Capitulo 45

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Al abrir los ojos, Britt vio la brillante luz de julio entrando por la puerta abierta de la tienda. Estaba tapada con mucho mimo con dos mantas de cachemira, pero estaba sola.

De no ser porque sabía que aquélla era la casa de Santana, habría pensado que la noche anterior había sido un sueño. Aunque tal vez seguía soñando.

Al incorporarse, encontró una nota junto a los cojines.

Cariño:

Estabas durmiendo tan a gusto que no me he atrevido a despertarte. Le pediré a Rebecca que prepare gofres, porque sé que te gustan. Dormir en tus brazos me ha recordado que durante estos meses sólo he sido media persona.

Tú me completas.

Todo mi amor,Santana

Mientras leía la nota, numerosas emociones la asaltaron, como una sinfonía tocada con distintos instrumentos. Aunque una de ellas dominaba sobre las demás: el alivio.
Santana la amaba, Santana había vuelto.

Pero el perdón y la reconciliación eran cosas distintas. Sabía que había habido terceras personas implicadas en el conflicto, pero tanto ella como Santana eran responsables de la situación en la que se encontraban. Por mucho que le apeteciera, Britt no pensaba lanzarse a sus brazos sólo para huir de la angustia de la separación.

Sería como tomarse una pastilla para el dolor sin molestarse en averiguar antes qué lo causaba se calzó y salió al jardín, recuperando el bolso antes de entrar en la casa por la puerta de atrás Rebecca estaba trabajando en la cocina, preparando el desayuno.

—Buenos días —saludó a Britt con una sonrisa al verla entrar.

—Buenos días—Ella señaló la escalera que llevaba al piso de arriba—Iba a ir al baño.

La mujer se secó las manos con el delantal—Me temo que Santana lo está usando.

—Oh.

—¿Por qué no llama a la puerta? Tal vez ya haya terminado.

Britt se ruborizó al pensar en ella, recién salida de la ducha, envuelta en una toalla—Esperaré ¿Puedo? —preguntó, señalando el fregadero.

Cuando ella asintió con la cabeza, se lavó las manos. Aguardó a que se le secaran para sacar una goma del bolso y hacerse una cola de caballo Rebecca la invitó a sentarse a la mesita de la cocina—Es muy incómodo que sólo haya un baño y que esté en el piso de arriba. Me paso el día subiendo y bajando Incluso mi casita tiene dos baños.

Britt la miró sorprendida—Pensaba que vivía aquí.

La mujer se echó a reír, mientras sacaba una jarra de zumo de naranja recién exprimido de la nevera—Vivo en Norwood. Vivía con mi madre, pero murió hace unos meses.

—Lo siento. —Britt le dirigió una mirada compasiva, mientras servía zumo de naranja en dos copas de vino.

—Tenía alzheimer —explicó Rebecca, antes de volver a su trabajo.

Ella la observó mientras enchufaba la gofrera eléctrica, lavaba un cestillo defresas y batía un poco de nata Santana había planeado el desayuno con todo detalle.

—Es un cambio muy brusco, cuidar de una profesora después de haber estado cuidando de mi madre. Parece una mujer muy exigente, pero eso me gusta. ¿Sabe? Me deja libros. Acabo de empezar Jane Eyre. No lo había leído todavía. Dice que mientras siga preparándole los platos que le preparo, puedo llevarme los libros que quiera. Por fin tengo la oportunidad de retomar mi educación... y de usar todo lo que he aprendido después de años de mirar el Canal Cocina.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora