El equipo de investigación salió del edificio donde habían estado analizando la última pista, pero lo que les esperaba afuera era aún más frustrante que las falsas pistas que los secuestradores les estaban dejando. Un enjambre de reporteros, camarógrafos y periodistas bloqueaba la salida, sus voces mezclándose en un mar de preguntas insistentes, los flashes cegadores de las cámaras intermitentes los desorientaban por momentos. El aire se cargaba de incomodidad mientras intentaban abrirse paso, cada uno lidiando con la situación a su manera.
—¿Es cierto que no tienen pistas concretas sobre el paradero de Olivia Benson y Julieta Voight? —gritaba un reportero, la cámara enfocada en Fin, cuya mandíbula estaba tensada de frustración.
Fin hizo un gesto para abrirse paso, manteniendo su mirada fija al frente. Aunque las preguntas mordaces le molestaban, su principal preocupación en ese momento era Noah, quien, a pesar de estar al cuidado de su prometida, sentía cada vez más el peso de la incertidumbre. Fin había sido tajante en no dejar que el niño viera el video de su madre siendo golpeada, pero sabía que en cualquier momento, el acceso a esa información podía llegarle de alguna manera.
—Nada de lo que están preguntando va a ayudar, así que retrocedan —dijo Amanda en tono firme, bloqueando a otro periodista que intentaba meter su micrófono en la cara de Carisi.
Stuart y OA, siempre atentos, empujaban suavemente al grupo de periodistas para hacerse un hueco, manteniendo la cabeza gacha, en un intento de evitar cualquier contacto visual que los alentara a seguir. Maggie, a un lado, intentaba calmar a un camarógrafo que insistía en que tenía derecho a estar ahí, pero ella no se dejaba intimidar.
—¡Están jugando con ustedes, y lo saben! ¡Cada minuto que pasa es más peligroso para ellas! —vociferaba un periodista, causando que Carisi apretara el puño de la rabia contenida.
Finalmente, el equipo logró entrar en los autos, alejándose del caos de cámaras, pero la incomodidad seguía flotando en el aire. Cada uno, aunque en silencio, entendía que la presión mediática estaba subiendo tanto como la desesperación por encontrar a sus compañeras. Se necesitaba una victoria, una pista sólida que les indicara dónde demonios estaban Olivia y Julieta.
Mientras tanto, en el lugar de cautiverio, la situación no era menos tensa.
Julieta, recostada en la fría pared de la celda, mantenía su mirada fija en las esposas que la ataban. Estaba exhausta, pero no podía rendirse. Olivia, a su lado, dormía profundamente, su cuerpo cada vez más débil, y el constante miedo de que no se recuperara la carcomía por dentro. No obstante, había algo que le daba esperanza, algo diminuto pero crucial: la unión de su cadena con la pared estaba desgastada. Si se mantenía constante y persistente, tal vez, solo tal vez, podría liberarse.
No tenía intención de contarle a Olivia. No quería darle una esperanza que podría terminar siendo falsa, y Olivia ya tenía suficiente dolor como para agregarle más expectativas.
El sonido de una puerta metálica se abrió lentamente, rompiendo el silencio tenso de la celda. Un hombre, uno de los secuestradores, entró con la comida, colocándola descuidadamente en el suelo. Sin embargo, cometió el error de acercarse demasiado a Julieta, subestimándola por su estado debilitado y el hecho de estar esposada. Su instinto fue inmediato.
Con el poco espacio que le daban las cadenas, Julieta usó su propio peso para balancearse y golpearlo con fuerza. El secuestrador cayó al suelo sorprendido, y aunque era evidente que ella no tenía las fuerzas de antes, la ferocidad en sus movimientos compensaba su debilidad física. La pelea fue reñida, con Julieta luchando con todo lo que le quedaba dentro mientras él intentaba dominarla.
Olivia despertó con el sonido de la pelea, su corazón se aceleró al ver a su esposa arriesgando su vida de manera tan imprudente.
—¡Jules, basta! —gritó Olivia con desesperación, pero el caos no se detuvo.
Julieta continuaba atacando con una mezcla de furia y cansancio, utilizando las cadenas como arma improvisada. Finalmente, logró asestar un golpe decisivo, dejándolo inconsciente en el suelo. Sin embargo, el costo fue alto. Julieta se desplomó sobre él, jadeando por el dolor y el agotamiento. Tenía nuevos cortes y golpes, y estaba claramente peor que antes.
Olivia, completamente impotente, no pudo evitar que las lágrimas asomaran. La culpa la quemaba por dentro, pero su ira también brotaba.
—¿Qué demonios te pasa? —espetó Olivia, con un tono entre reproche y dolor. —Podrían haberte matado.
Julieta, con el cuerpo adolorido, levantó la vista hacia su esposa, sabiendo que sus intenciones eran mucho más estratégicas de lo que Olivia podía entender en ese momento.
—Lo sé —dijo con dificultad, tomando aliento antes de continuar—, pero... si alguien así de herido camina por las calles, tarde o temprano llamará la atención. Alguien notará algo raro.
Olivia guardó silencio. Sabía que Julieta tenía razón, pero eso no hacía más fácil soportar el dolor de verla en ese estado. Finalmente, su cuerpo agotado la obligó a ceder, cayendo sobre su costado, respirando con dificultad.
Pasaron unos minutos en silencio. Olivia, aunque furiosa, también estaba preocupada, su corazón latía aceleradamente por el miedo a perder a su esposa. Sin embargo, en medio del caos, Julieta encontró una breve paz al verla con vida.
—¿Te acuerdas de cuando nos conocimos? —preguntó Olivia suavemente, rompiendo el silencio tenso.
Julieta sonrió levemente, su mirada perdida en algún punto lejano del techo, mientras intentaba calmar su respiración.
—Difícil olvidarlo... —Julieta cerró los ojos brevemente, recordando. —Hank aún me reprocha por haberme puesto de escudo y recibir la bala en tu lugar...
Olivia asintió. Ese fue el momento en que supo que Julieta era diferente a cualquier persona que había conocido antes. No solo porque la había protegido sin pensarlo dos veces, sino porque lo hizo con una ferocidad que Olivia nunca había visto en nadie.
—Y luego cuando terminaste en coma... —continuó Olivia, su voz temblando ligeramente—. Pensé que te había perdido...para siempre...
—Pero no lo hiciste —respondió Julieta, volviendo a abrir los ojos—. Estoy aquí, Liv... y voy a sacarte de esta, ¿me oyes?
—Lo sé... se que no hay palabra mas confiable y cierta que la tuya... me preocupa a veces lo dedicada que eres con esas cosas.. pero no puedo quejarme, siempre sales ganando
—Hierba mala nunca muere.. —culminó Julieta y ambas mujeres rieron, olvidando por unos segundos su terrible situación.
Olivia no respondió de inmediato. Sabía que la situación era crítica, pero esa pequeña conversación les permitió unos momentos de calma, como si por un segundo, el tiempo se hubiera detenido y solo quedaran ellas dos.
Finalmente, Olivia se acomodó para volver a dormir, sabiendo que el tiempo pasaría más rápido así. Mientras tanto, Julieta, aunque sus manos estaban llenas de cortes y sus muñecas rojas por el roce de las esposas, volvió a concentrarse en su pequeña esperanza: desgastar la cadena.
Sabía que el desgaste era lento, pero cada pequeño movimiento la acercaba un poco más a la libertad.

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Soy Olivia Benson, un gusto
De TodoUna joven oficial con un pasado difícil, un presente firme y un futuro muy prometedor. Una sargento con una vida difícil, muy dedicada a su trabajo. Dos mujeres con pasado difícil, muy trabajadoras y buenas oficiales. ¿Pasara algo cuando se encuentr...