Capitulo 2

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Al acabar el seminario, Brittany Pierce guardó apresuradamente el trozo de papel dentro del diccionario de italiano, junto a la entrada de la palabra a sino, asno.

-Siento lo que ha pasado. Soy Lucy Hooveer -la saludó su amable compañera, tendiéndole una mano.

La joven se la estrechó y Lucy se maravilló de lo suave que tenía esta las manos.

-Hola, Lucy. Yo soy Brittany, Brittany Pierce.

-Encantada de tenerte por aquí, Brittany. Siento que López se haya comportado como una gilipollas. Ahora entenderás por qué su apodo es LA Profesora, con mayúscula -dijo ella, con no poco sarcasmo.

Ella se ruborizó levemente y volvió a centrarse en sus libros.

-Eres nueva, ¿no? -continuó Lucy, ladeando la cabeza para mirarla.

-Acabo de llegar de la Universidad de Saint Joseph.

Ella asintió como si la conociera. - ¿Has venido a hacer un curso de doctorado?

-Sí. -Señalando hacia las primeras filas, añadió-: Ya sé que no lo parece, pero teóricamente estoy estudiando para especializarme en Dante.

La chica soltó un silbido de admiración.

-Entonces, ¿estás aquí por López?

Ella asintió y, al fijarse en su cuello, Lucy se dio cuenta de que el pulso se le aceleraba.

Como no encontraba una explicación para ello, se olvidó del tema, aunque más tarde volvería a acordarse.

-Tiene un carácter difícil, por lo que no tiene demasiados alumnos, pero es mi director de tesis. Y también el de Quinn Fabray, ya la conoces.

- ¿Quinn?

-La coqueta de la primera fila. Es su otra alumna de doctorado, aunque su auténtico objetivo es convertirse en la futura señora López. Acaba de llegar y ya le hace galletas, se deja caer por su despacho, le envía mensajes telefónicos. Es increíble Brittany asintió, pero no dijo nada.

-Quinn no parece consciente de la estricta política de no confraternización de la Universidad de Toronto -explicó Lucy, que fue recompensado con una sonrisa preciosa.
Se dijo que iba a tener que hacer sonreír a Brittany más a menudo. Pero eso tendría que esperar, de momento.

-Será mejor que vayas. Quería verte después de clase y te estará esperando.
Brittany guardó sus cosas a toda prisa en la vieja mochila L. L. Bean que la había acompañado desde su primer año en la universidad.

-Ejem, no sé dónde está su despacho.

-Cuando salgas, gira a la izquierda y luego gira otra vez a la izquierda. El suyo es el último, al final del pasillo. Buena suerte y, si no nos vemos antes, hasta la próxima clase.

Ella le dedicó una sonrisa agradecida y salió del aula.

Al doblar la esquina, vio que La Profesora había dejado la puerta del despacho abierta. Se quedó delante, nerviosa, dudando sobre si llamar primero o asomar la cabeza directamente. Tras unos segundos de duda, se decidió por la primera opción. Armándose de valor, respiró hondo, contuvo el aliento y levantó el puño. Justo entonces, oyó:

-Siento no haberte devuelto la llamada. ¡Estaba en clase! -exclamó la voz enfadada que ya empezaba a resultarle familiar. Se hizo un breve silencio antes de que volviera a hablar-: ¡Porque era el primer seminario de este curso, idiota, y porque la última vez que hablé con ella me dijo que estaba bien!
Brittany se apartó de la puerta. Al parecer, la señora López estaba hablando por teléfono, gritándole a alguien. No quería ser su siguiente víctima, así que decidió huir y afrontar las consecuencias más tarde. Pero justo entonces la oyó sollozar. Fue un sonido ronco, desgarrador, que le llegó al alma, impidiéndole marcharse.
- ¡Claro que habría querido estar allí! La quería. Claro que habría querido estar allí. -Le llegó otro sollozo desde detrás de la puerta-. No sé a qué hora llegaré. Diles que voy de camino. Iré al aeropuerto y tomaré el primer avión que salga, pero no sé cuándo llegaré.
Otra pausa.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora