Capitulo 54

2 1 0
                                    


El 21 de enero, Tom paseaba nervioso justo a la entrada de la basílica de Asís. Que su hija y sus damas de honor llegaran tarde no lo ayudaba a tranquilizarse. Se tiró una vez más de la pajarita para arreglársela y siguió esperando. En ese momento, una visión vestida de organza y cubierta de terciopelo blanco hizo su aparición como una nube radiante.

Tom se quedó sin habla.

-Papá -musitó Britt, acercándose a él con una sonrisa nerviosa.

Tammy y Rachel la ayudaron a quitarse la capa y a recolocarse la falda, desplegando la cola a su espalda. Luego, Christina, la organizadora de bodas que nunca se alejaba demasiado, les entregó a Rache y a Tammy sus ramos, que eran una mezcla de lirios y rosas blancas, a conjunto con el color de los vestidos, de un lila intenso.

-Estás muy guapa -le dijo Tom finalmente, dándole un tímido beso a través del velo.

-Gracias. -Ruborizándose, Britt bajó la vista hasta su ramo, que consistía en dos docenas de rosas blancas y unas ramitas de acebo.

- ¿Pueden darnos un minuto? -les preguntó Tom a las damas de honor.

-Por supuesto.

Christina se llevó a Rschel y a Tammy y las situó a la entrada de la basílica.

Luego le indicó al organista que estaban a punto de hacer su entrada.

-Me gusta tu collar -dijo Tom, nervioso.

Britt se llevó la mano a las perlas que le adornaban el cuello.

-Era de Grace.

Tras tocarse los pendientes de diamantes, decidió que no hacía falta explicarle su origen-Me pregunto qué opinaría de que te casaras con su hija.

-Quiero pensar que la haría feliz. Me gusta imaginarme que nos está mirando desde arriba, sonriendo.

Su padre asintió y se metió las manos en los bolsillos del esmoquin.

-Me alegro de que me pidieras que te llevara al altar.

Britt lo miró sorprendida.

-No iba a casarme sin ti, papá.

Él carraspeó, arrastrando los zapatos alquilados a un lado y a otro.

-No debí haberte hecho volver con Sharon. Tendrías que haberte quedado conmigo -dijo, con la voz rota.

-Papá -susurró Britt, empezando a llorar.

Él la abrazó con fuerza, tratando de decirle con su abrazo lo que no sabía decir con palabras.

-Te perdoné hace mucho tiempo. No hace falta que volvamos a hablar del tema-Ella se separó para mirarlo a los ojos- Me alegro de que estés aquí. Y me alegro de que seas mi padre.

-Britt. -Tom carraspeó otra vez para aclararse la voz-Eres una buena chica.

Al volverse hacia el largo pasillo que llevaba al altar, Tom vio que Santana esperaba junto a su hermano y su cuñado. Los dos hombres iban vestidos con esmoquin de Armani negro y camisa blanca inmaculada y Santana con un vestido de bodas blanco con las mangas de encaje sencillo y la espalda descubierta y un ligero velo aunque Santana quería que todos los hombres llevaran pajarita, Scott y Aarón habían preferido ir con corbata, ya que, según ellos, las pajaritas eran cosa de viejos, miembros de las juventudes del Partido Republicano.

- ¿Estás segura? Si tienes dudas, paro un taxi y nos volvemos a casa -preguntó.

Britt le apretó la mano-Estoy segura Santana no es perfecta, pero es perfecta para mí.

Somos la una para la otra.

-Le dije que esperaba que cuidara de mi niña. Que si no estaba dispuesta a hacerlo, tendríamos un problema. Me contestó que si algún día dejaba de tratarte como a una reina, fuera a buscarla y le pegara un tiro-Tom sonrió-Le dije que me parecía buena idea. ¿Estás lista?

Ella respiró hondo-Sí.

-Pues vamos allá. -Ofreciéndole el brazo, asintió con la cabeza para indicarles a las damas de honor que podían abrir la comitiva al sonido de la música de Johann Sebastian Bach.
Cuando Britt y Tom echaron a andar, la música cambió y empezó a sonar otra pieza del mismo compositor.

Santana captó la mirada de Britt desde la distancia y el rostro se le iluminó con una amplia sonrisa. El sol de enero se colaba por las puertas de la basílica, iluminando a la novia desde atrás. Parecía como si un halo de luz la rodeara.

Santana no podía parar de sonreír sonrió durante toda la ceremonia, incluso mientras juraba respetar a su esposa y durante la actuación de la soprano que interpretó

Despertad, la voz nos llama, de Bach y Exultate, jubilate, de Mozart.

Tras la ceremonia, sujetó el velo de Britt con dedos temblorosos y se lo levantó despacio. Con los pulgares, le secó las lágrimas de felicidad que le rodaban por las mejillas, y la besó. Fue un beso suave y casto, pero lleno de promesas. Luego fueron a la parte inferior de la basílica para visitar la cripta.

No lo habían previsto, pero sin ponerse de acuerdo, se dieron la mano y se encontraron dirigiéndose a la tumba de san Francisco.

En aquel lugar tranquilo y oscuro donde Santana había tenido su inefable experiencia meses atrás, se arrodillaron y rezaron. Ambas dieron gracias, cada una por tener a la otra en su vida y por las numerosas bendiciones que habían recibido Santana dio también las gracias por Maia y por Grace, por su padre y sus hermanos.

Cuando se levantó para encender una vela, ambas pidieron una última bendición.

Un último pequeño milagro al acabar sus oraciones, una extraña paz se había adueñado de sus almas, envolviéndolas como una manta.

-No llores, dulce niña. -Santana le ofreció la mano a Britt para ayudarla a levantarse. Le secó las lágrimas antes de besarla-. Por favor, no llores.

-No puedo evitarlo. Soy tan feliz... -dijo ella, con los ojos brillantes y una sonrisa temblorosa-Te quiero tanto...

-Yo siento lo mismo no dejo de preguntarme cómo ha podido pasar. Cómo es posible que te reencontrara y te convenciera de que fueras mi esposa.

-El cielo nos sonrió.

Se puso de puntillas para besar a su esposa junto a la tumba de san Francisco sin ninguna vergüenza, porque sabía que las palabras que acababa de pronunciar eran verdad.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora