Capitulo 26

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Mientras la casa estaba sumida en sombras y todo el mundo parecía estar durmiendo, Santana y Britt permanecían de pie en la cocina, contemplándose

—No estoy segura de que vayas lo suficientemente abrigada. Hace mucho frío ahí fuera —-dijo, tocándole el chaquetón.

—No tanto como en Toronto —-replicó ella, quitándole importancia.

—No estaremos mucho rato fuera. Mira lo que he encontrado. —Santana le mostró una bufanda larga, hecha de anchas franjas blancas y negras. Tras enroscarla alrededor del cuello de Britt, le hizo una lazada—Es de mi facultad en Oxford.

Ella sonrió— Me gusta.

—Te favorece. Y he encontrado otra cosa —añadió, mostrándole una vieja manta que le resultó familiar.

Alargando la mano, Britt la acarició— ¿Es nuestra manta?

—Eso creo, pero no será suficiente. He traído dos más. —Dándole la mano, la guió hasta el porche estaba más oscuro que hacía un rato y hacía más frío, pero extrañamente, parecía como si no hubiera pasado el tiempo desde el momento en que, hacía tantos años, le dio la mano y la siguió al bosque al recordar aquella noche, el corazón se le aceleró y respiró hondo para calmarse Santana le apretó la mano— ¿Qué pasa?

—Nada.

—Estás nerviosa, lo noto. Cuéntamelo—Le soltó la mano y la abrazó por la cintura.

Britt le devolvió el abrazo—La última vez que estuve en este bosque me perdí prométeme que no me dejarás sola otra vez.

—Brittany, no tengo ninguna intención de dejarte sola no sabes lo importante que eres para mí no quiero ni imaginarme lo que sería perderte—El tono de voz de Santana había cambiado era una voz más baja, más tensa.

Su declaración la pilló por sorpresa—Si por cualquier razón nos separamos, quiero que me esperes. Te encontraré, te lo prometo—Sacándose una linterna del bolsillo, iluminó el camino que desaparecía entre los árboles.

El bosque por la noche era espeluznante, una mezcla de árboles pelados esperando a que llegara la primavera y de pinos frondosos. Britt se sujetó de la cintura de Santana con más fuerza para no tropezar con alguna raíz cuando llegaron al extremo del huerto de manzanos, se detuvieron a ella le pareció más pequeño de lo que recordaba. La zona cubierta de hierba no había cambiado, igual que la roca los árboles eran los mismos, pero no tan grandes ni tan impresionantes como los recordaba todo tenía un aspecto mucho más melancólico y solitario, como si hubiera sido olvidado Santana la guió hasta el lugar donde habían estado, tantos años atrás, y extendió la manta en el suelo—¿Quién ha comprado la casa de Richard? —-preguntó Britt.

—¿Por qué lo preguntas?

-
—Por curiosidad dime que no ha sido la señora Roberts. Siempre la quiso.

Ella le tiró del brazo para que se sentara a su lado y los cubrió a ambos con mantas ella se acurrucó a su lado y Santana la abrazó—La he comprado yo.

-— ¿De verdad? ¿Por qué?

—No podía permitir que la señora Roberts se la quedara y talara todos los árboles.

— ¿Compraste la casa por el huerto?

—No soportaba la idea de que alguien más la comprara y destruyera la propiedad. O de no poder regresar aquí nunca más.

— ¿Qué harás con ella?

—No lo sé. Tal vez la alquile. O me la quede como casa de veraneo. Pero no podía consentir que Richard se la vendiera a un desconocido.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora