Durante algunos instantes, en Lobby, Brittany había estado segura de que Santana se acordaba de ella. Pero no habían sido más que eso: instantes fugaces y etéreos que habían desaparecido como telarañas arrastradas por el viento. Y ella, que era una persona muy honesta, empezó a dudar de todo.
Tal vez su primer encuentro con Santana no había sido más que un sueño. Tal vez se había enamorado de su fotografía y se había imaginado los acontecimientos que siguieron a la partida de Luce y Aarón. Tal vez se había quedado dormida sola en el huerto de manzanos y todo había sido la ilusión solitaria y desesperada de una jovencita de un hogar desestructurado que nunca se había sentido amada era posible cuando todo el mundo cree una cosa y tú eres el único que piensa de otro modo, la tentación de integrarte en el grupo es enorme. Lo único que Brittany tenía que hacer era olvidar, negar, suprimir. Y volvería a ser una persona como las demás.
Pero ella era demasiado fuerte para rendirse. No había querido montar un número en el club cuando Santana le había echado en cara su virginidad, porque habría sido llamar la atención sobre un hecho del que se sentía un poco avergonzada. Y tampoco había querido obligarla a reconocerla ni a reconocer que habían pasado una noche juntas, ya que tenía un corazón puro y no le gustaba forzar a nadie a nada.
Cuando vio la confusión en la cara de Santana mientras estaban bailando y se dio cuenta de que su mente no le permitía recordar, Brittany lo dejó correr. La preocupaba lo que un súbito reconocimiento podía provocar en ella y el temor a que su cerebro estallara como la taza de café. Grace la decidió a no decir nada, Brittany era una buena persona. Y a veces la bondad no cuenta todo lo que sabe. A veces, la bondad espera el momento adecuado y aguanta como puede hasta entonces.
La profesora López no era la mujer de la que se había enamorado en el huerto de manzanos. Era fácil darse cuenta de que a La Profesora le pasaba algo. No era sólo que fuera una persona sombría o deprimida; era un ser perturbado. A Brittany, familiarizada con el alcoholismo de su madre, la preocupaba que tuviera problemas con la bebida. Pero su bondad le impedía hacerle daño, obligándola a mirar algo que ella no quería ver.
Habría hecho cualquier cosa por Santana, la mujer con la que había pasado una noche en el bosque, si ella le hubiera dado el más mínimo indicio de que la quería. Habría descendido a los Infiernos y la habría buscado por todos sus círculos hasta encontrarla. Habría atravesado con ella las puertas y la habría traído de vuelta, arrastrándola. Si Santana hubiera sido Frodo, Brittany habría sido su Sam y la habría seguido hasta las entrañas del Monte del Destino.
Pero La Profesora ya no era su Santana. Ésta estaba muerta. Había desaparecido dejando tras de sí sólo vestigios en el cuerpo de un clon torturado y cruel Santana había estado a punto de romperle el corazón una vez y Brittany no iba a permitir que volviera a hacerlo antes de irse de Toronto y regresar con Aarón y con ese grupo perturbado que tenía por familia, Rachel insistió en visitar el apartamento de Brittany. Ésta había ido dándole largas y Santana le había aconsejado a su hermana que no se presentase sin avisar. Sabía que en cuanto Rachel viera dónde vivía, se encargaría de hacer sus maletas personalmente y la obligaría a mudarse a un sitio más confortable, a ser posible a la habitación de invitados de Santana (Sólo cabía imaginar cuál sería la respuesta de Santana a esa idea, pero sería algo parecido a « ¡Ni de puta broma!».) Y así, el domingo por la tarde, Lucy llegó a casa de Brittany para tomar el té y despedirse de ella antes de que Santana la acompañara al aeropuerto Brittany estaba nerviosa. Como un sobrio monje medieval, tenía la virtud de la fortaleza, así que no la asustaba la falta de comodidades. Al firmar el contrato no le había parecido que su agujero de hobbit estuviera tan mal. Era un lugar seguro, estaba limpio y se lo podía permitir. Pero una cosa era lo que ella pensara y otra muy distinta enseñárselo a su amiga.