Capitulo 51

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Tras la cena, Tammy y Scott recogieron la cocina mientras Rachel y Aaron practicaban sus habilidades paternales con Jake En el porche, Richard y Tom fumaban puros y bebían whisky, mientras la vieja señora Bancroft sacaba cosas de su garaje y se adentraba en el bosque Richard miró a Tom de reojo y ambos hombres brindaron con una sonrisa cómplice.

Dentro de la casa, Santana cogió a Britt de la mano y la llevó al piso de arriba-Abrígate bien -le dijo al entrar en la habitación de ella- Vamos a dar un paseo.

-No hace frío -protestó Britt, pero eligió una vieja rebeca de cachemira de Santana.

Ésta se había librado de casi todas ellas cuando ella le había comentado que la hacían parecer una abuela (O una presentadora de informativos de la televisión pública.)
Al oírselo decir, a Santana le había faltado tiempo para donarlas al Ejército de Salvación, con excepción de un par de ellas, que Britt había rescatado-No quiero que te enfríes -insistió ella, tirándole de la chaqueta, juguetona.

-Ya te tengo a ti para que me mantengas caliente -replicó ella, guiñándole un ojo.

Tras enroscarle la bufanda del Magdalen College alrededor del cuello, bajaron a la cocina para salir por la puerta trasera- ¿A dar un paseo, López? -las sorprendió la voz de Tom.

-Con su permiso, señor Pierce.

El padre de Britt dio unos golpecitos a la navaja suiza que llevaba en el bolsillo-Si la haces llorar, te arrancaré las tripas.

-Cuidaré de ella se lo prometo. Y si la hago llorar, le secaré las lágrimas.

Tom resopló y murmuró algo entre dientes.

- ¿Qué pasa? -Preguntó Britt-. ¿Qué problema hay?

-Nada Santana va a acompañarte a dar un paseo, con mi bendición -respondió su padre, tratando de no fruncir el cejo.

-Y con la mía -añadió Richard, divertido.

-Me parece que ya habéis bebido bastante whisky -bromeó Britt y siguió a Santana al bosque, negando con la cabeza.

- ¿De qué va esto? -le preguntó, mientras paseaban de la mano en dirección al viejo huerto de manzanos.

-En seguida lo verás-Santana le besó la cabeza antes de acelerar el paso-Hueles a vainilla -le dijo sonriendo.

-Me he hartado de la lavanda.

-Yo también.

Poco después llegaron a la linde del huerto a pesar de que el bosque era espeso en aquella zona, Britt vio que había luz- ¿Qué es eso?

-Ven a descubrirlo -contestó Santana, guiándola entre los árboles.

Había pequeñas lámparas blancas colgando de las ramas y otras desperdigadas por el suelo, aunque ella se fijó en que la llama que desprendían era falsa, para evitar el riesgo de incendios a la suave luz de las lamparitas que iluminaban los viejos y retorcidos árboles, se veía una tienda blanca dentro había un banco, una manta que le resultó familiar y varios cojines.

-Oh, Santana -susurró.

Santana la llevó hasta el interior de la tienda y la invitó a sentarse-No tenías que haberte tomado tantas molestias habría sido igual de feliz sentada en el suelo con la vieja manta.

-Me gusta malcriarte-Santana la estaba mirando con tanta intensidad, que Britt se olvidó de respirar- ¿Te apetece beber algo?

Se acercó a una mesita baja, donde alguien había dejado una cubitera y dos copas altas cuando Britt asintió, ella abrió la botella con facilidad y sirvió la bebida en las copas- ¿Brindamos? -propuso, volviendo a su lado.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora