Capitulo 4

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A la mañana siguiente, muy temprano, el móvil de Brittany sonó.

Se despertó sobresaltada, con el tono de Message in a Bottle de The Police resonando en la habitación miró el teléfono, que vibraba sobre el escritorio, pero no respondió.

Poco después, el sonido de una campana le indicó que había recibido un mensaje de texto.
Curiosa, se acercó a la mesa y cogió el teléfono el mensaje era de Fotógrafa sexy, nada más y nada menos.

Lo siento.

Mientras pensaba cómo responder, llegó un segundo mensaje.

Perdóname.

Empezó a responder con otro mensaje, pero antes de acabar, oyó movimiento en el pasillo.
Alguien llamó a la puerta.

Por favor, déjame entrar.

Britt leyó el nuevo mensaje antes de acercarse a la puerta y abrirla unos centímetros.

-Hola -la saludó Santana, con una sonrisa insegura.

Ella vio que tenía el pelo húmedo de la ducha se había puesto vaqueros ajustados y camiseta blanca, pero iba descalza era, probablemente, lo más bonito que había visto en su vida.

- ¿Hay alguna razón para que estés llamando a la puerta a las seis de la mañana? -preguntó, y la voz le salió más seria de lo que pretendía.

-Lo siento, Brittany -dijo, con expresión compungida.

(Ciertamente, ayudaba ver que tenía los ojos rojos y la ropa arrugada, como si acabara de sacarla de una bolsa destinada al Ejército de Salvación.)

-Me hiciste daño -susurró Britt.

-Lo sé y lo siento. -Dio un paso adelante-He vuelto a leer la conferencia.
Britt se apoyó una mano en la cadera.

- ¿Me despiertas para decirme eso?

-Te he llamado, pero no has respondido-Se echó a reír-Me ha recordado a Toronto, cuando tuve que entrar por la ventana.

Ella se ruborizó al recordar a Santana llamando a la ventana de su habitación para llevarle la cena.

Acababa de salir de la ducha y tuvo que abrirle tapada sólo con una toalla.
-Te olvidaste de algo de algo importante.

Santana llevaba una ilustración en la mano. Era La disputa por el alma de Guido da Montefeltro.

-La encontré anoche en el suelo del dormitorio. No sé si se me cayó a mí o a ti, pero fue a una de las dos.

Sin hacer caso de la ilustración que ella le había dejado en el casillero de la Universidad de Toronto, Britt la miró a la cara, tratando de interpretar su expresión. Parecía nerviosa y también algo preocupada.

Santana se pasó las manos por el pelo mojado.

-Sé que me dijiste que querías estar sola un tiempo, pero creo que ya llevamos demasiadas horas separadas ¿Puedo pasar?

Ella se echó hacia atrás.

Santana entró y cerró la puerta.

Britt volvió al sofá y se enroscó, tapándose con la vieja manta.

Santana se dio cuenta de que se había hecho un ovillo, lo que indicaba que volvía a estar a la defensiva dejó la ilustración sobre el ordenador antes de meterse las manos en los bolsillos.

-He vuelto a leer tu trabajo y luego he releído el Infierno-La miró fijamente-Dije cosas que no debí haber dicho.

-Gracias -contestó ella, relajando un poco los hombros.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora