Capitulo 73: Persuasión

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Ethan se giro para verlos una ultima vez, se levantó la chaqueta dejando al descubierto la Uzi que llevaba debajo, dándole unos golpecitos con la palma de su mano.

—Si son inteligentes, se quedaran aquí en silencio mientras terminamos lo que vinimos a hacer les parece..

Al notar la Uzi colgando del hombro de Ethan, la mujer sintió un miedo intenso recorrerle el cuerpo. El hombre afroamericano, que había crecido toda su vida en el gueto, no se sorprendió demasiado, pero su instinto le advertía que el tipo blanco frente a él no estaba jugando. Con un gesto firme, asintió, mientras su cabello afro vibraba ligeramente con el movimiento.

Ethan se acercó, tomó cinta gris, tomo un par de trozos para sellarles la boca del hombre y la mujer, asegurándose de que no pudiera hablar. Luego, él y Job salieron con cautela. Una vez que confirmaron la ubicación exacta, subieron directamente al cuarto piso por las escaleras.

El eco de risas y pasos resonaba a su alrededor.

Ethan alzó la mirada, sus ojos fríos y calculadores. Un ucraniano con un cigarrillo colgando de los labios y una mujer negra, vestida de manera provocativa, subían las escaleras. El ucraniano soltó una carcajada y le dio una palmada en las nalgas a la mujer, el sonido resonando en el pasillo. Pero en cuanto vieron a las dos figuras enmascaradas, las sonrisas se borraron de sus rostros, y el cigarro cayo al suelo.

Sin dudarlo, Job tomó la delantera, levantó su Colt M1911 y disparó sin previo aviso.

—¡Bang!

La bala atravesó el cráneo del ucraniano, lanzando un fragmento de hueso al aire antes de que su cuerpo cayera como un peso muerto. La mujer, curtida en escenarios como este, reaccionó al instante, agachándose y cubriéndose los oídos con ambas manos.

Ethan no perdió ni un segundo tras el disparo de Job. Se movió con rapidez, y en cuestión de instantes alcanzó la cima de las escaleras. Sin darle importancia a la mujer acurrucada, pasó sobre el cadáver sin titubear, dirigiendo su atención a la puerta cerrada al frente. El bullicio que llenaba el edificio se esfumó, dejando un silencio absoluto, tenso, como la calma antes de una tormenta.

Job llegó junto a Ethan, moviéndose con agilidad.

—Yo te cubro.—murmuró Ethan.

Ambos se prepararon. Ethan deslizó un dedo sobre el selector de su Uzi, ajustándola a ráfaga completa. Con una mirada decidida, dio un paso al frente, metiendo la culata de la metralleta en su cadera. Apuntó directo a la puerta y sin dudar, apretó el gatillo.

—¡Rat-tat-tat-tat!

El rugido de la Uzi resonó con fuerza mientras las balas destrozaban la puerta, haciendo astillas y agujeros en la madera como si fuera cartón. Los casquillos volaban y caían en un concierto metálico sobre el suelo. En cuestión de segundos, las 32 balas se habían agotado. Desde el interior, un ruido sordo, pesado, indicó que algo o alguien había caído.

Job soltó una carcajada mientras, con una precisión letal, recargaba su arma. Con un movimiento ágil, empezó a disparar sin piedad en la habitación, desatando el caos. Las balas volaban en todas direcciones, perforando paredes y muebles.

Cuando el último disparo resonó, una figura se desplomó al suelo con un ruido sordo. Ethan, atento al mínimo detalle, aprovechó el breve silencio para cambiar el cargador de su Uzi con una velocidad impresionante. Esta vez, configuró el arma en modo semiautomático, disparando con precisión calculada dentro de la habitación.

Job, sin perder un segundo, rodó hacia adelante con destreza, acercándose a la puerta con fuerza. De una patada certera, la abrió de golpe y disparó a una figura inmóvil en el suelo. Dos tiros más perforaron el cuerpo, confirmando lo que Job temía: ese no era Olek. 

Reencarne en Banshee TownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora