzas, apoyándose en la pared para aguantar el dolor que sentía en las muñecas y hombros.

La puerta se abrió de golpe. El segundo secuestrador, mucho más corpulento, entró a la habitación con una furia descomunal, pero Julieta, con las cadenas aún envolviendo su brazo, se lanzó a la ofensiva. Fue un enfrentamiento feroz. Cada golpe que recibía se sentía como si sus huesos se estuvieran fracturando, pero ella seguía luchando, desesperada. Logró golpearlo una vez más en la cabeza con las esposas, pero él la agarró por el cuello, apretando con fuerza. Julieta pataleaba, buscando aire, pero antes de perder completamente el conocimiento, logró impactar con fuerza el lateral de la cabeza del hombre.

Lo derribó. Julieta cayó de rodillas al suelo, jadeando por aire, y sin pensarlo, comenzó a golpear al hombre frenéticamente. Su mente se nubló por la adrenalina y el terror. Una, dos, tres veces... hasta que finalmente el hombre quedó inconsciente.

Con la respiración acelerada y temblorosa, Julieta se derrumbó por un segundo, pero rápidamente volvió a levantarse. Sabía que Olivia dependía de ella. Tomando las llaves de las esposas del cinturón del hombre caído, corrió hacia su esposa, quien estaba apenas consciente, su respiración superficial y su rostro pálido.

En la oficina del FBI, Stuart miraba fijamente la pantalla de su computadora, sus dedos golpeando el teclado con velocidad frenética. Isobel lo observaba desde la puerta de la sala de conferencias, su rostro reflejaba la misma tensión y ansiedad que compartían todos en el equipo.

—Lo tengo —dijo Stuart, su voz cargada de emoción.

Isobel se acercó de inmediato, y al ver la información en la pantalla, su corazón dio un vuelco. Era la pista que necesitaban. 

—El tatuaje que tenía el hombre que golpeó a Benson es un tatuaje familiar, en su momento incluso fue de una pandilla la cual la policía local desmanteló ¿El portador del tatuaje? Tomas Roberts, hijo de Rodrigo Roberts, tenían una empresa bastante grande de repostería la cual se fue en picada con su arresto, la pared del video.. 

—Es idéntica a la del depósito.. —culminó OA viendo las imágenes en la pantalla de Stuart

—Bien hecho Scola ¡Todos en movimiento ahora, las tenemos! —ordenó Isobel con firmeza—. Tenemos su ubicación. ¡Nos movemos ya!

La oficina explotó en actividad. OA, Maggie, Carisi, Amanda y el resto del equipo se movilizaron rápidamente. Isobel y Jubal decidieron ir por su cuenta en un coche, iban liderando al resto mientras daban un par de ordenes por un comunicador, mientras que el resto del equipo se dividía en dos camionetas, preparando el equipo mientras estaban en camino. A su lado, las sirenas de dos patrullas de la policía y dos ambulancias ya estaban activadas, listas para intervenir. Por encima, el helicóptero del FBI se alineaba con ellos, mientras que uno de prensa los seguía de cerca, sin perderlos de vista.

Soy Olivia Benson, un gustoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora