Capítulo 9: California III

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Me dirigí al líder de los carpinteros y, bajo el pretexto de dar instrucciones y reconocer el terreno, partí con un guía, un cartógrafo y 25 soldados.

"Deberíamos empezar por el oro de aluvión. Es fácil de encontrar y de extraer".

"Empecemos por aquí".

Llevé a mi grupo hacia el río Americano, conocido por sus abundantes depósitos de oro de aluvión, pero no fue tarea fácil.

Teníamos que cartografiar el terreno a medida que avanzábamos, lo que llevó bastante tiempo, y no podíamos ir en línea recta.

Exploré la densa vegetación de Sacramento y participé en la medición y elaboración de mapas.

"Es probable que en el futuro esta zona se convierta en una zona residencial o comercial, así que es mejor registrarla con precisión".

Verifiqué las características del terreno mientras buscaba el río Americano. Por las noches, regresaba al campamento temporal en el pueblo de colonización y por las mañanas salía de nuevo.

Habíamos estado explorando y cartografiando durante una semana, centrados en el pueblo de colonización.

A lo lejos, se veía el río. Era un río que brillaba a simple vista.

"¿Será que finalmente hemos llegado? El río Americano. Estamos en el punto más cercano a Sacramento y nos ha llevado una semana".

Fui el primero en expresar mi sorpresa.

"¿Qué es eso en el agua? ¿Lo ven todos?"

"¡Sí! Algo brilla".

Mi guía respondió a mi pregunta y uno de los soldados se acercó para verificar.

"¡Oro! ¡Hay pequeñas pepitas de oro en el río, Su Excelencia!"

"¡Oro!"

Me hice el sorprendido y luego dije:

"Resulta que mi tierra tiene oro. Es una suerte. Vamos a explorar un poco más alrededor y luego regresar".

◆◆◆

"¿Oro?"

"Sí, hay tantas pepitas de oro en el río que el agua parece dorada".

"¿Eso es posible?"

"Sí, no solo yo, otros también lo han visto".

Apenas un día después de que el grupo de reconocimiento regresó al pueblo de colonización de Sacramento, el rumor sobre el oro se extendió. Los soldados exageraron la noticia mientras la propagaban.

Cuando comenzaron a sugerir que fueran a buscar oro, el teniente Manuel advirtió a los soldados y colonos.

"Esta tierra pertenece al señor Jerónimo. Por lo tanto, el oro también es suyo. Quien lo toque sin permiso deberá esperar un castigo severo".

Los habitantes parecían ligeramente desilusionados, pero el príncipe intervino.

"El oro solo es valioso si hay mineros que lo extraigan. Prometo un salario alto y herramientas de excavación gratuitas a quienes se ofrezcan como mineros. También se les entregará la tierra prometida".

Estaba ofreciendo un trabajo bien remunerado y la tierra prometida a cada familia.

"¡Oh!"

"¡Es el príncipe!"

La gente, que había estado desilusionada, ahora vitoreaba al príncipe después de que les ofreció una propuesta tan tentadora.

Por otro lado, los soldados estaban insatisfechos. Se sentían explotados, ya que solo recibían su salario y no obtenían nada más.

Me convertí en el príncipe heredero del Imperio MexicanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora