Capitulo 31

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El 9 de abril, Britt caminaba sobre la nieve a medio derretir en dirección a la casa de la profesora Picton en una mano llevaba una copia impresa del proyecto y en la otra una botella de chianti.

Estaba nerviosa aunque su relación con la profesora Picton había sido cordial, nunca había sido cálida Katherine no era del tipo de profesores que mimaba o adulaba a sus alumnos era profesional, exigente y nada sentimental por eso, cuando la invitó a llevarle el trabajo impreso en persona y quedarse a cenar, se extrañó pero ni se le pasó por la cabeza negarse.

Frente a la fachada principal de la casa de tres plantas, Britt se secó las palmas de las manos en el chaquetón antes de llamar al timbre-Brittany, bienvenida -la recibió la mujer, invitándola a entrar.

Si el estudio de Britt era un agujero de hobbit, la casa de la profesora Picton era una vivienda élfica Como los elfos de los bosques, se notaba que era aficionada a los muebles de calidad y a las antigüedades lo que se veía era antiguo y caro las paredes estaban forradas con maderas nobles y los suelos cubiertos con gruesas alfombras la decoración era aristocrática, pero no recargada ni excesiva. Y todo estaba perfectamente ordenado.

Después de colgar su abrigo, la profesora aceptó encantada el vino y el trabajo y la invitó a pasar a una salita Britt se sentó en una butaca de piel frente a la chimenea y aceptó una copa de jerez-La cena está casi lista -dijo Katherine, antes de desaparecer, como una diosa griega.

Britt se entretuvo hojeando grandes libros de arquitectura y jardines ingleses que había sobre la mesita auxiliar las paredes estaban cubiertas por cuadros de escenas bucólicas, intercalados con solemnes retratos de antepasados Picton en blanco y negro Britt saboreó el jerez, disfrutando de la cálida sensación que le bajaba hasta el estómago antes de que se hubiera acabado la copa, Katherine fue a buscarla para cenar- ¡Qué bonito todo! -dijo Britt y sonrió para disimular lo nerviosa que estaba.

Se sentía intimidada por la porcelana fina, las copas de cristal y los candelabros de plata que la profesora Picton había colocado sobre el mantel de tela de damasco blanco, que parecía acabado de planchar (Ni siquiera la mantelería se atrevía a arrugarse sin el permiso de la mujer)

-Me gusta tener invitados, pero francamente, me cuesta encontrar a alguien a quien pueda soportar durante una cena entera.

A Britt se le cayó el alma a los pies procurando no hacer ruido, se sentó al lado de ella, que ocupó la cabecera de la larga mesa de roble-Huele delicioso -comentó Britt, tratando de no salivar por el aroma a carne asada y verduras estofadas llevaba días sin demasiado apetito, pero la pericia culinaria de la profesora Picton parecía a punto de acabar con ese problema.

-Suelo tomar más verduras que carne, pero según mi experiencia, los estudiantes apenas comen carne por eso he rescatado esta vieja receta de mi madre Estofado normando, lo llamaba espero que te guste el cerdo.

-Oh, sí, me gusta mucho-Britt sonrió, pero al ver la piel de limón que adornaba el plato de brócoli hervido, su sonrisa se desvaneció.

«A Santana le gustaba adornar los platos.»

- ¿Brindamos? -La profesora sirvió el vino que había llevado Britt y levantó su copa Ella la imitó-Por tu éxito en Harvard.

-Gracias-Britt bebió para ocultar las emociones que la embargaban.

Pasados unos momentos, Katherine volvió a retomar la conversación-Te he invitado para comentar varias cosas En primer lugar, tu proyecto ¿Estás satisfecha con el resultado?
Ella se apresuró en tragar un trozo de chirivía-No.

La mujer frunció el cejo-Lo que quiero decir es que creo que es mejorable si pudiera dedicarle un año más, sería mucho mejor...

Dándose cuenta de que había hablado demasiado, Britt deseó que se abriera un agujero en el suelo y se la tragara.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora